Cualquier amante del fútbol sabe que Dios es redondo. Juan Villoro dixit. Esto es que el fútbol es mucho más que la suma de corrupciones, machismos y disputas de poder que conforman gran parte de su industria. Para seguir con Villoro: a pesar de las cosas que lo envilecen, ha mantenido su capacidad de asombrarnos. Y lo mismo se puede decir de Dios. Dicho esto, hay representantes de Dios en la tierra: Di Stefano, Pelé, Maradona, Messi... Pero también hay profetas encargados de comunicar la palabra. El 'Flaco' Menotti fue uno de ellos.
No era un 'literato' como Valdano, ni un 'excéntrico gamberro' como Bilardo, ni un 'científico loco' como Bielsa, pero era un libre pensador del fútbol. Un intérprete de la idiosincrasia de su país que lo mismo entrevistaba a Borges -decía el mismo que cuando su empleada le pidió un autógrafo el escritor comentó asombrado "Usted debe ser muy famoso"- que confesaba su amor por la diva mexicana María Félix, o aseguraba decía sin el más mínimo tapujo que el mejor jugador de todos los tiempos no era ninguno de la la Santísima Trinidad argentina sino el brasileño Pelé, a quien simplemente había que separar del resto.
Para las nuevas generaciones, el fútbol deslumbrante del Barça de Guardiola -ese de los 80% de posesión y los más de 1.000 pases por partido- puede haberles descubierto ese axioma del fútbol moderno: que se juega con el balón; pero en realidad esa filosofía viene de personas como Johan Cruyff o César Luis Menotti. Una frase del 'Flaco', de hecho, es un resumen inmejorable: "Tener la pelota no es una estrategia, es una necesidad".
Hablamos del Menotti porque a pesar de haber sido un jugador solvente fue sin duda su paso por los banquillos, en los que era notable su estampa siempre elegante, con el cigarrillo entre los labios, lo que lo convirtió en uno de los grandes. Un paso que tuvo su clímax en el Mundial de Argentina 1978. Ser el entrenador de la selección de tu país en medio de una sangrienta dictadura - Menotti renunció, fue convencido de quedarse, firmó cartas exigiendo la devolución de los desaparecidos a sus familias y tuvo siempre una debilidad por la izquierda- y salir campeón para gloria del régimen, con el dictador en el estadio, no tiene que haber sido fácil. Pero Argentina como dicen, Argentina no es un país, es una contradicción. Y los hombres de Menotti (Kempes, Luque, Passarella, Fillol...) lograron la hazaña de vencer a la naranja mecánica de Cruyff para la gente y no para los milicos. La hazaña solo sería igualada ocho años después por el Maradona de la post guerra de Malvinas.
Menotti tuvo una carrera muy irregular, por decir lo menos, y sus fracasos se cuentan casi a pares con sus logros. En España, sin ir muy lejos, pasó por el Barça de la 'gran sequía' y rascó una Copa del Rey antes de ser despedido; un año después, en el Atleti, su máximo logro fue golear a domicilio al Madrid (0-4) antes de ser fulminado por Gil antes si siquiera de acabar la temporada.
En Argentina tuvo también campañas irregulares, fue uno de los pocos que entrenó a Boca y a River -que son formas de vida excluyentes en Argentina- y, salvo su mítica campaña con Huracán en 1973, no tuvo demasiados brillos. Pero hablar de 'menottismo' es otra cosa, para muchos representa la identidad del fútbol argentina: algo que Angel Cappa resume como un fútbol de felicidad, antes que de sacrificio. Un organizador de la alegría.