“A día de hoy no se sabe qué es el envejecimiento. Hay un sector de la investigación que lo estudia como un elemento innato en el cuerpo del ser humano y hay quien lo estudia como una enfermedad. Si lo estudio como una enfermedad puedo tratarlo, pararlo, mejorarlo e incluso curarlo. Si lo trato como algo innato, sólo queda la resignación”. Con esa afirmación nos recibe Ángel Fernández, entrenador personal desde hace más de 15 años y divulgador sobre entrenamiento de fuerza.
Ángel decidió que su vida girará alrededor de la salud y el estado físico después de haber vivido en sus propias carnes las consecuencias de no cuidarse. “Mi trabajo comenzó el día que fui consciente de lo incómodo que estaba con mi cuerpo. Apenas tenía 15 años y un sobrepeso de más de 20 kilos. Me los quité aunque no de buena manera. Fue durante ese viaje cuando me adentré en la actividad física para sentirme cómodo con mi cuerpo”, explica.
Ahora ayuda a personas de todo tipo. Desde deportistas de élite hasta hombres y mujeres que, ya en la madurez, han decidido cambiar de estilo de vida. Lo hace defendiendo a capa y espada que el sedentarismo es una enfermedad y que más de un médico debería recetar sentadillas o colocar a sus pacientes debajo de una barra.
“El cuerpo no envejece sino que por el desuso y el mal uso ciertas capacidades van decreciendo. Si dejo de usar ciertos músculos, mi cuerpo reacciona y piensa que para qué va a mantener esa masa muscular y la va dejando decrecer”, explica Ángel, que profundiza en el asunto: “El músculo primero se vuelve lento en la contracción. Es decir, primero tú te vas volviendo lento. Después empiezas a tener menos fuerza. Y, por último, el músculo va disminuyendo. En resumen, si no entrenas primero te vuelves lento, después te vuelves débil y para terminar el músculo decrece”.
La solución para que eso no suceda es clara: “Con el entrenamiento voy a hacer primero que el músculo se vuelva grande. Una vez tiene cierto tamaño, voy a recuperar su fuerza y una vez tengo cierto tamaño y cierta fuerza, voy a hacerlo veloz. Así invertimos el proceso de envejecimiento”.
Su método da resultados. No hay más que preguntar a alguna de las personas que se ponen en sus manos, como el doctor Antonio Díaz Huertas: “El entrenamiento me cambió la vida, me salvó la vida. El tener un conocimiento tan profundo de la anatomía y aplicar las técnicas personalizadas consigue que evites muchas de las lesiones y logres los objetivos que te propones”, afirma.
En la misma línea están los argumentos de Guillermo Pérez, otra persona que trabaja día a día con Ángel. “Tiene una habilidad para convertir el trabajo con tu cuerpo en una necesidad vital de equilibrio contigo mismo. Un resultado que va más allá de los simples ejercicios físicos”.
Hay que tener claro que no todo vale cuando uno quiere cuidarse: “Tenemos que diferenciar lo que es ejercicio, lo que es entrenamiento y lo que es actividad física. Es decir, caminar es una actividad física, pero no es un ejercicio. Para que sea un entrenamiento, para que sea un ejercicio tiene que haber unas pautas y una exigencia. Si la fuerza no es el plato principal de tu entrenamiento, tu entrenamiento está destinado al fracaso”, explica Ángel.
A cierta edad, el entrenamiento de fuerza es obligatorio: “Una persona con 50 años tiene su DNI y cosas que ha ido perdiendo y hay que valorarlo para adaptar el entrenamiento a sus condiciones, pero la fuerza no es negociable. Si tú quieres ser bueno en yoga, tienes que entrenar fuerza. Si tú quieres caminar bien, tienes que entrenar fuerza. Si tú quieres correr, necesitas fuerza. Todo es fuerza. Y más en el día a día, digamos, si tú quieres poder jugar con tus nietos, vas a necesitar fuerza. Entrenar te cambia la vida, pero no vale sólo con hacer pilates o yoga”.
