Hace mucho que la idea de que con la edad uno puede abandonarse quedó obsoleta. Hoy, más de la mitad de personas mayores de 45 años (el 51%) están abonadas a un gimnasio en España. Los datos de la Encuesta de Hábitos Deportivos en 2022, aun siendo menos estimulantes, también resultan positivos: un 31,9%. El 50,5% de los que han cumplido 55 practican gimnasia suave, según la Guía sobre Deporte y Envejecimiento Activo.
Y aun así, hay personas que han querido ir un paso más allá y en la madurez practican una modalidad más exigente e impactante: el culturismo. “No hay edad ni para empezar ni para terminar. Mientras respeten las lesiones, no hay problema”, afirma José Luis Borrego, exponente del culturismo en España.
Borrego tiene 63 años. Nacido en Badajoz, madrileño de adopción (llegó a la capital siendo bebé), se adentró en el mundo del culturismo a los 25; hasta entonces su vida giraba en torno a su trabajo (es militar), la música (tocaba la batería y cantaba en una orquesta de verbenas) y el running, único deporte que practicaba. Su labor en la orquesta le obligaba a viajar todos los fines de semana, por lo que cuando se casó decidió colgar las baquetas y dedicar ese tiempo a su pareja y a la hija que tuvieron más adelante. Concentró la actividad deportiva en el gimnasio. “Y me enganché”, dice. “Me gustaba tanto este deporte, la disciplina, el ambiente, el tener que cuidar la alimentación… que no echaba de menos la música”.
Su entrenador vio en él facultades y rasgos idóneos para competir. Persuadido, Borrego se presentó al Torneo de Madrid. “No me daba miedo salir a un escenario, porque estaba acostumbrado, pero debía practicar las poses”. Fue llegar y besar el santo: salió vencedor, lo que le incentivó a continuar por esa senda. Desde entonces ha ganado siete campeonatos de España, dos de Europa, uno del mundo y dos campeonatos de Mr. Universo de culturismo.
Sigue compaginando la parcela deportiva con la militar y, desde hace años, con la de entrenador deportivo. A raíz de la pandemia de covid dejó de competir. “Es muy difícil vivir solo de la competición”, lamenta. “La gente no sigue este deporte, las entradas de las competiciones son caras… Van a verte nada más que familia y amigos. Además, no se dan premios en metálico, sino ayudas para becas, cursos de nutrición… Casi todo el mundo debe tener un segundo trabajo”.
Para José Luis, el culturismo es una forma de vida. “Lo que más me atrae es el trabajar pada dar forma a tu cuerpo. Hay que tener siempre objetivos en la vida. En el culturismo debes sacrificarte mucho, como una persona normal que va a entrenar pero con dos vueltas más. Se trata de mejorar tus fallos y reforzar eso que tienes bien. Hay que ser muy exigente con uno mismo”.
Es un sacrificio que implica inversión de tiempo y dinero. Aunque opina que no hay por qué dedicar a los entrenamientos más rato del necesario. “Con 45 minutos o una hora es suficiente, pero bien aprovechados, olvidándote del móvil. Cuando compites, algo más”, explica.
También lleva tiempo preparar cinco comidas al día, que han de seguir los estrictos dictados que impone esta variedad deportiva. “Si te propones algo —señala—, sacas tiempo de donde sea. Debes madrugar más para prepararte un buen desayuno, pero es para bien. Por la noche, mientras me ducho después de entrenar, hiervo el pescado y la verdura”. Según él, la alimentación tiene una importancia del 80% o el 85% en el progreso del culturista.
La rigurosa dieta implica un considerable desembolso económico, del que afirma no haber llevado nunca la cuenta. “No he hecho nunca los cálculos, pero siempre he tenido en la cabeza que lo que me gasto en comida me lo ahorro en cervezas, dulces… Estoy invirtiendo en salud”, declara.
Los cánones de la alimentación de los culturistas se han sofisticado con los años, explica: “Antes era más simple: arroz y pollo. Ahora se pone el foco en que no falte ningún nutriente: proteínas, hidratos y grasas en su justa medida. Cuando se acerca la competición vas jugando con las cantidades, aumentando proteínas y reduciendo hidratos”.
José Luis empieza la jornada desayunando cereales de copo de avena (para asegurar el aporte de fibra), un lácteo y una pieza de fruta. A media mañana opta por un poco de atún o pavo acompañado de tortas de arroz o simplemente arroz hervido. A la hora comer, combina carne blanca (de ave) con algún hidrato (patata, arroz o pasta). A media tarde, repite el menú de media mañana o se prepara una tortilla con varios huevos. Insiste en lo esencial de no saltarse la cena, para la que elige verdura y pescado. “El cuerpo necesita nutrientes; si no comes, tira de tu masa muscular”, describe.
