De repente caes en la cuenta de que desde hace un tiempo te cuesta concentrarte, sientes que pierdes memoria o estás más cansado de lo habitual. ¡Bah, cosas de la edad!, piensas. O que no deja de aumentar la grasa en el abdomen. O has perdido el deseo sexual. ¡Cosas de la edad!, repites. Y con la muletilla vamos dejando pasar síntomas que realmente pueden ser señales de alarma y, detectadas a tiempo, permitirían frenar a tiempo una enfermedad en ciernes. "Estamos en una sociedad que nos ha llevado a etiquetar como normal situaciones o síntomas que no deberían estar, independientemente de la edad que tengamos", avanza Esther Anzola Pérez, CEO y cofundadora del Grupo Clínico Neolife.
Nos desplazamos hasta esta clínica, situada en el centro de Madrid, para conocer de qué manera podemos detectar de la forma más prematura posible cualquier enfermedad relacionada con el envejecimiento, incluso antes de que empiece a dar la cara, y a qué señales deberíamos estar atentos. "No se gesta de un día para otro -indica Anzola Pérez-. Hay una zona gris en la que esa enfermedad se está generando. Si logramos prevenir y atajar lo que está mal antes de su aparición, tendremos más posibilidades de éxito".
En su opinión, a partir de los 40 o 45 años deberíamos acudir a un centro de medicina preventiva para comenzar a cuidarnos para el resto de nuestra vida. "Nuestro cuerpo es lo único que tenemos. Es fundamental pasar revisiones periódicas, como hacemos con nuestros coches". E igual que si fuésemos a pedir cita en el taller, le trasladamos las dudas más corrientes:
Los más habituales son el deseo de prevenir posibles enfermedades incapacitantes que aparecen con la edad; buscar una solución para la menopausia o premenopausia porque tienen múltiples síntomas (irascibilidad, cambios de humor, caída del pelo, problemas a la hora de mantener su peso); necesidad de un empujón en el día a día, sobre todo hombres y mujeres ejecutivos y empresarios que notan que rinden menos; y la preocupación por cómo evoluciona su vida sexual. Antes cada entrevista, los pacientes rellenan un cuestionario sobre sus necesidades, estilos de vida, historia médica familiar y personal. Junto a la historia clínica y sus preocupaciones, el equipo médico busca la solución que mejor le conviene.
A partir de la valoración en la primera consulta, el equipo médico decide qué pruebas médicas necesita el paciente de acuerdo con sus objetivos, características (edad, sexo, etc), antecedentes familiares (cáncer, enfermedades cardiovasculares o neurodegenerativas, por ejemplo) y, sobre todo, su estado actual de envejecimiento. Se valora si existen síntomas de menopausia o andropausia, cansancio, aumento de la grasa visceral o disminución de la libido.
Ni analizamos lo mismo ni medimos igual. Valoramos centenares de biomarcadores, no solo de salud, sino también de envejecimiento. Estos nos van a permitir realizar un diagnóstico y tratamiento orientado a mantener, en primer lugar, el bienestar físico, tanto funcional como estético, sexual y antropométrico. En segundo lugar, una óptima salud emocional, que incluye el estado de ánimo, pérdida de motivación o depresión. En tercer lugar, una claridad mental y cognitiva detectando si hay pérdida de memoria o lentitud mental, por ejemplo. Y, por último, prevenir todas aquellas enfermedades que tanto nos preocupan y que son, en gran medida, enfermedades relacionadas con la edad. El objetivo es alcanzar en esos biomarcadores los valores en los que existía plena funcionalidad y falta de enfermedad. Es decir, valores óptimos.
Por ejemplo, equipos de ultrasonido para la detección de patologías cardiovasculares y tecnologías con las que podemos ver el estado de nuestros telómeros, captando y procesando imágenes a nivel subcelular. Hay otras pruebas sofisticadas, como la evaluación de la función del reloj biológico, de los trastornos del ritmo circadiano y de la producción de melatonina, así como las causas de las alteraciones del sueño. Esto se realiza mediante tecnología enfocada a la regulación de la bioenergética mitocondrial por la melatonina y la evaluación de la actividad antioxidante y antiinflamatoria.