El objetivo de Ángel cuando se pone manos a la obra con una persona que supera los 50 es construir un cuerpo funcional: “Muchos me vienen con que quieren tonificar, pero la tonificación no existe. Tu cuerpo no entiende que se tiene que poner grande pero pequeño y alargado. Eso no existe. Lo que hay que hacer es poner tu cuerpo grande y fuerte. Tú tienes que ser funcional”.
“Siempre comento a mis clientes de esa edad que tienen que entrenar la fuerza para que su día a día sea más fácil. No sólo hay que pensar en una vida más larga sino en que el camino sea más ancho, con más posibilidades dentro de la edad en la que estés. Es decir, buscar la calidad de vida”, continúa el entrenador.
El plan de cuidarse y entrenar puede ir para muy largo: “Hasta los 90 años está demostrado que hay hipertrofia, es decir, que hay aumento de la masa muscular. Por lo tanto, hasta esa edad yo puedo aumentar la cantidad de mi masa muscular y por consiguiente voy a mejorar mi postura, mi movimiento, mi estado de ánimo y mis niveles de energía”, asegura Ángel.
Sin embargo, como decimos, tiene que haber un plan. No vale con entrenar a lo loco: “Lo primero es buscar la ayuda de un profesional del entrenamiento que tiene que evaluar tu postura, tu movimiento y todo lo que a lo largo de tu vida ha pasado en tu físico así como tus hábitos, tu alimentación, tu descanso… Todo eso va a repercutir. Tenemos la conciencia de que el entrenamiento es lo que yo ejecuto en el gimnasio, pero eso es un error. Para que un entrenamiento tenga beneficio, yo tengo que mirar 360: desde el físico hasta las relaciones sociales y costumbres”.
La experiencia le dice a Ángel que el punto débil de las personas de 50 suele ser la cadera y, en menor medida, los hombros. “Hay un hándicap muy importante y es que estas personas han pasado 30 ó 35 años de su vida sentados y eso ha repercutido en su cuerpo. Yo les recomiendo trabajar sentado en fitball, pero entiendo que puede ser un coñazo así que la alternativa es ponerte una alarma para dar un mínimo paseo una vez por hora. La realidad es que no puedes estar sentado delante de un ordenador, todo el tiempo erguido, con el pecho alto y el hombro abierto”.
Como experto en el tema, Ángel nos da una serie de consejos que poner en práctica en nuestro día a día. “Hay mínimos que tú puedes hacer. A lo largo de tu día te sientas 100 veces así que además puedes hacer cuatro series de 10 repeticiones tratando de sentarte, sin llegar a hacerlo totalmente y volver a subir. También puedes hacer movimientos que te ayuden a empujar cosas con tu cuerpo, movimientos que te ayuden a traccionar cosas hacia tu cuerpo, buscar resistencias que te ayuden a transportar cargas. Luego, para mantener y mejorar un físico, con tres sesiones bien realizadas de fuerza a la semana es suficiente”.
Pero ponerse en manos de un profesional es la mejor opción: “Es una inversión, no un gasto. El entrenamiento te puede cambiar la vida. Totalmente. En todos los sentidos. El principal que quizá no se tiene tanto en cuenta, es el psicológico. No estar entrenado y fuerte puede tener consecuencias cuando llegas a los 65 o a los 70. Si entrenas, tu vida sigue siendo activa y funcional. El entrenamiento no te va a quitar las arrugas ni va a mejorar tu vista, pero sí va a mejorar todas las capacidades físicas que dependen de la fuerza”.
Hay quien se escuda en el presupuesto para no poner su cuerpo en manos de un profesional del entrenamiento porque no es un servicio barato, pero también los hay que se justifican en la falta de tiempo. “No creo a los que dicen que no tienen tiempo. Todos podemos cambiar una hora de sofá por una hora de entrenamiento, todos”, concluye.