De lo dicho hasta ahora es fácil colegir que los excesos los mantiene todo lo lejos que puede. No se permite salir de cañas y bravas. “Pero no me arrepiento”, sostiene. “He estado en bodas y bautizos y me llevaba mi táper mientras la familia disfrutaba de su buen menú. O pedía que me hiciesen arroz y filetes de pollo. Pero prefería llevarme mi comida por si en el restaurante echaban demasiada sal. La familia sabe que me dedico a esto y lo respeta. En verano ves a la gente en las terrazas con sus cervezas, pero si es época de competición me tomo mi café, mi agua o un zumo natural. Y si no hay competición, me cuido entre semana y sábado y domingo disfruto”.
Y luego están los suplementos. “Si te alimentas bien y ves que no ganas peso, te ayudas de suplementos que deben ser naturales y que venden en farmacias y herbolarios”, dice. Está muy extendida la idea de que para ser culturista hay que doparse (consumir suplementos químicos que le hinchan a uno en tres meses), pero no hay que generalizar. “Igual que no todo el que entra a un bar es un borracho, no todo el que entra a un gimnasio recurre a la química. Pero eso es muy personal. Hacerlo de forma natural es más sacrificado, pero no soy culturista de tres meses de competición; este deporte es mi vida”.
Pedro Antonio Villajos (53 años) pertenece a la Asociación Española de Culturismo Natural (AECN). Para obtener los voluminosos resultados sin añadidos sintéticos hay que seguir “una dieta muy severa”, dice este guardia civil y entrenador personal residente en Jaén. “Tomo proteína natural de carnes, pescados, y también suplementación natural, pero poca. Solo proteína y creatina, y no siempre. Comes un poco más de lo normal, cinco o seis veces al día. Los culturistas que están ciclados consumen igual 15.000 o 20.000 calorías al día. Yo estoy en 3.000 y pico”. Presume de perfecta salud: “Ni colesterol y ácido úrico ni nada. Me hago analíticas dos veces al año por mi trabajo, y el médico flipa conmigo”.
Pedro Antonio Villajos es meticuloso con la alimentación pero asegura que no se priva de nada. “No hay que renunciar a la vida social. Si un fin de semana salgo con amigos, no me voy a sentir mal por tomar un par de cervezas. Lo que no voy a hacer es emborracharme. Bebidas de alta graduación no tomo”, explica. Lamenta que siga habiendo gente que a determinada edad decida languidecer por inactividad. “Se tira a lo fácil. Ya no es por tener un físico bueno, es por tu salud. Pero requiere disciplina. Es más cómodo tirarse en el sofá. Cuando vas al gimnasio, te sientes mejor”.
A raíz de una lesión de rodilla a los 22 años, se apuntó a un gimnasio a fin de fortalecer la articulación. Y poco a poco le fue cogiendo el gusto a entrenar. “Es también una manera de quitarme el estrés por mi trabajo. Este mundo o te gusta mucho o te aburre. Cuando haces las cosas bien y ves progresos, te animas y buscas el ir mejorando”, explica.
Son cuerpos que llaman la atención, sobre todo en verano cuando el culturista se relaja en una piscina o en la playa. “Te preguntan: ’¿Qué haces para estar así?’. Me suelen mirar más los hombres. No sé si es un poco de envidia, aunque no soy de los que se exhiben”, dice Pedro. También es objetivo de miradas José Luis, a quien al principio el escrutinio público le cohibía: “Me gusta tomar mucho el sol, pero trataba de meterme enseguida en el agua: no quería pasearme. Luego pensé: ‘¿Por qué voy a acomplejarme? Debo estar orgulloso de mi físico”.
¿Cambia también el modo en que ellos observan a los demás? El estar metidos en el mundillo de gimnasios y torneos, muchas horas rodeados de cuerpos diez, ¿ha hecho que sus estándares con respecto a los demás sean distintos de los del resto de mortales? José Luis Borrego reconoce que no puede evitar cierta deformación profesional. “Como también soy juez de competición, en vez de valorar lo bueno que tiene una persona, te fijas más en lo menos bueno. A lo mejor cuando otros dicen: ‘Qué tipazo’, yo pienso: ‘Sí, pero le falta o le sobra esto”.
La familia apoya su pasión por los músculos aunque no siempre la comparte. Villajos contagió a su esposa a este deporte. “Compite en bikini fitness. Antes ella iba al gimnasio a hacer spinning y aeróbic. Pero me siguió y empezó a competir antes que yo”, dice. Uno de sus hijos se ha sacado el grado superior de monitor de educación física; el otro “está en ello”. La hija de José Luis, que en breve le dará un nieto, no ha seguido sus pasos en este terreno. “Cuando iba a verme competir, era la que más chillaba”, recuerda. “Pero no le gusta practicarlo. A ver si al nieto que está en camino consigo animarlo”.