Dejar de fumar es uno de los retos más difíciles que puede afrontar un ser humano. No solo por lo que de adictivo tiene el tabaco: durante décadas, imperó la idea de que tener un cigarrillo en la mano y echar bocanadas de humo era guay; le hacía parecer a uno más interesante. También más rebelde. Incluso se asoció el hábito a una personalidad más varonil. Pero quizá lo que hace más arduo el intento es que en muchos casos se trata de un apego de décadas: dado que en la mayoría de casos el vicio se adopta en la adolescencia, alguien de 50 años puede llevar fumando 35. En ese caso, el "fumeque" se ha convertido en un compañero de viaje al que cuesta desacostumbrarse. El 31 de mayo es el Día Mundial Sin Tabaco y repasamos cómo es renunciar a tan nefasto hábito en la edad madura y qué factores intervienen.
Según la Encuesta Nacional de Salud, un 18,8% de mujeres y un 25,6% de hombres fuman a diario. De acuerdo con el INE, la edad media de inicio en el tabaco es de 17,12 años. Con todo, en los ochenta se empezaba más temprano: el 66,5% de los fumadores daban sus primeras caladas antes de los 16 años, según un informe de la Comunidad Foral Navarra. "Se enmarca en un rito de iniciación a la vida adulta", sugiere ese estudio. Paloma (66), auxiliar administrativa jubilada, comenzó a los 14 o 15 años, espoleada por un sentimiento de rebeldía: "En casa no fumaba nadie, pero por llevar la contraria todos salimos fumando".
Para explicar por qué durante mucho tiempo se ha relacionado la acción de fumar con un espíritu de rebeldía hay que remitirse a inequívocas referencias culturales. Héroes indómitos del cine como Humphrey Bogart o John Wayne eran auténticas chimeneas. Esa falsa idea de independencia la transmitían incluso las revistas femeninas de los años treinta, como detectó Penny Tinkler, de la Universidad de Mánchester, en 2001: "Las representaciones de mujeres fumadoras se emplearon en los años de entreguerras para transmitir y desarrollar cuestiones clave de género: rebeldía, modernidad e intimidad heterosexual", concluyó la investigadora.
Fumar era también signo de glamur. Las adolescentes cuya estrella favorita de cine fumaba en películas tenían un 80% más de probabilidades de fumar en comparación con aquellas cuya estrella favorita no fumaba en pantalla, decretaron científicos de la Universidad de California en San Diego en 2011. Pero, sobre todo, simbolizaba un antiguo concepto de masculinidad. Según un estudio mexicano, el fumar en los hombres adolescentes configura su masculinidad, reta lo establecido, es vehículo de homosocialización y se relaciona con el riesgo. Lo veíamos en los ciclistas de los años treinta y cuarenta, que escalaban infernales pendientes cigarro en boca; y en ese coso de grandes trifulcas que es el Congreso de los Diputados, antaño reservado a varones. Encender un pitillo le convertía a uno en un tipo duro.
Pero cuando se tiene 15 años no se es plenamente consciente de esas connotaciones. "Empecé a fumar sensiblemente antes de ser mayor de edad", dice Ricardo (59). "De joven no me daba cuenta de lo que significaba. Es de ese tipo de cosas que elaboras a posteriori".
Tales conceptos han cambiado para bien en los últimos años. La Ley Antitabaco de 2011, que prohibía fumar "en cualquier tipo espacio de uso colectivo, local abierto al público, que no esté al aire libre", vació de humo bares y espacios de trabajo, donde se practica la socialización. En 2017, el gobierno francés vetó la venta de varias marcas de tabaco que se presentaban como chic. El vapeo se vio como una alternativa moderna a mediados de la pasada década, y aunque su consumo se desinfló enseguida, contribuyó a subrayar que el tabaco era algo del pasado. El auge de lo healthy ha desterrado costumbres tóxicas. Por último, la consolidación de nuevos patrones de masculinidad relegan por casposos a los pretéritos.
