En China los ciruelos representan el tesón frente a la adversidad porque comienzan a florecer en invierno. Para los japoneses simbolizan la riqueza y la abundancia puesto que sus flores anticipan el inicio de la primavera. Incluso en el Antiguo Egipto ya comían sus frutos porque debían conocer las propiedades y los beneficios que aporta.
A España los ciruelos llegaron desde la zona del Cáucaso, Anatolia (Turquía) y Persia (Irán) y actualmente hay plantaciones en las áreas mediterráneas con temperaturas suaves, en Aragón, en Lérida y en Sevilla. También se cultivan en Chile, Argentina, Sudáfrica y Estados Unidos.
Los ciruelos pertenecen a la familia de las rosáceas y al género prunus al igual que el melocotón o el almendro. Hay muchísimas variedades que dan ciruelas de pequeño a gran tamaño, con el color de la piel amarillo, verde, rojo o lila oscuro. Lo que todas comparten es la carnosidad de su pulpa con una única semilla y un alto contenido en agua, lo que hace que sean más o menos jugosas.
En las tiendas podemos empezar a encontrarlas de mayo a octubre en sus diversos tipos, así que ahora ya casi es el momento de llevarlas a casa por su rico sabor y por la larga lista de beneficios de comer ciruelas para el organismo. Entre sus modalidades destacan; la Aranda, de calibre medio y piel granate oscuro, carnosa pero no dulce; la Santa Rosa, grande, con la piel de color rojo intenso y una carne amarilla ámbar, jugosa y mucho más dulzona; la Golden Japan, de piel amarilla clara y brillante y extremadamente acaramelada; o las de piel verde como la Reina Claudia de Oullins, con matices morados y una carne pálida y jugosa; o la Claudia Reina Verde, oscura, la de mayor dulzura de todas, y la que también se suele utilizar en mermeladas y compotas.
Aunque una de las preferidas y solicitadas es la Metley, conocidas como la ciruela fresa, de calibre pequeño, con una piel casi morada y una pulpa extradulce y de color rosa fuerte. No la busques en un gran hipermercado porque tendrás que pedirle al frutero de tu barrio que te avise cuando llegue.
Lo más aconsejable es comprarlas maduras pero firmes para consumirlas en los dos o tres días siguientes. Las suele cubrir un ligero polvillo mate que se elimina con el lavado. Si están verdes, lo mejor es dejarlas fuera del frigorífico para que maduren.
Un 82% de la ciruela es agua, pero el resto es un tesoro para el organismo. Por cada 100 gramos, un 11,42 g son hidratos de carbono con un 1,42 g de fibra y 9,92 g de azúcares. No tiene grasa y 0,7 g son proteínas. Además, contiene Retinol (vitamina A) y Vitamina C, además de otras como la Vitamina B, B2, B3, E y K. En cuanto a los minerales, destaca su contenido en potasio y calcio y, en menor medida, en fósforo, hierro y magnesio.
Las ciruelas contienen tanta agua y fibra que favorecen el tránsito intestinal y son saciantes. Su azúcar natural de absorción lenta para el organismo, el sorbitol, también colabora en este proceso.
Tomarlas en ayunas evita el estreñimiento y, ante situaciones extremas, recomiendan las ciruelas pasas rehidratadas. El truco consiste en dejar dichas ciruelas pasas en remojo durante la noche para tomarlas al día siguiente e incluso beberse el agua.
La temporada de las ciruelas es tan corta que se secan y deshidratan para consumirlas todo el año. Es una tradición rellenar con ellas el pavo para Navidad o añadirlas a la salsa de un lomo de cerdo asado.
Los griegos y los romanos, a través de la Ruta de la Seda, se trajeron las ciruelas pasas de China donde ya las utilizaban. Que estuvieran deshidratadas servía para consumir fruta durante los viajes en caravana y las largas travesías por mar.