¿Qué fue de Tachenko, el mítico pivot con 2,21 metros de altura?
Con 12 años Tachenko ya medía 1.90 metros de altura
Tachenko sigue recordando con cariño su tiempo en España y la considera como su "segunda patria"
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Vladímir Tkachenko, también conocido como Tachenko, es un exjugador de baloncesto soviético que marcó una época en las décadas de los '70 y '80, destacando sobre todo por su notable estatura de 2,21 metros, que lo convirtieron en el techo del mundo de la canasta en aquel momento, pero también por su inconfundible bigote.
Una exitosa carrera
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Su carrera se inició cuando su altura lo llevó a elegir el baloncesto sobre el fútbol, al medir ya 1.90 con tan solo 12 años, iniciando de esta forma su trayectoria profesional en el Stroitel de Kiev -elección tomada por sus orígenes ucranianos -. Eventualmente, fue reclutado por el CSKA de Moscú, donde alcanzó múltiples triunfos en la liga soviética. Durante su carrera, Tachenko se enfrentó a rivales legendarios, como la leyenda lituana Arvydas Sabonis, creando duelos memorables que aún resuenan en la historia del baloncesto europeo.
A pesar de su éxito, la carrera de Tachenko estuvo marcada por el hecho de ser a veces infravalorado, especialmente en comparación con contemporáneos como Sabonis. Sin embargo, fue reconocido por su oficio y capacidad reboteadora, siendo una figura esencial tanto para su equipo, como para el baloncesto soviético. Su transición a jugar en España para el Club Baloncesto Guadalajara en la temporada 89-90 marcó el final de su carrera deportiva, limitado por el dolor de espalda y las lesiones de rodillas, ya que sufría una serie de dolores que eventualmente lo llevaron a retirarse.
¿Qué fue de la vida de Tachenko?
Posteriormente, a sus 60 años y ya en el salón de la fama de la FIBA, Tachenko encontró una vida fuera de los focos, con trabajos cotidianos y normales, como el de telefonista en Moscú o más actualmente, trabajando en la logística de una empresa de recogida de basuras y manteniendo su pasión por el deporte yendo a ver a su amado CSKA de Moscú cuando puede, pero también siguiendo la actualidad del deporte a través de la televisión. Además también entrena a grupos de jóvenes de 9 a 12 años al baloncesto. A pesar de los desafíos físicos por su exagerado tamaño, y los cambios drásticos en su vida post-deportiva, su amor por el baloncesto y el fútbol permaneció intacto, disfrutando de la misma forma de todo tipo de eventos deportivos globales desde la comodidad de su hogar.
Tachenko forjó amistades duraderas a lo largo de su carrera, especialmente notable es su relación con Fernando Romay, con quien compartía un intercambio cultural y personal a través de zapatos de vestir españoles. De igual forma, sigue en contacto con antiguos compañeros de la selección soviética como Sabonis, Tarakánov, Homicius o Marciulionis, con los que tiene un trato cordial, hasta el punto de felicitarse siempre los cumpleaños y fechas señaladas Estas relaciones subrayan la profunda conexión que puede existir entre los atletas, más allá de la competencia en la cancha. A pesar de las adversidades, Tachenko mantiene una visión positiva del deporte y su impacto, recordando con cariño su tiempo en España y considerándola como su "segunda patria".
Taschenko, por otra parte, fue siempre un jugador que provocaba un tremendo respeto a sus rivales, por su gigantesco tamaño. Sin embargo, siempre fue conocido en las canchas por su caballerosidad y gran educación. Esta estela de gigante bonachón no evitó una curiosa anécdota cuando vivía y jugaba en Moscú. Allí hubo un entrenamiento al que Tachenko no pudo acudir por lesión, y mientras estaba en su casa, unos ladrones entraron a su hogar. Al toparse con el gigantesco jugador quedaron tan sorprendidos como atemorizados, hasta el punto de que uno de los ladrones saltó por la ventana para escapar, rompiéndose varios huesos en la caída.
La historia de Vladímir Tachenko es un testamento de la vida de un atleta después del retiro, explorando cómo las pasiones y los logros de uno pueden seguir influyendo en la vida mucho después de dejar la competición profesional. Resalta la importancia de las relaciones y el amor por el deporte, que pueden proporcionar satisfacción y alegría más allá de la carrera deportiva de un individuo. Su legado como jugador, aunque a veces infravalorado, permanece como un pilar en la historia del baloncesto europeo y soviético, recordándonos la riqueza de la historia deportiva y las vidas complejas de quienes la han protagonizado.