En el año 2000, Steven Austad y Jay Olshansky, dos científicos especialistas en envejecimiento, apostaron sobre si ya había nacido la persona que viviría 150 años. Cada uno se jugó 150 euros, que metieron en un fondo de inversión que no se puede rescatar hasta 2150. Los descendientes de quien gane cobrarán una pasta, pero en la apuesta todos nos jugamos mucho.
¿Cree usted que ya ha nacido la persona que vivirá 150 años? Eso fue lo que se preguntaba el doctor en Biología por la Universidad de Alabama Steven Austad allá por el año 2000. Estaba convencido que la persona que viviría 150 años ya estaba viva, y que rompería todos los records de longevidad conocidos. No tuvo reparos en publicarlo en la revista Scientific American provocando así a toda la comunidad científica: "La primera persona de 150 años probablemente esté viva en este momento" aseguró.
El guante de su atrevida declaración fue recogido por Jay Olshansky, profesor de Salud Pública de la Universidad de Illinois, en Chicago, otro experto en envejecimiento, que no lo creía así. Yo no apostaría un dólar por ello, dijo Olshansky. Pero Austad, no se achicó y propuso apostar 150 dólares a que su afirmación era cierta.
Picado en su orgullo, Jay Olshansky no solo aceptó la apuesta, sino que propuso a Austad firmar un contrato a 150 años vista. Meterían 150 dólares cada uno en un fondo de inversión, y en 2150, cuando se cumpliera la apuesta y se pudiera comprobar quién había ganado, los descendientes del ganador rescatarían el dinero. Pero no debería estar muy seguro, porque añadió una cláusula al contrato que Austad aceptó: la persona que llegue a los 150 años en 2150 deberá estar en su sano juicio, lo que a esas edades es mucho decir.
En 2020, veinte años después, los dos científicos volvían a defender sus posiciones en un congreso médico sobre envejecimiento. Las tesis posthumanistas, las teorías que sostienen que la ciencia ayudará al hombre a ser inmortal, o al menos a vivir muchos más años, empezaban a despuntar, pero Olshansky seguía pensando que no será posible: "Ciertamente habrá avances que retrasarán muchos de los procesos biológicos del envejecimiento. Podremos extender la cantidad de años que las personas pueden vivir con buena salud, pero el cerebro es nuestro talón de Aquiles. Todavía no hay evidencia que sugiera que podremos detener los efectos de la pérdida diaria de neuronas que no se replican, y mucho menos revertirlo. Podemos reemplazar caderas, rodillas, corazones, etc., pero no podemos cambiar de cerebro" aseguraba.
Austad continúa seguro de que viviremos más de 150 años: "Estamos descubriendo más y más formas cada año de hacer que los ratones vivan más a través de las drogas y la dieta. Una persona de 150 años es solo un 20% mayor que el poseedor del récord actual, y hemos encontrado docenas de formas de extender la vida de los ratones por mucho. No todos ellos funcionarán con humanos, por supuesto, pero si alguno de ellos lo hace, vamos a ver resultados transformadores. Todo lo que tenemos que hacer en los próximos 30 años es encontrar medicamentos que retrasar drásticamente las causas subyacentes del envejecimiento. Si se los damos a las personas que se acercan a los 50 años, algunas llegarán al extremo de los 150" sostenía Austad.
La apuesta saltó a los medios, y analistas financieros estudiaron qué frutos pueden dar los 300 dólares invertidos en el 2000. Veinte años después, los informes publicados sobre la apuesta decían que la recompensa sería de 200 millones a 500 millones de dólares, pero las inversiones iniciales han multiplicado su valor y ahora estiman que el premio será aproximadamente de 1.000 millones a cobrar en 2150 por los herederos.
Pero lo cierto es que en 20 años los avances en longevidad siguen sin romper el techo de cristal. Se viven más años, sí, y en mejor estado de salud, pero el límite sigue siendo el mismo, 122 años y sólo se conoce a una persona haya llegado a esa edad. Es Jeanne Louise Calment la persona más longeva de la historia, con datos documentados, que alcanzó la edad de 122 años y 164 días.
Vivió toda su vida en la ciudad de Arlés, al sur de Francia. Tuvo una vida acomodada y vivió sin gran estrés, pero ninguno de sus familiares alcanzó una edad similar. Practicó esgrima hasta los 85 años, montó en bicicleta hasta los 100, y caminó sin necesidad de un bastón hasta los 114. Dejó de fumar a los 117 años. A los 118 años, tenía una capacidad cognitiva y lingüística semejante a la de una persona de entre 80 y 90 años. Sin embargo, a los 121 años ya era casi totalmente ciega y sorda y, tras su 122 cumpleaños, el deterioro de su salud se aceleró, especialmente durante su último mes de vida. Calment es la única persona en la historia que haya superado los 120 años de forma documentada.
El Grupo de Investigación gerontológica de EEUU establece una clasificación de supercentenarios del planeta con datos contrastados. En noviembre de 2022, últimos datos de la institución, hay 12 personas vivas con más de 114 años, todas mujeres. La persona más longeva viva es la francesa Lucile Randon, con 119 años. Después figura María Branias Morera, que vive en España, pasó el Covid con 113 años y en marzo cumpliría 116 años. En cuanto a hombres, en más longevo vivo es el colombiano Juan Vicente Pérez, de 113 años.
Hay esperanzas para los descendientes de Austad. El número de personas centenarias se ha multiplicado por 6 en poco más de 20 años. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año de la apuesta, 2000, España tan solo tenía 1.997 habitantes con más de 100 años, mientras que en 2022 esta cifra ya llega a las 15.000 personas.
Pero la esperanza de vida no va tan deprisa. En el 2000 la esperanza de vida media al nacer en España estaba en los 79,3 años, y en 2022 se sitúa en los 83 años. Austad o Olshansky, ¿habrá nacido ya la persona que viva más de 150 años?