Todos nos hemos quedado en alguna ocasión con la mente en blanco. Esa especie de cortocircuito mental que puede ocurrir viajando en el metro, haciendo la compra en el supermercado o, peor aún, en una entrevista de trabajo. Nuestra mente se 'vacía' de pensamiento y se da un desacoplamiento entre percepción y atención. ¿Por qué sucede este fenómeno? Recientes estudios apuntan la posibilidad de que quedarse en blanco sea una especie de sueño despierto.
Un estudio del Departamento de Psicología de la Universidad de Harvard publicado en Frontiers en 2013 y citado por 'Público' abordaba el tema desde una óptica científica. Para los investigadores, el lapso de atención y falta de consciencia en el que la mente no está 'en ninguna parte' definirían a priori la experiencia: el individuo no es consciente focalmente de ningún estímulo, ni interno ni externo.
La investigación sugiere que la gran mayoría del procesamiento cognitivo y el control del comportamiento parecen ocurrir fuera de la consciencia. Lo cual explicaría por qué es posible tener la mente en blanco conduciendo y ser capaz de reaccionar dando un volantazo para no estrellarnos.
Este desacoplamiento de la atención y la percepción permite que la mente divague sin control consciente, la denominada 'mente errante', y que la mente detenga por completo su pensamiento consciente, la mente en blanco. Los científicos hallaron evidencia de la existencia de la mente en blanco como un estado mental distinto con una firma psicológica única. Es decir, la mente no está ni aquí ni allá, sino en ninguna parte que ha sido ignorada por las investigaciones empíricas de la consciencia y la atención.
Otro estudio del Instituto Turner del Cerebro y la Salud Mental de la Universidad Monash de Melbourne en Australia de 2021 vinculaba los lapsos de atención de la mente en blanco con los procesos fisiológicos que se dan en el cerebro cuando dormimos. Los investigadores apuntaron una interesante conclusión: que el sueño y la vigilia no sean “fenómenos de todo o de nada”, que tengan una relación más estrecha de lo que se creía, una suerte de intrusión del sueño durante el día que “apaga” la mente y que puede explicar una amplia gama de lapsos de atención, entre ellos la divagación mental o mente errante, la lentitud, la impulsividad y la propia mente en blanco.
Y un estudio aún más reciente de la Universidad de Lieja en Bélgica, publicado a finales de 2022, concluía que los cerebros se organizan durante los episodios de mente en blanco de una manera en la que todas las regiones del cerebro se comunican entre sí al mismo tiempo. Así, la mente en blanco estaría en un modo similar al del sueño profundo, pero despiertos. “Después de todo, es posible que los límites del sueño y la vigilia no sean tan discretos como parecen“, señalaba una de las investigadoras.
Pero estos estudios no parecen tener vínculo alguno con el proceso de la mente en blanco como bloqueo mental en situaciones de gran nerviosismo, estrés o ansiedad, en los que nuestro cerebro es sometido a una gran exigencia. Puede ocurrir cuando nos toca hablar en público, cuando nos enfrentamos a una examen decisivo o cuando tenemos una cita relevante. El elevado estrés que acompaña en ocasiones estas situaciones supone que el cuerpo reaccione.
El exceso de ansiedad y la concentración no suelen combinar bien. Por eso, a pesar de tener perfectamente planificado lo que vamos a decir o a escribir, nos quedamos bloqueados con nuestra mente en blanco y sin casi recordar lo que íbamos a hacer. Este tipo de experiencia de mente en blanco no llega producto de la relajación, el aburrimiento o el cansancio, sino del estrés. La forma de desbloquearnos pasa por recuperar el control de la situación, relajarnos, dejar pasar unos segundos hasta que la reacción de estrés vaya minimizándose.