La dilatación de las pupilas: un factor clave en el diagnóstico de una depresión

“Los ojos son el espejo del alma”, dice el refrán. Y está en lo cierto. Nuestros ojos pueden decir muchas cosas de las emociones que estamos viviendo por dentro por mucho que las intentemos ocultar. Nuestras pupilas con capaces de contar mucho sobre lo que nos ocurre, también de nuestra salud mental, en concreto sobre la depresión clínica, como ha señalado un estudio reciente publicado.

La investigación, recientemente publicada en Scientific Reports, expone que cuando una persona desarrollaba más síntomas de depresión, sus pupilas se dilataban menos cuando les ofrecían una recompensa de un euro. Esta fue la técnica que utilizaron, pues cuando tenemos dinero delante, nuestro cerebro hace que las pupilas se abran aún más.

Lo que esconden nuestras pupilas

“La reacción pupilar reducida fue particularmente notable en aquellos pacientes que ya no podían sentir placer y reportaron pérdida de energía”, ha explicado Andy Brendler, primer autor de la investigación y científico. Esa dilatación de la pupila forma parte de la respuesta de nuestro sistema nervioso a situación de excitación o de estrés, lo que ocurre es que en caso de personas con depresión si la pupila no se dilata podría ser un signo de que el circuito de recompensa en el cerebro está afectado.

“Este hallazgo nos permite comprender mejor los mecanismos fisiológicos detrás de la falta de sensibilidad”, expresa otro de los principales autores de la investigación y psicólogo e investigador del Instituto de Psiquiatría en Alemania Victor Spoormaker.

Una posible nueva prueba clínica

Las personas que se enfrentaron al estudio completaron tres tareas diferentes en un ordenador. En cada una de ellas la pantalla indicaba si había la posibilidad de recibir una recompensa financiera a través de imágenes para después pedir a la persona responder tras un destello luminoso. Cuanto más rápido se respondía, la pantalla mostraba la recompensa de un euro.

Gracias a esta investigación, más allá de la evaluación de comportamiento, se pone sobre la mesa la posibilidad de que el seguimiento ocular sea de utilidad como una prueba clínica más para poder clasificar a las personas con depresión en diferentes subgrupos e incluso para controlar su respuesta a los tratamientos.