Con las primeras lluvias de septiembre llegan los temidos resfriados. Esos que te recuerdan que el verano está tocando a su fin y que estamos abocados a los fríos y grises días invernales. Todos le hemos dicho a nuestros hijos, nietos o sobrinos eso de “abrígate bien que te vas a poner malo” o “tápate los tobillos que luego llegan los estornudos”. Ahora que todavía no tenemos los mercurios especialmente bajos, uno de los consejos más repetidos en redes sociales es ducharse con agua fría. Quizá también tenga que ver con ahorrar ya que los precios del gas y la electricidad siguen disparados. Resolvemos tus dudas y recurrimos a la ciencia. ¿Es realmente efectivo? Te lo contamos.
Ocho de cada diez personas se resfrían en España, al menos, una vez al año. El número ha disminuido ligeramente en los dos últimos ejercicios gracias al uso de mascarillas derivadas de la pandemia, pero se espera que este invierno vuelva a ser explosivo. Es más, la venta de antigripales se ha disparado desde el mes de enero y se han alcanzado los niveles prepandémicos. Como solución, una investigación realizada en Países Bajos asegura que darse una ducha de agua fría diaria evitará que enfermes esta temporada.
Las bondades del agua fría no son una novedad, es uno de los métodos terapéuticos ancestrales y siempre se ha recomendado para bajar la temperatura corporal cuando tenemos fiebre. Ahora, más de 3.000 participantes han sido divididos en dos grupos para comprobar científicamente esta afirmación. Los resultados han sido reveladores. Los que se ducharon con agua fría durante un mes se pusieron menos enfermos que el resto y, además, aumentaron sus niveles de energía.
Sin embargo, el tiempo que pasó cada uno debajo del agua gélida no fue representativo en los resultados, pero sí el cambio térmico durante la misma, es decir, comenzar con agua caliente y pasar a la fría durante los últimos 30, 60 u 80 segundos. Además de la exposición al frío, los investigadores llegaron a la conclusión de que la actividad física regular provocó una reducción extra del 35% de la ausencia al trabajo por enfermedad. Por tanto, la combinación de la ducha de agua caliente a fría, y la práctica de una actividad física regular, redujo en un 54% las posibilidades de contraer una enfermedad.
Más allá de reforzar el sistema inmunitario, las duchas frías proporcionan energía al organismo ya que mejora el ritmo cardiaco y se genera noradrenalina, un efecto similar al de tomarse un café. También ayuda a combatir dolores, sobre todo, para quienes practican deportes como el running ya que si se alterna con agua caliente, elimina la sensación de piernas cansadas.
Por otro lado, mejora el aspecto de la piel gracias a su efecto tensor y reafirmante porque combate la flacidez y las arrugas, y ayuda a eliminar las células muertas y a prevenir las estrías. Para días en los que estamos cansados, disminuye las ojeras y rojeces. Especialmente por las mañanas, el agua fría ayuda a deshinchar el rostro y le proporciona un efecto lifting.
Si estás preocupado por las varices y la celulitis, el agua fría posee propiedades desinflamatorias, que ayudan a la circulación y a combatir la acumulación de grasa localizada. En cuanto a nuestro cabello, favorece que los poros y cutículas del cuero cabelludo se cierren y, por consiguiente, que el pelo crezca más sano y brillante. Por último, no debemos olvidar que el agua fría despeja la mente y que no hay nada mejor para dejar atrás un día largo o para empezar con buen pie una nueva jornada.