Cuando Sergio García cruzó la meta el pasado 5 de julio en Morzine (Francia) no se lo podía creer. Había completado su primera Spartan Ultra en casi nueve horas (8:58:00)… y se había proclamado campeón del mundo de su categoría. No es de extrañar que, tal y como él mismo reconoce, corriera los dos últimos kilómetros llorando como un niño.
Pongámonos en contexto. Una Spartan Race es una carrera de obstáculos que se suele desarrollar en la montaña y en la que se puede participar en distintas distancias. De hecho, Sergio ya había sido campeón de Europa y del Mundo años atrás en otras distancias y categorías, pero la Ultra (50 kilómetros y 60 obstáculos) no la había catado aún. Comprobado está, no la pudo preparar mejor.
“Los dos kilómetros finales me emocioné mucho. Venía llorando por el esfuerzo y la preparación de tantos meses. Me emociono todavía al recordarlo. Es un subidón impresionante. Notaba que ninguno de mis rivales me podía coger y afloraron las emociones de todo el trabajo realizado y ver que iba a ser campeón del mundo de mi categoría (50-54 años)”, explica un Sergio que cumplió hace unos meses 53 años y que ve cómo su motor da de sí incluso más que cuando tenía 30.
“La edad no es un problema para mí, no sé cuándo se acabará esto que llevo dentro. Es como un fuego en el que va entrando madera y va quemando. Las lesiones me respetan bastante, tengo molestias y dolores como todo el mundo, pero debo tener buena genética a nivel físico. Ya iremos viendo, si el cuerpo aguanta, seguramente nos volveremos a apuntar a estos retos tan locos”, comenta Sergi sólo unos días después de proclamarse campeón del mundo.
De hecho, aún está en fase de recuperación tras la carrera: “Hay que dar un poco de tiempo al cuerpo para recuperarse después de un esfuerzo tan grande. Pero no sólo a los ‘jubilados’ que tenemos más de 50, sino a cualquiera que se mete nueve o diez horas de carrera entre pecho y espalda. Eso es un estrés muy fuerte para el cuerpo”.
Las Spartan Race son un mundo de lo más variopinto, ya que en su abanico de distancias y obstáculos se encuentran todo tipo de niveles, con lo que cualquier persona mínimamente preparada y con un objetivo entre ceja y ceja puede afrontar el reto.
Sergio llegó a ellas tras dejar atrás la moto y en busca de nuevos desafíos: “Llevo haciendo deporte toda la vida. En el colegio era el típico niño que decían que era movido y sabían que si querían fastidiarme tenían que dejarme sin clase de gimnasia. El último deporte que hice en serio antes de las carreras de obstáculos fueron los rallies en moto. Empecé poquito a poco, luego me metí en carreras de navegación de rallies en España, Italia, Grecia, Albania, Marruecos... Económicamente era un gasto importante”.
A pesar de lo caro de su pasión, Sergio seguía adelante hasta que llegó un accidente. “En 2018, en un rally en Marruecos, tuve una caída importante. Me costó moverme, volver a llegar a la moto y salir del infierno donde me había metido. La organización me enviaba mensajes y yo contestaba que estaba bien porque, por mis cojones, tenía que salir de allí. Salí, acabé, y, una vez en el hotel, les dije a mis colegas que lo dejaba. Me di cuenta de que no era profesional de los rallies y no tenía equipo, cuerpo ni condición física para seguir esos ritmos. Decidí dejarlo porque soy muy competitivo”.
Sin rallies en el horizonte, Sergio se quedó huérfano de objetivos… hasta que aparecieron las carreras de obstáculos en su vida. Casi por casualidad. “En 2019 me enganché. Corro de todo tipo pero las Spartan son especiales y la Beast (21 kilómetros y 30 obstáculos) es mi distancia preferida porque prefiero las carreras de dos, tres o cuatro horas en las que entran en juego la cabeza, la estrategia y la alimentación”.