Los chequeos genéticos que analizan los genes y la epigenética del individuo. Otro de los más demandados últimamente es el estudio de la microbiota, puesto que tenerla dañada es sinónimo de malestar, cansancio y otros problemas.
Para la medición de los telómeros, que son los extremos de los cromosomas, se extrae una muestra de sangre y se aíslan los núcleos celulares que contienen el material genético. La división constante de las células con el tiempo hace que los telómeros se acorten y cuando la longitud de estos es crítica, la célula no puede replicarse más y muere. Por su parte, la telomerasa es una enzima que también se localiza en los extremos de los cromosomas, y que puede alargar la longitud de los telómeros.
Una velocidad aumentada de acortamiento de los telómeros o un porcentaje elevado de telómeros cortos son signos de envejecimiento. Podemos enumerar diferentes factores: tabaquismo, consumo de alcohol, sedentarismo, una dieta pobre, alteraciones del sueño, malos hábitos de vida o enfermedades crónicas. Todos los factores anteriores, así como el propio envejecimiento, provocan un desfase entre nuestra edad cronológica y nuestra edad biológica.
Para alargarlos o conseguir un porcentaje de telómeros cortos más reducido, hay que tomar las riendas de nuestra salud y ponernos en manos de especialistas. Cuando uno es joven quizá sea suficiente reordenar los hábitos de vida: nutrición, ejercicio, salud mental y conductual, tóxicos e higiene del sueño. Según envejecemos, deberíamos realizarnos chequeos de salud y seguir los tratamientos preventivos adecuados.
Tenemos muchos casos de éxito sorprendente. Todos nuestros pacientes, si se miden longitudinalmente en el tiempo sus telómeros, consiguen una mejoría notable. En una ocasión, un cliente que tomaba muchos antioxidantes sin control médico acudió a nuestra clínica. Le quitamos esos antioxidantes, comenzó a tomar lo que realmente necesitaba y, tras unos meses, sus telómeros mejoraron sustancialmente. El motivo es que cuando tomamos suplementos sin sentido a veces la dosis es excesiva y, en vez de mejorar nuestro organismo, lo que provoca es inflamación en nuestro cuerpo. También se nota mucha mejoría en aquellos pacientes que tienen síntomas de cansancio físico y de estrés emocional. Tras lograr un equilibrio metabólico y hormonal y mejorar esos síntomas, los telómeros se alargan.
No se trata de implantar estrategias puntuales, sino de ir corrigiendo constantemente disfuncionamientos. Trabajamos sobre diferentes puntos en todos los pacientes con el fin de optimizar sus biomarcadores, tanto aquellos relacionados con la edad como con el envejecimiento: la alimentación, la microbiota, los hábitos tóxicos, la actividad física, la suplementación, el equilibrio metabólico y hormonal, el sueño y descanso, el estrés oxidativo y la inflamación. El objetivo es optimizar el metabolismo, el ánimo, la sexualidad, el sueño, la salud mental, y por supuesto, prevenir enfermedades relacionadas con el envejecimiento.
Pues depende del individuo, de su punto de partida y de si sigue correctamente el tratamiento preventivo que le proponemos. Por ejemplo, una persona que acuda con malos hábitos de vida, solo con cambiarlos se verá muy beneficiado y podrá ganarle años a la vida. Nosotros trabajamos para devolver a cada paciente al punto donde tenía plena funcionalidad y ausencia de enfermedad. Nuestro objetivo es que lleguemos a viejos sanos, con energía y vitalidad.
Los chequeos son más o menos complejos según la edad y la historia clínica de cada paciente. Sus precios van desde 1.000 hasta 7.000 euros y en todos los casos intentamos adaptarnos a cada paciente. Siempre es mejor hacer algo que no hacer nada. A veces no hace falta un chequeo, sino un tratamiento para la menopausia y la andropausia, una nutrición orientada al envejecimiento o el análisis de la microbiota y su tratamiento. En cualquier caso, invertir en salud es rentable. Una enfermedad puede truncar nuestros proyectos vitales y provocar que no podamos trabajar más o que nuestra esperanza de vida se limite considerablemente.