La pérdida definitiva total o parcial del pelo en la cabeza se debe principalmente a la alopecia androgenética, que en ningún caso es una enfermedad sino un carácter sexual secundario. La buena noticia es que el desarrollo de la tecnología puesta al servicio de la dermatología estética y terapéutica hace posible el trasplante capilar. Una duda recurrente es cuál es la mejor época del año para un injerto capilar, si el invierno o el verano. En Uppers hemos consultado con distintos expertos por qué el invierno es la estación ideal para hacerse un injerto capilar o si lo aconsejable es realizar la intervención durante el verano.
La alopecia androgenética es una predisposición genética. Se desencadena normalmente a partir de la adolescencia en los hombres con una pérdida del cabello que puede ser gradual y alargarse toda la vida. Hacia los 18 ó 21 años la testosterona se puede transformar en dihidrotestosterona (DHT) y alterar el crecimiento del cabello llegando hasta una calvicie en zonas predispuestas a ella. El pelo termina perdiendo calidad y calibre hasta que cae porque el folículo se atrofia. En la mujer, en el periodo de transición natural del organismo hacia la menopausia, hacia los 50 años, el nivel de estrógenos desciende y la DHT afecta a los folículos pilosos generando el mismo efecto. En realidad, cualquiera está expuesto a perder parte del pelo o su totalidad.
A la hora de llevar a cabo el trasplante capilar, lo normal es rapar toda la cabeza en los hombres para seleccionar las unidades foliculares de las zonas más pobladas y de forma dispersa. En las mujeres estas unidades se suelen extraer de la parte posterior de la cabeza, por el simple hecho de que ni la sociedad ni muchas personas están preparadas para raparse completamente. Se llegan a escoger de 1.200 a 3.000 unidades foliculares con una broca tan ínfima que hace que la cicatriz se cierre sola. Después se realiza un microinjerto por cada una de esas unidades. El folículo ya implantado necesita reconectar con una arteriola para obtener riego sanguíneo. Cada uno de estos pelos implantados cae, pero a los cuatro meses aproximadamente volverá a crecer. El resultado definitivo se percibe entre los ocho meses y el año tras la intervención que es cuando todo ese cabello implantado ya crece junto al resto.
Los cuidados postoperatorios son sencillos: pulverizar la zona con agua termal los primeros días con el objetivo de evitar la sequedad y dotar de hidratación al cuero cabelludo, lavar la cabeza con un champú suave y evitar las costras que pueden salir al cicatrizar los microinjertos. Esos primeros días además hay que evitar agachar la cabeza para no incrementar el flujo sanguíneo en la zona y evitar que aumente la hinchazón que es normal. La frente se inflama y baja hasta los ojos hasta que va remitiendo con el paso del tiempo. Esos nuevos folículos capilares necesitan oxigenarse. De este modo, el alcohol y el tabaco nunca son aconsejables y menos aún tras una intervención de este tipo por los efectos secundarios que ocasionan en el organismo. Igualmente es necesario consultar con el especialista la ingesta de cualquier medicación y que sea él quien determine cuándo retomar la realización de ejercicio.
Durante los 15 días posteriores al injerto capilar el pelo se debe lavar a diario pero sin métodos agresivos: por ejemplo, sin que el chorro del agua golpee directamente en las áreas trasplantadas o para secarlo, no emplear toallas de rizo porque tiene mayor capacidad de arrastre, sino retirar el exceso de humedad con suavidad y dejar que seque al aire. Tras una semana conviene lavar el pelo con movimientos circulares con la yema de los dedos para que las costras vayan desapareciendo, pero sin arrancarlas. En este tiempo hay que evitar la fricción con peines agresivos, por el uso de cascos o la que generan los gorros o las gorras. Tampoco se debe hacer ejercicio ni sudar en exceso porque empeora la cicatrización al igual que los rayos solares.
Con todo esto, los dermatólogos no aconsejan una estación, el invierno o el verano como tales, para someterse a este tipo de intervención. El mejor momento es cuando el paciente tiene tiempo para descansar y cuidarse después del injerto capilar. Lo relevante para alcanzar el éxito está en la destreza del cirujano, en el seguimiento de la evolución y en la farmacología prescrita al igual que en los cuidados que lleve a cabo el interesado. Tanto el invierno como el verano tienen sus ventajas e inconvenientes. Lo más importante es que el paciente pueda ajustar su vida cotidiana y laboral a las circunstancias de modo que pueda mantener esas pequeñas cicatrices a salvo de elementos que las dañen.
El verano conlleva que la cabeza se expone directamente al sol. Por lo menos, durante 15 días es imprescindible protegerla y los gorros o todo aquello que genere una fricción no se recomienda. Tampoco es aconsejable sumergir la cabeza en las aguas cloradas y tratadas de una piscina o en el agua salada del mar hasta que el cirujano capilar lo indique. Por su parte, durante el invierno, la misma fricción de la ropa más pesada, vestirse y desvestirse por la cabeza o los gorros, capuchas y bufandas para protegerse del frío influyen negativamente en la recuperación de los folículos pilosos implantados.
A partir de aquí, el mejor momento para someterse a un injerto capilar es cuando el paciente tiene varios días de descanso en los que dejar a un lado las prisas para lavarse y secarse el pelo o vestirse. De igual modo es cuando puede librarse de permanecer al aire libre bajo el sol agresivo del verano o en las frías condiciones del invierno.