Cuando pensamos en la inflamación solemos darle una connotación negativa a pesar de que, en principio, se trata de uno de los mejores aliados de nuestro organismo. Se encarga de defender a nuestro cuerpo de infecciones y virus y repara el tejido que ha sido dañado. El problema es que también puede ser nuestro peor enemigo cuando se convierte en crónica o sistémica, perjudicando gravemente nuestra calidad de vida. El exceso de infamación impide a nuestras hormonas encontrar un balance correcto. Sentirse excesivamente cansado o tener una hinchazón anormal son señales de estar pasando una fase de desequilibrio en nuestras hormonas.
La insulina, el cortisol y la histamina se alían contra nuestro sistema inmune con consecuencias como la obesidad, la pérdida de masa muscular, el envejecimiento, baja testosterona, pérdida de masa muscular, baja concentración y diversas enfermedades crónicas. Hablamos con la doctora y nutricionista Gabriela Pocoví, autora de 'Atención con la inflamación' (Zenith), sobre cómo estas hormonas se relacionan con la inflamación crónica.
¿Por qué hace tanto daño el estrés a la inflamación?
El estrés psicológico, las emociones y la vida acelerada nos llevan a aumentar nuestra producción de cortisol, que es la hormona del estrés. El cortisol deprime nuestro sistema inmunitario, aumenta la producción de insulina y la de histamina, que es una hormona que también interviene en la inflamación y altera nuestra microbiota intestinal. Entonces por todos los flancos el estrés nos va a afectar negativamente. Es verdad que a veces no podemos escapar de él, pero sí podemos aprender a gestionarlo un poquito mejor y tener herramientas para su gestión.
¿Qué es eso de la resistencia a la insulina?
Es un fenómeno que no solamente ocurre en las personas que tienen alteraciones de su glucemia o de azúcar en sangre, o personas con diabetes, sino que también ocurre en muchas personas hoy en día sin que lo sepan. Y es que básicamente se empieza también a producir resistencia a la insulina por el estrés que tenemos, porque, como te he dicho, el cortisol favorece una secreción aumentada de insulina y de glucosa.
La insulina es una hormona que nos ayuda a que la glucosa entre en nuestros músculos. Por eso es importante que la agreguemos. El problema está en que cada vez que comemos segregamos insulina. Si estamos todo el día comiendo, si no nos ejercitamos y llevamos una vida con estrés, vamos a segregar cantidades excesivas de insulina, y es probable que esto nos lleve un estado más proinflamatorio. Esto también que nos puede llevar a una prediabetes y otras alteraciones inflamatorias. La resistencia a la insulina es básicamente una epidemia actual, aunque no todos la desarrollamos, por supuesto.
Y la histamina, ¿cómo nos afecta?
La histamina es una una sustancia que tiene una función hormonal y también de neuroquímico, porque actúa en nuestro sistema nervioso. La histamina actúa como un medidor del estrés, pero su principal manifestación son las alergias. Hay muchos pacientes que no tienen una alergia diagnosticada o se hacen pruebas de alergia y dan negativo, pero sienten picores en el cuerpo, sienten palpitaciones, enrojecimiento, edemas, retención de líquidos, mucha sensación de mucosidad. Es cosa de la histamina, otra de esas hormonas que intervienen en la inflamación y que nos produce unos síntomas inflamatorios.
Muchos pacientes no es que tengan alergia, lo que tienen es una producción excesiva de histamina. Los síntomas que produce, dependiendo de la persona, pueden ser desde urticaria a dificultad para concentrarnos, pasando por palpitaciones, niebla mental, dolor de cabeza… pero es clave entender que está detrás de muchos problemas.
Danos tres consejos para llevar una vida mejor a partir de los 50
Cualquier edad es buena para empezar a cuidarnos. No hace falta que tengamos 50 años, pero sí es cierto que nuestra tolerancia al estrés disminuye con el tiempo y la inflamación aumenta con la edad, con lo cual es imprescindible vigilar la ingesta y la suplementación con vitamina de magnesio. También ejercitarnos, porque a partir de los 30 empezamos a perder cada vez más masa muscular y tenemos que hacer ejercicios de fuerza y, por supuesto, llevar a cabo una alimentación antiinflamatoria que nos ayude a todos los niveles.