La prolongación de la vida ha sido una de las metas de la humanidad desde que tenemos consciencia. Aunque hoy parezca mentira, durante siglos, la esperanza de vida de la población mundial permaneció fijada en torno a los treinta años y no fue hasta principios del siglo XX, gracias a las mejoras en áreas como la higiene, la expansión de los antibióticos y el acceso a la vacunación, cuando las gráficas poblacionales empezaron a mostrar curvas ascendentes relativas a la edad de las personas, una tendencia que sigue creciendo y no se espera que se detenga pronto.
Según la División de Población de las Naciones Unidas, la esperanza de vida global al nacer alcanzó los 72,8 años en 2019, una mejora de casi 9 años respecto a 1990. Se prevé que nuevas reducciones de la mortalidad darán lugar a una longevidad global media de unos 77,2 años para 2050. Más allá de las tendencias generales, hay un dato que sorprende en particular, y es que, en las últimas décadas, la cantidad de personas que llegan a los cien años se ha disparado sustancialmente. En el mundo había cerca de medio millón de centenarios en 2015, más de cuatro veces la cifra de las personas centenarias del año 1990, según estimaciones de las Naciones Unidas. Y se espera que este crecimiento se acelere: las proyecciones anticipan que en 2050 habrá 3,7 millones de centenarios en el mundo.
¿Cuál es el secreto para vivir cien años? "No existe un punto de vista demográfico separado del social. La demografía calcula, en las condiciones de un momento dado en el tiempo, cuál es la probabilidad de que un bebé recién nacido alcance los cien años en Cataluña. En los últimos años, este indicador ha sido del 2 % en los hombres y del 4 % en las mujeres", explica Pau Miret, demógrafo del Centro de Estudios Demográficos y profesor colaborador de los Estudios de Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). "Así que podríamos decir que el secreto para vivir muchos años desde el punto de vista exclusivamente demográfico es nacer mujer, algo que no podemos elegir", bromea.
Salvador Macip, médico y director de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, investiga las bases biológicas del envejecimiento desde hace más de 25 años, siempre con la idea de entender por qué envejecemos para poder buscar después formas de retardar este proceso. "En mi laboratorio actualmente trabajamos en varias líneas en torno a este tema, sobre todo para buscar marcadores que nos permitan saber la edad real de nuestros tejidos y definir dianas terapéuticas. También investigamos fármacos y otras intervenciones que puedan mejorar el envejecimiento", explica sobre los avances de su investigación. "Entre otros aspectos, hemos mejorado un 30 % la esperanza de vida de unos ratones y, lo más importante, un 400 % su salud en el tramo final de la vida. También estamos estudiando la respuesta a cambios dietarios en mujeres menopáusicas, para ver si tienen algún efecto en el envejecimiento que experimenta esta población", señala.
Los expertos concluyen que no hay una fórmula única para llegar a los cien años en buenas condiciones, ni pueden determinar con certeza por qué algunas personas viven más que otras. "Existen muchos factores que sabemos que determinan cómo envejecemos, y posiblemente no los conocemos todos", admite Macip. "Hay factores genéticos, que dependen de lo que heredamos de nuestros padres, y otros están relacionados con el entorno y los hábitos de vida, y el peso que tienen unos y otros todavía no está claro". Macip considera que se ha abusado del concepto de las zonas azules, lugares del planeta donde hay una concentración inusual de centenarios, intentando vender la idea de que todo era debido a la dieta o a alguna característica del entorno, cuando la realidad es mucho más compleja.
Hay consenso en que la genética tiene, sin duda, una gran incidencia en la longevidad, así como los hábitos saludables: una dieta equilibrada y sin muchos excesos, ejercicio moderado constante y no fumar ni beber son algunas de las recomendaciones de los expertos para conservar una buena salud y, a la vez, retrasar los procesos biológicos del envejecimiento. "También es importante disponer de una buena red social que te mantenga activo, que es un factor que se menciona poco: si no se tienen motivos para vivir, no se llega a estas edades", apunta Macip.
Varios estudios a lo largo de los años han señalado que, en efecto, nuestro estado de ánimo tiene cierta incidencia sobre la longevidad. No sufrir estrés o ansiedad son algunos de los factores clave que nos hacen vivir más años. "También son más longevas las personas que tienden al optimismo, que viven en pareja o están rodeadas de una comunidad, y, por lo tanto, evitan el aislamiento. En cuanto a la personalidad, viven más las personas que no son impulsivas", explica Montserrat Lacalle, psicóloga experta en personas mayores y profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
"No debemos caer en la simplicidad de pensar que quien es más feliz vive más años, sino que tenemos que considerar que esta variable influye en otras. Por ejemplo, una persona con buen estado de ánimo probablemente tiene más vida social y una cotidianidad más llena de estímulos que una persona que sufre una depresión y que, seguramente, actúa de una forma radicalmente diferente", aclara la experta.
Y si hablamos de alargar la vida, la cuestión clave es de qué manera queremos vivirla. A pesar de que la calidad de vida ha aumentado también en los últimos tiempos, no lo ha hecho de forma paralela a la esperanza de vida. "Esto quiere decir que cada vez vivimos más años con mala salud, que no es ni mucho menos el objetivo", concluye Macip, quien aclara que "los que investigamos el envejecimiento, sobre todo lo que buscamos es precisamente alargar estos años buenos. La longevidad ya vendrá después". De momento, pero, para Lacalle "las sociedades no se están adaptando demasiado al envejecimiento, y no están preparadas para afrontarlo.
Hoy en día las familias tienen mucha movilidad geográfica, lo que dificulta que los hijos puedan cuidar de los padres, si no viven en el mismo país. Además, cada vez se tienen menos hijos, y esto complica las atenciones". En este contexto, Miret opina que "hay que dar respuesta a los nuevos patrones sociales, a los nuevos roles de género. La respuesta colectiva está relacionada con el estado del bienestar: la atención sale del ámbito estrictamente familiar y pasa a un ámbito público. Aun así, observando las tendencias en nuestra sociedad, no parece que vayamos por el buen camino, y da la impresión de que solo el mercado privado, de pago individual, dé respuesta a estos nuevos problemas de atenciones".