Einstein decía que solo hay dos tipos de personas, las que creen que todo es un milagro y las que piensan que nada lo es. Y, sin embargo, hay muchas más formas de agrupar a la humanidad en dos bandos: los que hacen que las cosas pasen y los que miran las cosas pasar; los que tienen una pistola y los que cavan; la tortilla de patata con y sin cebolla; y lo que aquí nos interesa: los que se levantan como un resorte cuando suena la alarma del despertador y los que se quedan en la cama cinco minutitos más. Para estos últimos hay una buen noticia: un nuevo estudio científico ha confirmado que tomarse ese tiempo extra es beneficioso para la salud, en contra de la creencia popular.
Este estudio de la Universidad de Estocolmo, publicado en la revista 'Journal of Sleep Research', cruzó datos tomados de una encuesta realizada a más de 1.700 personas de todo el mundo con los resultados de un experimento realizado con una treintena de participantes consistente en medir el rendimiento cognitivo y el bienestar tras varios días de posponer varias veces la alarma.
Según los resultados, retrasar la alarma hasta tres veces durante 30 minutos no solo apenas tendría efectos sobre el tiempo total de sueño -6 minutos menos con las alarmas-, sino que reduciría la inercia del sueño, es decir, esa sensación tan molesta de somnolencia que se arrastra después de despertarse de forma abrupta.
Aquellos que presionaban el botón para posponer la alarma mostraron un mejor rendimiento recién levantados en varias funciones cognitivas, como la velocidad aritmética o la memoria episódica. Dicho de otra forma, los cinco minutos extra pueden hacerte más competente en el trabajo.
Más mitos desmontados. Históricamente se ha esgrimido que esos cinco minutos de más de descanso no merecían la pena porque luego te pasabas todo el día irritado o irritable. Pues tampoco es así. Según el estudio, posponer el despertador “no parece afectar al estado de ánimo, al sueño que se siente por la mañana o al incremento de la hormona del estrés que tiene lugar dentro de la primera hora después de despertarse para ayudar al cuerpo a prepararse para el día”.
En cualquier caso, cualquier forma de despertar que no sea natural es poco saludable. Menos aún si la causa es un sonido fuerte y estridente. En este sentido, otro estudio demostró que la alarma que elegimos afecta directamente al aumento o reducción de la inercia del sueño. Así, las más melódicas mejoran los niveles de alerta, y las más agresivas inducen más a la somnolencia.
Según Tina Sundelin, autora principal de la investigación de la Universidad de Estocolmo, “tal vez algo como una alarma luminosa de las que iluminan lentamente la habitación funcionaría de manera similar pero sin tener varios despertares bruscos”.