La moda también tiene su peso en las farmacias e incluso en las drogas. Muchos de los fármacos que en los años 80 se consideraban imprescindibles en el botiquín familiar han desaparecido o han evolucionado. Nuevos preparados, más potentes o de más fácil acceso, han ido desplazando a los clásicos medicamentos, que incluso han desaparecido del mercado, pues sus compuestos eran totalmente adictivos.
Solo han pasado dos décadas desde que las anfetaminas en España se vendían en la propia farmacia. Las amas de casa y los estudiantes acudían a su farmacéutico de confianza, receta en mano, para pedir Katovit, Bustaid u Optalidón. La mayoría de los consumidores de tan cotizadas pastillas en los años 80 no eran conscientes de los graves efectos secundarios de las pastillas que tomaban a diario.
El denominador común de todos ellos era que en su composición contenían derivados de las anfetaminas. Las anfetaminas son aminas simpatomiméticas, una clase de droga con una fórmula química estructural semejante a la adrenalina que produce estimulación del sistema nervioso central (SNC).
Desde el Instituto de Química Médica (IQM) del CSIC, Ana Castro, investigadora y directora asegura en una entrevista a 20 minutos que “es fundamental conocer el mecanismo de acción de un fármaco para controlar los efectos colaterales de su uso. Todo nuestro cuerpo está interconectado y en él se producen numerosos y complejos procesos biológicos”.
Por ejemplo, un fármaco diseñado para actuar sobre una determinada diana terapéutica probablemente tendrá implicaciones en otros sistemas biológicos relacionados con ella. Es por este motivo que hay que valorar los efectos secundarios de todos los medicamentos, sopesar los beneficios y riesgos de su puesta en el mercado, señala Castro. En el caso del de estos medicamentos, fue el mecanismo de acción de las anfetaminas que contenían el principal motivo de su retirada.
Originalmente estaba pensado para ayudar a las personas mayores a combatir la fatiga física y mental, pero en los años 80 era un indispensable en las mesas de los estudiantes. Con la bendición de farmacéuticos, muchos de los estudiantes del momento se ponían hasta arriba de un derivado de la anfetamina para pasar las noches en las bibliotecas. Entre los universitarios se corrió la voz de que las propiedades del Katovit lo hacían idóneo para época de exámenes.
Entre la composición del complejo vitamínico, figuraban siete vitaminas y el prolintano, un derivado anfetamínico que puede producir taquicardia, insomnio, falta de apetito y sudores. Aunque era un medicamento que debía dispensarse con receta, en aquellos años, los farmacéuticos solían hacer la vista gorda y no era difícil para un adolescente hacerse con una caja en la farmacia. Fue en 2001 cuando se retiró el producto del mercado
El Bustaid estaba indicado para adelgazar y se podía conseguir en cualquier farmacia española. Un anuncio de la época lo presentaba: “Coma lo que quiera, adelgace con buen humor. La silueta más perfecta la consigue sin temor: BUSTAID para adelgazar”.
Optalidón
Este medicamento desapareció en 1983, cuando se prohibió su venta definitiva, justo después de que el laboratorio responsable cambiase su formulación y descendiesen las ventas. Hasta entonces, se vendía en las farmacias contra los dolores de cabeza, cefaleas y dolor menstrual. Era tomarlo y se pasaban todos los males, convirtiéndose en uno de los medicamentos más adictivos de la época.
Se vendía en las farmacias sin receta y aunque ahora pueda parecer imposible, también se vendían grageas sueltas en algunos kioscos a 5 pesetas el cartón con dos pastillas. Eran mayoritariamente mujeres de mediana edad, quienes tomaban casi diariamente su dosis de "dos optalidones". Y todas alababan las virtudes de esas pastillas. Su desaparición provocó un síndrome de abstinencia masivo entre sus asiduas.