Silvia de Quintana, paciente de leucemia: "El cáncer me ha enseñado a vivir una segunda vez, ahora sin lastres"

  • Paciente y psicóloga nos ofrecen una guía muy clara de cómo hablar de cáncer cuando alguien cercano lo sufre

  • Su psicooncóloga, Olga Albaladejo, le propuso asumir una actitud de sí a la vida que ella acató con firmeza y muy buen humor

  • Abogada de 58 años, perdió la motivación para levantarse de la cama cuando tuvo que dejar de trabajar

¿Cómo volver a levantar un castillo de naipes una vez que cae sin dejar nada en su estructura? Este es el tormento que vivió Silvia de Quintana, abogada de Barcelona de 58 años, cuando tuvo que dejar de trabajar a causa de una leucemia. La falta de respuestas le hizo pasar un tiempo prácticamente encamada, pero no por la enfermedad, sino por la sensación de vacuidad. Hoy es una mujer nueva que quiere compartir cómo logró salir adelante.

"Me diagnosticaron leucemia mieloide aguda, un cáncer que se inicia en la médula ósea y pasa rápidamente a la sangre, en agosto de 2016. Acababa volver de unas vacaciones de Ibiza y me sentía extremadamente débil y cansada. Me dijeron que sería lo mismo que el resto de los compañeros que se iban incorporando: síndrome postvacacional. Empecé a sospechar que aquello no era normal cuando me vi un morado extraño e inexplicable en la pierna", explica. Decidió ir al médico y unos análisis avanzaron la posibilidad de una leucemia.

"Llevaba la palabra RIP en la frente"

Un equipo médico del hospital Clínico de Barcelona confirmó el diagnóstico y de inmediato inició el tratamiento. "Es un cáncer silencioso -advierte-, pero, al parecer, yo llevaba la palabra RIP (descanse en paz) en la frente". Con la primera quimio se le cayó el pelo; con la segunda, se le fue la regla. "No es fácil aprender a vivir de nuevo con una enfermedad difícil que causa tanta incertidumbre. Pero soy una mujer fuerte y optimista y no tuve que hacer ningún esfuerzo por continuar siéndolo".

Las cosas cambiaron cuando, al cabo de un tiempo de haber recibido trasplante por parte de una de sus dos hermanas, lo rechazó. "Empecé a tener algunas complicaciones en mi cuerpo que me llevaron a la incapacidad laboral absoluta y dejar el trabajo fue para mí el gran mazazo", dice. En aquella época, Silvia dirigía el área de Relaciones Laborales de una empresa del sector de la restauración colectiva con 19.500 empleados. Su día a día era la gestión de conflictos laborales de los trabajadores y colectivos. Disfrutaba de su trabajo y destacaba por su carácter optimista incluso en los casos de mayor presión.

Nunca tuvo pensamiento de muerte

Sumida en un divorcio mal gestionado emocionalmente, con un hijo de 18 años y los quebraderos propios de la edad y sin ninguna de las cosas que hasta entonces le traían alegría, como su trabajo, la lectura o su vida de siempre, cada día le fue costando más salir de la cama. Confiesa que mantenía su confianza en sí misma y en la medicina y que jamás tuvo el pensamiento de que pudiese morir a causa de la leucemia, pero ¿valía la pena tanto esfuerzo si no tenía ya metas ni aspiraciones que alcanzar? ¿Qué sentido tenía la vida? Qué preguntas tan complicadas cuando se pone todo del revés.

En medio de este vacío existencial, alguien le puso en contacto con la psicooncóloga Olga Albaladejo que, de inmediato, le propuso asumir una actitud de sí a la vida que ella acató con firmeza y buen humor. "Me animó a encontrarle un propósito a la vida y a asumir una responsabilidad conmigo misma, algo que me pudiese dar aliento para levantarme por la mañana. Me puso deberes que ella llamó quereres". Silvia decidió entonces que, aunque no pudiese trabajar, sí podía ayudar a otras personas con sus conocimientos y experiencia. Ahora se dedica, desde una fundación, al asesoramiento en el ámbito jurídico laboral a empresas y particulares.

El cáncer no es el único culpable de nuestro malestar

"Al hombre -decía Viktor Frankl- se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias, para decidir su propio camino". Y esto es lo que hizo Silvia. Está convencida de que la enfermedad le ha servido para vivir una segunda vez, esta vez sin lastres. "Olga me ayudó a comprender que no eran las circunstancias de salud lo que hacían mi vida insoportable, sino lastres anteriores que me incapacitaban para darle un significado".

Y lo mejor es que mantiene su sentido del humor. "Me permite tomar cada día con una sonrisa, no como si fuese una tragedia. Afortunadamente, soy una mujer optimista y procuro que la gente que me rodea vea las cosas de forma muy diferente. La vida hay que tomarla así. Con una sonrisa contagiamos alegría. Hasta los trabajadores de sindicatos y comités de empresa con los que anteriormente tuve que pelear por motivos laborales siguen enviándome chistes y mensajes.

Ha asumido que esto será crónico, que la leucemia es parte de su vida. Se ha prestado a un tratamiento experimental para reducir las posibilidades de que se reproduzca la leucemia y ha descubierto el encanto de llevar el pelo corto. Se ha apuntado, por primera vez en su vida, a un gimnasio y ha vuelto a la casa, recién restaurada, en la que se crio. Convive en ella con su madre y una de sus hermanas, también divorciada, que se convirtió casi en un ángel de la guarda desde que recibió el diagnóstico de cáncer. Sobre todo, sigue riéndose de todo, hasta de sí misma si llega la ocasión.

Ha entendido que es importante vivir, pero no cree que esté hecha de una pasta especial, ni tampoco que tenga especial coraje ni que sea una luchadora. "Luchadores y con coraje son quienes me curan, quienes ponen remedio a la enfermedad, quienes consiguen que me mantenga en pie".

Cómo hablarle a un paciente de cáncer

Al otro lado del teléfono tenemos a Olga Albaladejo, la psicooncóloga que ha ayudado a Silvia a vislumbrar esa nueva vida llena de alicientes. Además de sus terapias y técnicas, nos indica que una de las claves está en una forma de comunicar que debería tener en cuenta las pautas:

  • Respetemos sus espacios

Muchas veces necesitan algo que no saben si tendrán: tiempo. Tiempo para encajar lo sucedido, hacerse una idea y organizar su vida para integrar todo lo que se les viene encima (o se les vino). Y necesitan tiempo de forma repetitiva, desde el diagnóstico hasta el fin del proceso, sea el que sea. Por eso es importante que respetemos sus espacios.

  • Déjale reír si quiere reír y llorar si quiere llorar

Pregúntale qué necesita y ofrece ejemplos concretos de lo que puedes hacer. Puede mostrarse aturullado, le puede costar decidirse o explicarse. Así que otra de las cosas que necesita es paciencia y apoyo incondicional de sus seres queridos. ¿Y qué quiere decir incondicional? Pues que estaremos ahí para lo que necesite. Reír si quiere reír; llorar si es lo que siente; hablar, estar en silencio, abrazarle o mantenernos distantes. No es lo que nosotros queremos, sino lo que necesitan ellos.

  • Hazle sentir que mantiene el control

Una persona con cáncer necesita sentir que sigue siendo persona e independiente, querrá tener palabra tanto en su vida como en los tratamientos. Es fundamental que no pierda su identidad, ni su independencia en la medida de lo posible. Psicológicamente hace mucho tiempo que sabemos de los efectos dañinos de la indefensión y la impotencia.

  • Guíale hacia el lado bueno de la vida

Es importante mantener la actitud más positiva posible. Aprender a dirigir sus pensamientos hacia el lado bueno de la vida (que siempre lo hay) y a calmar la mente para evitar esos bucles de negatividad o preguntas con respuestas imposibles. Comprometerse con todas aquellas cosas que sí están en su mano para acompañar y potenciar los efectos beneficiosos del tratamiento: gestión emocional, nutrición, ejercicio, relaciones sociales y afectivas, ocio y humor o descanso son algunos ejemplos.

  • Se acabó decir "esta guerra la vamos a ganar"

No necesitan ver nuestra cara de sufrimiento o escuchar promesas que saben que no podremos cumplir (porque no dependen de nosotros) como "vas a estar bien" o "te vas a curar". Tampoco necesitan que les arenguemos como si fueran guerreros de una batalla invisible con frases como "tienes que ser fuerte" o "esta guerra la ganas". Ni que nos posicionemos como misioneros de una religión imposible con expresiones como "ya verás que de esta sales más fuerte". Seamos sensatos, demos nuestro apoyo escuchando bien sus necesidades.

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