Es en el tramo de edad que va de los 35 a 54 años cuando las personas expresan su deseo de dejar el tabaco. Métodos hay muchos, que van desde la hipnosis, la acupuntura y el láser al apoyo psicológico. Ricardo Artola, editor literario que fumaba 30 cigarrillos al día (tres seguidos después del desayuno), lo logró por un curioso sistema. Años antes, en un viaje a la isla de Samos había conocido a un griego maduro en estupenda forma que había abandonado el hábito al cumplir el medio siglo; decidió seguir su ejemplo. "Se me quedó grabado y conforme iba cumpliendo años que me acercaban a los 50 me acordaba de eso. Cuando llegó esa fecha emblemática, ya había tomado la decisión de dejarlo", explica. Lo había intentado antes varias veces sin éxito. "Pero creo que forma parte del proceso; no creo que haya que vivirlo como algo negativo o traumático".
En parte para reforzar su empeño, en parte para difundir su experiencia, escribió un libro (Y un día dejé de fumar). "Leí todo lo que encontré sobre el tema y desarrollé mi propio método", asegura. "Se basa en usar la sabiduría del fumador, que sabe las cosas que funcionan y las que no. Comprendí que no puedes cambiar una faceta de tu personalidad de un día para otro; debes ir preparándote. El fumar con boquilla parece una tontería, pero te va preparando: vas tomando las riendas de tu vicio con eso. De algún modo sentí que esta vez era la buena, que no había vuelta atrás; y esa claridad no la había sentido antes".
Toda una vida pegada al humo no supuso un obstáculo para él. "Nunca es demasiado tarde para dejarlo. Cualquier edad es buena. Una cosa que descubres cuando investigas sobre el asunto es que el cuerpo es benévolo con tu vicio de muchos años: en pocas semanas hay unos procesos positivos, en meses procesos más positivos… Al cabo de un año son exponenciales y al cabo de 10 a efectos médicos es casi como si no hubieras fumado", señala.
Ahora se siente, sobre todo, más libre. "No hay cambios muy gráficos", dice. "Es más algo negativo que te quitas. Cuando eres fumador, das cuatro zancadas y ya estás desfondado; ahora las das y no te pasa nada. Sí existe el gusto de decir: 'Me he quitado un vicio'. Una de las cosas que más valoro es la libertad. Fumar indudablemente la condiciona: la ansiedad cuando vas a coger un vuelo de seis horas; el tener que salir de casa con tabaco y mechero; el acordarte de comprar tabaco para no quedarte sin él; el salir de casa a horas intempestivas si te has olvidado…, son muchas pequeñas cosas que coartan tu libertad".
Paloma, quien fumaba un paquete al día, también lo había intentado antes, pero no fue hasta que un problema de salud la obligó a renegar de las cajetillas cuando lo consiguió definitivamente. "Probé con los cigarrillos electrónicos, con parches y pastillas de nicotina…", revela. "Entonces me detectaron un EPOC moderado [enfermedad pulmonar obstructiva crónica] y tenía que dejarlo sí o sí". Esta vez se lo tomó muy en serio. "La persona que quiere dejar de fumar debe encontrar el momento y decir: ‘ya’. Mientras tanto, por mucho que te digan, te da lo mismo. Aunque te lo diga un médico. Eres tú mismo quien decide dejarlo. Lo cual no quita que necesites ayuda. Sabía que sola no lo iba a lograr".
Buscó en Google y descubrió la técnica del láser, a la que se sometió hace ahora un año, cuando ella tenía 65. "Dejé de fumar desde el primer día", dice. "El último cigarrillo me lo fumé antes de entrar en la clínica. Tenía tabaco en casa (y lo sigo teniendo) y no lo cojo. Salí como nueva. De hecho fui derecha a tomarme una cerveza, que para mí era sinónimo de coger mi cigarrito, y no sentí la necesidad".
Roberto Flores, propietario de Láser Stop Tabaco (el centro donde se trató a Paloma; cuenta con clínicas en varias ciudades españolas), explica en qué consiste esta técnica: "Es como la acupuntura, pero con láser específico para dejar de fumar. Se estimula una serie de puntos (zona auricular, zona facial, brazos, manos) y conseguimos que el propio cuerpo segregue endorfinas. Esa liberación dura de 15 a 18 días, que es el tiempo que tarda el cuerpo en adaptarse a una nueva situación". Cualquiera puede someterse a este tratamiento. "Es indoloro y sin contraindicaciones ni efectos secundarios", añade. "Se puede aplicar en personas en tratamiento oncológico, mujeres embarazadas… La semana pasada tratamos a una señora de 85 años". Solo requiere dos sesiones, "aunque dejas de fumar desde la primera".
