Por qué la petanca no es (solo) un juego de mayores en el parque: "Me ha enganchado y mucho"
Con su mezcla de técnica, estrategia y concentración, personas de todas las edades (incluidos muchos ‘uppers’) practican este deporte, muy apreciado en Francia
Fabián (63): “Descubrí la petanca al principio de la pandemia. Gracias a él, he hecho nuevos amigos”
David (50): “Los problemas que tengas, de trabajo, de pareja, con los hijos…, desaparecen al instante”
Se asocia con jubilados en el parque, pero la petanca es mucho más. Solo el 2% de los españoles practica este deporte (hay unas 11.500 licencias en nuestro país) que consiste en lanzar unas bolas metálicas sin despegar los pies del suelo, en un recinto de 15 metros de largo por 4 de ancho, con el objetivo de que queden lo más cerca posible de otra, más pequeña, llamada boliche. Gana el primero que llegue a 13 puntos. Puede que a algunos les suene aburrido, pero no lo es: requiere técnica, concentración y estrategia. Es además un juego elegante, en el que prima la concordia y que puede desarrollarse al aire libre. Un conjunto de atributos que atrae a personas de todas las edades, incluidos muchos uppers, que lo reivindican como un entretenimiento que escapa de los tópicos.
En los primeros meses de pandemia, cuando había muchas cosas que no se podían hacer, jugar a la petanca fue el pasatiempo de Fabián (63), un salmantino residente en Bilbao que nunca se sintió atraído por esta modalidad hasta la llegada del covid. "Yo era jugador de balomano, luego me metí a entrenador", nos cuenta justo después de regresar de una partida. "Al prejubilarme volví a Salamanca con mi esposa a pasar unos días, con tan mala suerte que enseguida nos confinaron". Sus hijos, en Bilbao, les disuadieron de que volvieran a la capital vizcaína: en su pueblo de Salamanca, de 600 habitantes, estaban más seguros. Pero no había nada con que matar el rato.
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"Un día vi a un amigo en el monte tirando unas bolas. Le pregunté: '¿Esto que es?'. Me dijo: 'Esto es petanca, mira ven. Te dejo unas bolas'. No se me daba mal, por el simple hecho de que como había jugado al balonmano, sabía controlar una bola fuese más grande o más pequeña… Pensé: 'Pues esto me entretiene'. Y cada tarde, detrás de la iglesia, se distraía jugando a la petanca con sus convecinos.
Disputaban en el monte; en el pueblo no había pista. Fabián habló con la alcaldesa y le propuso que construyeran una. Le contestó: 'Si sacas un grupo decente, te hago una pista'. Y Fabián empezó a reclutar jugadores. "Un día nos vio la alcaldesa a diez o doce personas detrás de la iglesia jugando a la petanca, aprendiendo. No sabíamos ni las reglas". En el siguiente pleno, la regidora planteó la creación de tres pistas, que tres meses después estaban terminadas. También les puso en contacto con jugadores del club Villamayor, en el pueblo de al lado, y estos, de buen grado se prestaron a enseñarles a jugar.
"A mí se me daba bien —dice Fabián—; a mi mujer mejor. Y dijimos: ’¿Para qué nos vamos a mover de aquí, si ya tenemos diversión en el pueblo?". A la vista de sus rápidos progresos, el presidente del Villamayor les animó a federarse. "El primer año que jugaba mi mujer con una tripleta femenina se clasificaron para ir al campeonato de España en Palma de Mallorca. Dijimos: ‘¡Vaya bombazo!". Y desde entonces ha sido un no parar. "Aquí estamos todo el día petanca para arriba, petanca para abajo, desde las tres de la tarde hasta las seis y media, cuando se mete el sol y empieza a hacer frío".
"Algunos son reticentes, pero cuando lo prueban…"
La petanca les aporta no solo diversión. El juego ha reactivado la vida social del matrimonio. "En el club conocimos a mucha más gente. Hicimos amigos nuevos. Nos ha enganchado, y mucho. Cada vez que haces cloc con las bolas parece que te llena de vida. Como jugamos todos los días, estamos mejorando muy mucho".
