El último informe publicado por la Organización Mundial de la Salud es claro: "Las enfermedades mentales son ya la principal causa de discapacidad y son responsables de uno de cada seis años vividos con discapacidad". La afirmación, tan real como abrumadora, debe ayudarnos a reflexionar y a valorar la calidad de nuestra salud mental, así como a actuar en consecuencia.
Más vale prevenir que curar y cualquier señal de alerta, por mínima que parezca, puede ser más que suficiente para dar un paso adelante y ponerse en manos de profesionales. Hace tiempo que la sociedad trabaja en conjunto para tratar de que el tabú sobre pedir ayuda psicológica desaparezca, pero aún queda camino por recorrer. Al menos, para determinados perfiles más reacios a mostrar sus 'debilidades', si es que se puede llamar así a un problema que afecta a un 25% de la población mundial.
Luis Moya es doctor en psicología y catedrático de psicobiología, luego es voz autorizada para analizar todo lo expuesto anteriormente y mucho más. Acaba de publicar '¿Necesito ayuda psicológica?' (Plataforma Editorial), una obra en la que nos ayuda a detectar señales sobre problemas de salud mental así como a encontrar el mejor modo para pedir ayuda.
Luis Moya tiene muy claro que “hay diversas razones por las que nos cuesta ir al psicólogo, pero sobre todo tienen que ver con motivos culturales. Siempre se ha entendido como una debilidad y una vergüenza. Tradicionalmente se nos ha transmitido que debemos ser fuertes y capaces de manejarlo todo sin ayuda y no es así”.
De hecho, esto se agudiza en el caso de los hombres y a partir de cierta edad: “Cuanto mayor es la persona, más le cuesta buscar ayuda. Para los hombres de unos 50 o más es impensable mostrar vulnerabilidad. Incluso hay personas muy formadas que creen que ser fuerte significa no caer en la depresión, como si fuera una elección. No elegimos enfermar, tener depresión o ansiedad. Creen que pueden controlarlo todo y les da vergüenza pedir ayuda”.
Afortunadamente, tal y como nos explica el doctor Moya, parece que las nuevas generaciones están dando la vuelta a esta situación: “La sociedad joven está normalizando más el acudir al psicólogo. Mientras que en generaciones anteriores era visto como algo de locos y una vergüenza que se ocultaba en las familias, ahora estamos dejando de lado ese modo de pensar”.
Sin embargo, no todo gira alrededor de una decisión personal. “Muchas personas no buscan ayuda porque no saben que están mal, no quieren verlo o no quieren que otros lo vean. Falta educación emocional para reconocer y gestionar las emociones”, analiza Luis Moya, que aporta otros motivos por los que no se busca ayuda psicológica.
“El miedo a enfrentarse a lo que está pasando es un gran limitante. Muchas personas aguantan hasta estar en una situación muy grave antes de buscar ayuda. Esto es un proceso que se acumula y puede llevar a considerar la ayuda profesional como una última esperanza. Las adicciones, por ejemplo, muchas veces son intentos de regular la desregulación emocional”, explica.
El doctor Moya nos ofrece una serie de signos a los que estar atentos: “Las alarmas más comunes de problemas mentales incluyen cambios en el estado de ánimo, desmotivación, falta de cuidado personal, irritabilidad, alteración del sueño y la alimentación, y una disminución en el rendimiento laboral o académico”.
Nuestro sistema de salud, en cualquier caso, no está preparado para asumir todos los problemas psicológicos que afectan a la población. Luis Moya, no en vano, lo denuncia con preocupación. “Nuestro sistema no destina suficientes recursos a la salud mental, y muchas personas con cuadros importantes terminan siendo atendidas solo por médicos de cabecera que no tienen la formación adecuada para estos casos”.