A la Spartan Ultra nunca le había hecho caso hasta que le picó el gusanillo y decidió probarla. 200 días de preparación en busca de una distancia que nunca había hecho en este tipo de competiciones. “Decidí probar después del Mundial de Abu Dhabi. Hablé con mi entrenador y me dijo: ‘Vas a trabajar como un condenado, pero si quieres ir, adelante’, y adelante fuimos. Hay mucho detrás de esa primera Ultra. Lo difícil no ha sido correrla sino prepararla”.
Todo ese trabajo se traduce en seis meses dedicando un mínimo de entre dos y tres horas al día, seis días a la semana (algunas los siete) a entrenar. “Hubo días que me levanté a las cinco de la mañana para meter dos horas de bicicleta, irme a la oficina, luego llegar a casa, comer, un poco de oficina y luego dos horas de carrera”, relata.
Entre esos entrenamientos se encuentran la fuerza, la carrera, el estudio (llevaba cada piedra del recorrido en la cabeza) y, por supuesto, lo que él llama los “entrenamientos invisibles”, que no se reflejan en el físico, pero que son súper importantes. Ahí hablamos de alimentación y descanso, algo vital y que aumenta su importancia con el paso de los años.
“El año pasado fui muy obsesivo con el tema de la alimentación. Busqué un nutricionista porque quería ajustar al máximo todo para competir. Me fue muy bien, perdí mucho peso y este año he tenido que bajar porque el nivel de implicación mental es muy grande y también hay que vivir y disfrutar”, asegura un Sergio que no siempre es así.
“Normalmente no soy obsesivo, pero sí que me cuido mucho. Nada de fritos ni bollerías. Pero si me apetece tomarme unas cervezas y unas bravas un día, no va a pasar nada. El año pasado no tomaba ni cerveza, ni patatas, ni helado, ni nada, y al final el estrés psicológico fue fuerte”.
Eso, en cuanto a alimentación. Y sobre el descanso, otro tanto. “Cuando tienes una edad, como no descanses, no rindes. Con 20 años te vas de fiesta hasta las tres de la mañana y al día siguiente te levantas y lo das todo. Ahora, con 50 años, no puedes, así que yo a las 9:30 ya estoy en la cama. El cuerpo se recupera descansando y si no descansas, no recuperas”.
En definitiva, cada factor importa a la hora de competir. “Somos como un Fórmula1. Las carreras se definen muchas veces por detalles. Ahora me encuentro con una madurez mental, física y laboral que me encanta. No soy el más rápido, tampoco soy el más fuerte, pero te puedo asegurar que no hay mucha gente que prepare mejor que yo las carreras. Me miro desde la uña del pie hasta el corte de pelo como ritual para ir a la carrera”.
Sergio aplica esa filosofía, pero no sólo implica a los que buscan ser campeones del mundo sino que la hace extensiva a todo el mundo. “Mi objetivo era ganar el campeonato del mundo, pero para cualquier otro puede ser simplemente terminar la carrera o prepararla bien. Al final, a donde quieras llegar te va a exigir una serie de sacrificios. Tienes que saber si estás dispuesto a esos sacrificios o no”, asevera.
Obviamente, para llevar ese ritmo de vida debes establecer prioridades. “Doy mucha importancia al tiempo. No quiero tener un coche más grande, ni un reloj más molón, ni cambiar de móvil cada dos por tres. Yo quiero tiempo para hacer lo que a mí me dé la real gana, como si es jugar al ajedrez, jugar a la petanca o hacer macramé”, zanja.
Ahora, con todo ese tiempo, Sergio afronta sus próximos objetivos: “Estoy preparando el Europeo Spartan de septiembre. Me hace mucha gracia porque llevo tres años consecutivos siendo campeón de Europa y una cuarta vez me molaría. Luego está el Mundial de Trifecta Spartan (correr las distancias Sprint (5 km), Super (10 km) y Beast (21 km) en un único fin de semana), que lo gané en 2022 y el año pasado, por ser demasiado ambicioso, me rompí el isquio y tuve que abandonar. Me quedó un mal sabor de boca y quiero quitármelo este año”.