Esa conjunción de técnica, concentración y estrategia es lo que lo hace un deporte apasionante, opina Fabián. "No es tirar la bola y ya está", explica. "Piensas en mover bolas como si fuera ajedrez. Es pura técnica. Hay gente que tira la bola fuerte y no hace nada, y si la tira suave hace más. Se requiere temple. La estrategia es tremenda: si se lo explicas a alguien que no sabe, se queda asombrado".
Según él, basta probarlo para dejar de considerarlo un tedio y encontrarlo excitante. "Algunos amigos me han dicho: ‘Eso es un juego de gente mayor, esto no es para mí’… Pero cuando les he dejado unas bolas y las han sentido…, ya no hay vuelta atrás. Hemos conseguido que una cuadrilla de seis chavales se nos haya enganchado. Eran de los que no se perdían el futbito ni el pádel, y ahora se nos pegan todas las tardes. Te dicen: ‘Es que esto engancha. Parecía que no, pero…’. No es solo para jubilados en el parque. En el club tenemos un chaval de 10 años que es un tirador tremendo, muy bueno".
Toda una vida tirando bolas
La relación de David (50) con la petanca viene de muy atrás: es un idilio de 40 años. De niño jugaba al fútbol, y asegura que con cierta pericia; pero a los 11 años, el bar de sus padres en Mataró (Barcelona) se convirió en sede del club de petanca del barrio. "A raíz de ahí descubrí la petanca y me enganchó tanto que dejé el fútbol", recuerda.
Mantuvo su pasión por este deporte incluso de adolescente, cuando lo que más le apetecía era salir a divertirse. "A la petanca jugábamos los domingos a las nueve de la mañana. Imagínate el salir de marcha el sábado… Era casi inviable. En mi caso, me retiraba temprano la noche del sábado, dormía bien y el domingo estaba en condiciones de jugar", dice. Sus amigos se extrañaban de su afición. "La gente se sorprendía mucho, porque no es un deporte que la gente conozca, por desgracia. Ahora con las redes sociales se está conociendo un poco más", señala.
Enfocó su carrera laboral hacia el sector inmobiliario. "El trabajar por mi cuenta me daba la oportunidad de dedicar tiempo a mi hobby. Nunca abandoné la petanca", afirma. Un hobby que ya no lo es. Empezó a competir en torneos provinciales, nacionales después. Se coronó campeón de España y en 2010 participó en el campeonato del mundo celebrado en Turquía. "Tuvimos la gran suerte de quedar terceros, medalla de bronce". En 2013 lo fichó un club de Suiza, donde ahora juega.
"A los jubilados les va genial, pero es un deporte para todo el mundo"
Sus dos hijas no han seguido sus pasos. "Una odia la petanca, la otra la acepta un poco más, pero no han salido petanqueras… Pero no es una batalla que dé por perdida", bromea. Probablemente la gane: David está comprometido con hacer llegar a todo el mundo las bondades de este deporte. "Aunque juegues en equipo (en dupletas o tripletas), tus bolas las juegas tú. Eso te hace sentir una presión que es lo que te engancha", apunta.
A David le da "un poco de rabia" la fama de la petanca como entretenimiento para jubilados. "Es cierto que a ellos les va genial, porque hacen deporte, pero la petanca está hecha para todo el mundo, de niños a mayores". Él, que ha jugado en varios países, sabe que en el resto del mundo esa imagen no existe. "En Francia hasta en los colegios organizan extraescolares de petanca. Allí los ídolos de muchos niños no son los Messi o Ronaldo de turno, sino Dylan Roché, Henri Lacroix…, los supercampeones de petanca".
No hace falta federarse para disfrutar de los beneficios de la petanca, que David considera un antídoto contra el estrés cotidiano. "Cuando te pones a jugar, desconectas totalmente", sostiene. "La petanca es muy mental y si no estás concentrado no te sale absolutamente nada. Los problemas que tengas, de trabajo, de pareja, con los hijos…, desaparecen al instante. Es una válvula de escape del mundo real. Supone el tener un poco de tiempo para ti mismo, por lo que se lo recomiendo a todo el mundo".