El verano es una época en la que solemos estar más expuestos al sol y utilizamos cualquier medio a nuestro alcance para proteger nuestros ojos de la radiación ultravioleta, más intensa en estos meses. Este punto es fundamental para nuestra salud ocular a largo plazo. Protegernos la vista nos ahorrará problemas de visión a futuro.
El asunto de elegir unas buenas gafas de sol puede parecer baladí para quien no entienda la radical diferencia entre los modelos homologados y costosos y la batería de gafas de sol de marcas blancas cuyo proceso de fabricación puede no cumplir los estándares mínimos de salud y calidad. A fin de cuentas, en un alto porcentaje, las buenas no son precisamente baratas. Podríamos tener la tentación de pasarnos a modelos más asequibles con el fin de ahorrar, o simplemente por no darnos cuenta del riesgo. Como se suele decir, el diablo está en los detalles.
Utilizar gafas de sol homologadas nos brinda la tranquilidad de que estamos cuidando adecuadamente nuestra visión y previniendo posibles daños en nuestros ojos causados por los rayos ultravioleta. Este punto es importante para cualquiera, pero especialmente para las personas con ojos claros, más sensibles a la radiación solar.
¿Cuáles son los peligros de usar gafas de sol no homologadas?
No debemos engañarnos en este punto: las gafas que se venden fuera de las ópticas y centros autorizados no protegen adecuadamente nuestra vista, al no haber pasado ningún control sanitario que certifique su idoneidad.
Actualmente, ya hay estudios que señalan el altísimo porcentaje de gafas de sol no homologadas que usan los españoles distribuidas en estos puntos no autorizados. Más de un 90%, según recoge la Asociación de optometristas españoles a raíz de un estudio de la Universidad Complutense sobre distintos tipos de filtros solares. De los datos se deduce que más de la mitad acaban produciendo visión borrosa y desviaciones oculares. Casi un 27% de estos modelos no deberían usarse para conducir, hecho que desoyen muchos conductores.
Las gafas ‘malas’ (no homologadas) filtran más cantidad de rayos ultravioleta. Esto hace que nuestras pupilas se dilaten más, absorban picos de radiación inadecuados y nuestra vista, poco a poco, quede dañada con distintos tipos de lesiones: quemaduras superficiales, aumento de miopía y astigmatismo, degeneración macular, pterigión (crecimiento anormal de tejido en la superficie del ojo) burbujas en la córnea, fotofobia y cataratas, por nombrar solo algunos.
De hecho, es incluso más peligroso utilizar uno de estos modelos que ir con la vista descubierta. Los ojos son especialmente sensibles a la radiación ultravioleta, ya que la córnea y el cristalino no filtran estos rayos de manera efectiva cuando llevamos uno de estos modelos tan típicos de los mercadillos y de los puntos de venta poco fiables. Las gafas no homologadas amplifican el efecto de la radiación UV, y esta penetra en el interior del ojo y puede dañar los tejidos oculares.
La mejor opción es fiarse de las recomendaciones y directrices de los colegios oficiales de ópticos.
Para empezar, los modelos homologados de gafas de sol que han pasado los preceptivos controles llevan siempre las siglas CE, la marca del fabricante y una referencia numérica al modelo en particular. Todas se basan en el estándar UE 2016/425 y la Norma EN ISO 12312-1:2013 +A1:2015.
Han de estar en perfecto estado: con estabilidad en la estructura y sin defectos de fabricación, arañazos o burbujas en la superficie del cristal. Cualquier defecto visible será signo de que no han pasado los controles oculares y sanitarios adecuados.
Además, en las instrucciones deben incluir expresamente el nombre del fabricante o distribuidor en la Unión Europea, así como el grado de protección contra la radiación UV con la que cuentan.
Asimismo, han de indicar de forma clara y visible la categoría del filtro anti radiación que utilizan. Este va del 1 al 4, siendo el 4 el que mayor protección nos brinda frente a la radiación ultravioleta. Como mínimo, tienen que protegernos de la más dañina, por encima de los 4000 nm.