Sabemos que hacer ejercicio es una manera eficaz de combatir el deterioro cognitivo. El flujo de sangre al cerebro aumenta y las neuronas se encuentran mejor oxigenadas y alimentadas, algo que le viene muy bien a nuestra memoria y agudeza mental. También damos por hecho que al envejecer nuestra capacidad muscular se va a ir deteriorando, de forma que con los años nos resulta más difícil hacer movimientos relativamente sencillos como levantarse, sentarse o cargar con la bolsa de la compra. Sin embargo, esto podría ser indicador de la salud más importante de lo que parece.
Según una investigación de la Universidad Edith Cowan (ECU) en Australia este deterioro de la fuerza muscular podría ser un indicativo de demencia, una enfermedad que sufrirán 150 millones de personas en todo el mundo en 2050. Para comprobar esta hipótesis, los investigadores trabajaron con los datos del Estudio Longitudinal de Perth sobre el Envejecimiento en Mujeres, que contó con la colaboración de más de 100 mujeres que tenían una media de 75 años.
Los equipos midieron la fuerza de agarre de las participantes, el tiempo que tardaban en levantarse, caminar tres metros, darse la vuelta y volver a sentarse, lo que se conoce como TUG. Repitieron la misma prueba a los cinco años para poder ver si en esta ocasión tardaban más tiempo y comprobar, de este modo, la pérdida de rendimiento.
Los científicos corroboraron que las mujeres que resultaron tener menos fuerza y menos velocidad, eran el doble de susceptibles de desarrollar demencia durante los últimos años de su vida. Asimismo, las personas que en la segunda prueba habían perdido facultades, tenían más posibilidades de tener esta enfermedad en el futuro. De hecho, las probabilidades de morir por demencia se multiplicaba por cuatro en aquellas mujeres que más habían empeorado en el TUG cinco años después.
Durante los siguientes 15 años, los equipos se dieron cuenta de que casi el 17% de las mujeres habían tenido que ser hospitalizadas por demencia, o habían fallecido también por esta causa. El equipo aseguró que este indicador no está influenciado ni por la genética, ni por otros hábitos como el consumo de alcohol, el tabaquismo o la cantidad de ejercicio que se realiza.
"La incorporación de pruebas de función muscular como parte de la detección de la demencia podría ser útil para identificar a las personas de alto riesgo, que luego podrían beneficiarse de programas de prevención primaria destinados a prevenir el inicio de la enfermedad, como una dieta saludable y un estilo de vida físicamente activo", asegura el investigador principal, el doctor Marc Sim. "Tanto la fuerza de agarre como las pruebas de TUG no se realizan comúnmente en la práctica clínica, pero ambas son herramientas de detección baratas y simples", añade.
A pesar de que los resultados están respaldados por un trabajo de campo, Sim es cauto: "Los hallazgos emocionantes fueron que la disminución de estas medidas se asoció con un riesgo sustancialmente mayor, lo que sugiere que si podemos detener esta disminución, podríamos ser capaces de prevenir las demencias de la vida tardía. Sin embargo, se necesita más investigación en esta área".