Las mascarillas y los latinos estamos condenados a no entendernos. Si por algo nos conocen en todo el mundo es por las gesticulaciones y el tono de voz alto que empleamos al hablar. La mascarilla, el accesorio indispensable de la pandemia, actúa como barrera en la proyección de la voz y nos hace que, intuitivamente, la elevemos aún más para intentar comunicarnos. Como consecuencia, ponemos en riesgo la salud de las cuerdas vocales, favoreciendo la aparición de disfonías y otras patologías más graves.
Los últimos estudios concluyen que las mascarillas atenúan las frecuencias más altas del sonido de nuestra voz. Las mascarillas quirúrgicas reducen entre tres y cuatro decibelios (dB) y las mascarillas N95, hasta 12 dB. "Esto significa que la calidad del habla sea peor. El ruido del ambiente, la distancia social y la falta de información visual, ya que la mascarilla elimina la posibilidad de poder leer los labios, hace que el habla en muchos casos se vuelva ininteligible y eso es lo que hace que forcemos nuestra voz", explica Carolina Vittar, vocal del Colegio Profesional de Logopedas de la Comunidad de Madrid.
La logopeda advierte, además, de que este esfuerzo continuado puede provocar problemas con la voz que, a su vez, pueden acabar en patologías.
El timbre de la voz, el volumen, la manera en la que 'colocamos' el aire cuando hablamos y la velocidad a la que lo hacemos forman de nuestras señas de identidad. Hablar es uno de los fenómenos más complejos de nuestro cuerpo. La voz se produce por la vibración del aire en nuestras cuerdas vocales; es decir, es un acto vinculado a la respiración. Por ello, cuando estamos alterados emocionalmente y nuestra respiración se resiente, se hace más lenta o más rápida, la calidad de la voz cambia.
La voz no tiene solo que ver con nuestro aparato fonador. Nuestro cuerpo entero actúa de cámara de resonancia y, de hecho, el tono o 'color' de la voz se modifica según resuena en una parte u otra de nuestro cuerpo. Puede ser la 'máscara' (frente, nariz, pómulos), el pecho, el vientre o, incluso, los glúteos. La resonancia de la voz en distintas partes del cuerpo es bien conocida entre cantantes, actores y locutores. Todos ellos saben muy bien cómo y dónde colocar su voz para conseguir distintos efectos.
La voz es, en definitiva, el mejor instrumento musical, un instrumento al que debemos cuidar ahora más que nunca por el uso de la mascarilla y la generalización de reuniones virtuales, en las que puede ser necesario forzarla. "Nos cuidamos todos utilizando la mascarilla, pero también debemos cuidar la voz", señala Carolina Vittar antes de ofrecer las siguientes recomendaciones: