De los 800.000 casos de demencia que había en España en 2019, se espera que para 2050 se pueda llegar a los 1,5 millones. Las enfermedades neurodegenerativas van a peor debido al aumento de la población al envejecimiento de la misma. El alzhéimer es la más común y la pérdida de la memoria es uno de sus síntomas más habituales. El diagnóstico precoz es uno de los principales retos y se ha descubierto que hay varias afecciones que podrían provocar indicios similares. Te lo contamos.
Enrique Arrieta, médico de familia del centro de salud Segovia Rural ha expuesto, en el XXX aniversario de la Fundación Alzhéimer España, que el primer paso en esta enfermedad sigue siendo el diagnóstico diferencial y que eso es una dificultad añadida sobre todo en la atención primaria. Se le realizan al potencial enfermo una serie de test, tanto neurológicos, como psicológicos y físicos para descartar patologías, pero el problema es que se pueden provocar cuadros similares con enfermedades totalmente diferentes.
De hecho, el doctor pidió analizar en profundidad los antecedentes del paciente antes de achacar la sintomatología al alzhéimer. “Es necesario verificar que el paciente no padezca enfermedades como daños derivados de accidentes cardiovasculares pasados, enfermedad de Parkinson, déficit de vitamina B12 o ciertos trastornos endocrinológicos como los trastornos tiroideos o tumores cerebrales”, aseguraba.
Las infecciones urinarias, que son causadas por bacterias que se acumulan en la vejiga, a menudo pasan inadvertidas en los adultos mayores, porque ellos rara vez tienen los típicos síntomas de fiebre alta o dolor. Sin embargo, sí pueden presentar problemas repentinos de memoria, confusión, delirio, mareos, agitación y hasta alucinaciones.
La depresión, por ejemplo, también puede causar un síndrome de deterioro cognitivo conocido como pseudodemencia, que se produce en los casos más graves y que mejora a medida que el paciente sale de la depresión. Además, determinados medicamentos pueden acumularse y provocar deficiencias de memoria y otros efectos secundarios que se asemejan mucho a la enfermedad de Alzheimer.
Los más comunes son los analgésicos narcóticos, más conocidos como opiáceos, las benzodiacepinas usadas para el insomnio y la ansiedad, los esteroides y los relajantes musculares que se recetan después de una lesión. Por último, el consumo excesivo de alcohol, incluso por borracheras durante un corto período en tu juventud, también destruye las células cerebrales en áreas críticas para la memoria, el pensamiento, la toma de decisiones y el equilibrio.