El porcentaje de éxito, asegura Flores, es del 93%. Cuando no se obtiene es porque el paciente no está realmente mentalizado para dejar el tabaco. "No puede dejar de fumar quien no está dispuesto a hacer ningún esfuerzo", afirma el experto. "No deja de ser una droga, de las peores que hay, con una capacidad de adicción impresionante, y quien no quiere hacer un cambio de hábitos no deja de fumar". Por su experiencia, muchos años de tabaquismo no dificultan la cura. "Hay personas que fuman solo cinco o seis cigarros al día, pero los tienen asociados a determinados momentos de la jornada, y dejarlos les produce una ansiedad mayor que a gente que fuma dos o tres paquetes al día", añade.
Ahora Paloma, su paciente, se encuentra mucho mejor físicamente, y su vida social es más fluida. "Vas con amigos que no fuman y ya no tienes que salirte a la terraza… Influye mucho. Mi marido, que nunca ha fumado, está encantado", nos cuenta.
Los 50 (o por encima) son una buena edad para dejar el tabaco. "En esa etapa, la voluntad es mucho más fuerte y hay más razones para abandonar ese mal compañero de viaje", indica el psicólogo José Elías, director del gabinete que lleva su nombre en Madrid. "Normalmente es más fácil. Cuando somos más jóvenes, pensamos que nuestro cuerpo es fuerte y no nos va a hacer daño. Con 50 escuchamos más a nuestro cuerpo y tenemos una mayor claridad de lo que es bueno para nuestra salud".
Este terapeuta nos da varios consejos para que el propósito culmine de forma favorable:
1. Comunica a personas de tu entorno tu decisión de dejar de fumar, señalando el día que lo harás. Esto te obligará no solo a no fallarte a ti, sino que te comprometerá más en tu propuesta.
2. Utiliza productos que vayan reemplazando la nicotina de una forma más sana y diferente, como parches, chicles de nicotina, etc.
3. Busca grupos de apoyo. No solo te animarán sino que también te facilitarán ideas y consejos que a otras personas le han ayudado.
4. Cambia rutinas que están vinculadas a fumar y que te recuerden el cigarrillo; ten en cuenta que en tu vida muchas personas y lugares están asociados al tabaco.
5. Procura tener contigo algo a mano que puedas llevar a la boca, como un bolígrafo, un lápiz (Johan Cruyff llevaba un Chupa Chups)…, para que en los momentos en que fumabas habitualmente, lo puedas utilizar como si estuvieras fumando.
6. Es importante no consumir café, alcohol o cualquier otro alimento que esté muy vinculado con el tabaco, por lo menos al principio, para que así no lo tengamos tan presente en nuestra mente. Recuerda que cuanto menos queremos pensar en algo, más lo hacemos.
7. Retira los cigarrillos y ceniceros de la vista en los lugares que puedas, como pueden ser el coche, la casa, etc., para que así no te recuerden el hábito.
8. En los momentos en los que fumabas, procura realizar una actividad agradable, que sea incompatible con fumar. Por ejemplo si fumabas después de comer, procura salir inmediatamente a caminar o hacer deporte. Se trata de realizar un comportamiento incompatible que además sea agradable para ti.
9. Imagínate a ti mismo sin fumar todas las noches durante un mes: esto hará que se grabe en tu mente esa imagen de no fumador y puedas dejarlo más fácilmente.
10. Aprende a respirar profundamente y relajarte, imaginando tus pulmones llenos de aire limpio.
11. A medida que vas alcanzando el objetivo, prémiate de vez en cuando. Así mantendrás y aumentarás tu motivación, imprescindible para alcanzar el objetivo que te has propuesto.
12. Y, sobre todo, piensa que como cualquier meta que te marcas en tu vida, puedes fallar algún intento, pero lo importante es aprender del error, para insistir de nuevo con más energía y determinación.