La cara es nuestra carta de presentación. La mirada, los gestos y la sonrisa. Esta última probablemente la que más. Por eso un buen cuidado dental es más que necesario, ya no solo por salud e higiene, también por estética y para poder sonreír sin ningún tipo de complejo. Pero en ocasiones esa sonrisa se evita por diversos motivos, entre los que suele encontrarse ese color algo amarillento de los dientes que pueden deberse en ocasiones al consumo de determinados productos que terminan manchando la dentadura. Por ello, cada vez más personas recurren al blanqueamiento dental, pero siempre hay que seguir unos cuantos consejos si no quieres terminar con un blanco nuclear tan potente como el de Ross Geller en uno de los capítulos de la serie ‘Friends’. ¿Lo recuerdas?
Son diversos los motivos por los que los dientes pueden oscurecerse o tomar ese tono amarillento que invite a hacerse un blanqueamiento dental. El Consejo General de Colegios de Odontólogos y Estomatólogos de España hace referencia a dos posibles causas:
Se puede optar por dos vías, acudir al odontólogo o decidirse por un tratamiento alternativo de venta en farmacias. Este último muchos dentistas reconocen que son seguros, pero para ello es primordial que se compren en farmacias y no en otros lugares. El problema de estos productos es que tardan más en hacer efecto y su efectividad es mucho más baja. Además, ante cualquier problema, no hay un seguimiento médico detrás.
Por eso mismo, lo más recomendable es acudir a un especialista, ya que aunque en el pensamiento es que es un tratamiento estético, no deja de ser un proceso odontológico para conseguir unos dientes más blancos. El odontólogo será el que, tras un examen bucal, recomiende un tratamiento u otro, que se puede llevar a cabo en sesiones en la consulta o desde casa, yendo a revisión continuamente para constatar que el proceso va bien.
El peróxido de hidrógeno es el producto que se suele utilizar para blanquear los dientes, aunque su concentración suele depender del diagnóstico previo del odontólogo para suministrar las dosis exactas. Es más, si existiesen caries u otros problemas bucodentales, lo más seguro es que no se pueda realizar el tratamiento hasta que estén resultados, de ahí la importancia de acudir a un especialista que aconseje y realice el tratamiento más adecuado dependiendo de las circunstancias.
Por lo general el blanqueamiento dental es prácticamente indoloro, aunque en algunas personas con mucha sensibilidad pueden sentir una especie de sensación desagradable como cuando se bebe una bebida excesivamente fría que molesta. También es cierto que lo normal es que la sensibilidad dental en los primeros dos días, más o menos, sea mucho mayor en casi la totalidad de los casos.
Y mucho cuidado si no quieres estropear el resultado. La dieta en los días siguientes es clave, pues se suele recomendar una dieta blanca al menos una semana después para que el diente no se manche, además quienes fumen tendrán que apartar el tabaco de su vida durante unos días si no quieren que el dinero invertido vaya a la basura.
La duración es otra de las incógnitas. Por lo general hay que hacer revisiones anuales para ver la evolución o si se ha perdido el color blanco de manera excesiva. Aún así, el mantenimiento es clave, en especial en lo referente a la higiene, lavando los dientes tras las comidas, especialmente si son alimentos que pueden oscurecer la dentadura. Algunos tratamientos alternativos son las férulas de gel de peróxido de hidrógeno una vez al mes que, junto a la higiene, pueden hacer que se mantenga el blanco natural.
Con estos consejos y tips parece que el blanqueamiento dental es un proceso más complejo de lo que un principio puede parecer, en donde la intervención de los especialistas y su diagnóstico es importantísimo para obtener resultados naturales y perfectos, que necesitarán un buen mantenimiento para no tener que repetir el proceso.