Pero no se queda ahí. “Muchos suicidios podrían evitarse con un mejor servicio de salud mental. Actualmente, solo se atienden casos graves si hay ideas suicidas programadas; de lo contrario, se quedan con el médico de cabecera. No entiendo por qué no se destinan más recursos a este tema, aunque sólo fuera por el alto coste económico y social que conllevan los problemas de salud mental”.
Expongamos unas cifras para situar lo que hoy en día suponen los problemas de salud mental. Según la Confederación de Salud Mental de España y tomando como referencia datos recogidos por la OMS, el 12,5% de todos los problemas de salud está representado por los trastornos mentales, una cifra mayor a la del cáncer y los problemas cardiovasculares. Además, entre el 35% y el 50% de esas personas nunca reciben tratamiento o al que se someten no es el adecuado.
Si centramos el foco en España, según un estudio realizado por el Colegio de Psicólogos de España, casi dos tercios de los encuestados reconocen que sufren estrés mientras que, por aquí comenzamos a ver la luz, un 65% de la muestra explica que ha visitado a un especialista de salud mental en el último año.
Luis Moya nos da su visión sobre el problema del estrés en concreto: “El estrés es una respuesta adaptativa que nos permite resolver problemas. Sin embargo, el estrés crónico puede causar problemas graves de salud. La sociedad actual tiene una mejor calidad de vida, pero también se enfrenta muchos procesos de estrés crónico. La gestión del estrés depende de cómo cada persona vive las situaciones y del apoyo social que tiene”.
Cierto es que el ritmo de vida actual no es fácil de seguir para nadie, aunque es una situación que cada uno gestiona a su manera. “Lo que consideramos saludable depende de cómo vivimos. El estrés tiene dos componentes: lo que ocurre externamente y cómo lo percibimos. Vivir con estrés depende de la connotación que le pongamos. Si tengo más demandas de las que puedo manejar, me estreso. Es importante equilibrar las demandas con nuestros recursos”.
Partiendo de todo lo expuesto anteriormente, el doctor Moya nos sirve una serie de consejos para cuidar nuestra salud mental. “El autocuidado es esencial: para estar bien con los demás, primero hay que estar bien uno mismo. Esto incluye ejercicio físico, buena alimentación, ritmo de sueño, optimismo y meditación. El día tiene 24 horas, por lo que debemos evaluar lo que podemos hacer y a qué renunciamos”.
La edad aparece como una causa más de posible estrés. Sin embargo, eso también se puede combatir. “A medida que envejecemos, hacemos un duelo por nuestras capacidades físicas y mentales. Lo que nos envejece es la rutina. El cerebro es neuroplástico y puede crear nuevas sinapsis toda la vida. Si no le damos oportunidades al cerebro, podemos entrar en procesos depresivos. Envejecer puede ser estresante, pero depende de nuestra capacidad de autocuidado. Mantener la actividad física y mental es crucial para evitar la ansiedad y la depresión”.
Pasemos de la primera persona a la segunda. De mirarnos nosotros mismos a mirar hacia los demás y cómo es bueno reaccionar cuando vemos que alguien puede estar sufriendo problemas de salud mental. Luis Moya nos da también unas pautas: “Lo primero es validar sus sentimientos y emociones, escuchar y hablar abiertamente. Es fundamental acercarse emocionalmente y ofrecer ayuda práctica. No debemos minimizar sus problemas ni comparar con nuestras experiencias. Es importante que la persona se sienta comprendida y darle opciones para buscar ayuda profesional si es necesario”.
Para terminar, Luis Moya nos traslada a un mundo ideal y cómo se podría encarar el día a día a nivel de salud mental. “Recomendaría una revisión psicológica anual si fuera posible, aunque en la actualidad es imposible porque el sistema de salud mental está desbordado. Si uno puede permitírselo, una psicoterapia siempre puede ayudar, pues siempre hay cosas que mejorar y resolver. Es fundamental buscar ayuda rápidamente si creemos que podemos estar mal. En un mundo ideal, un chequeo psicológico regular sería magnífico”.