"Yo me como un yogur caducado y no me sienta mal" aseveraba hace ya seis años el entonces Ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete. Esta afirmación causó sorpresa entonces pero hoy sabemos, por el estudio de ‘Hábitos de aprovechamiento de los alimentos en los hogares españoles’, realizado por AECOC, que el 51% de los mayores de 65 años también lo hace. Hablamos con una experta en seguridad alimentaria para que aporte luz sobre los riesgos que supone consumir productos fuera de fecha.
"La caducidad es la vida útil de un alimento. Es decir, fija la fecha hasta la cual es seguro, siempre y cuando se haya conservado en las condiciones que especifica el fabricante", explica la doctora Esther Carrera, Profesora de Higiene y Salud Alimentaria de la Universidad CEU San Pablo.
Por lo tanto, a partir de esa fecha de caducidad, consumir el alimento se convierte en una verdadera lotería. Exponerte a que te pueda pasar algo o no es tu decisión, pero la empresa productora está exenta de cualquier responsabilidad. Es decir, que nadie nos ampara, es jugar a la ruleta rusa.
Además no hay margen. No existe un plazo de uno o dos días para comerte el filete o los huevos. "La fecha de caducidad la marca el fabricante en base a estudios en distintas condiciones de conservación. Si el fabricante pone una fecha, el consumidor debe respetarla", expone Carrera.
Es la forma de evitar cualquier tipo de intoxicación. "Consumir alimentos caducados pone en riesgo la salud del consumidor y hay una serie de enfermedades que se asocian al consumo de alimentos en mal estado - en los que han proliferado una serie de patógenos -, como la salmonelosis o la tan actual listerioris", alerta la doctora.
Especial cuidado debe tenerse con los productos frescos. Desde la OCU piden "abstenerse de comer carnes, pollo, pescado o queso fresco pasada la fecha de caducidad e incluso antes de esa fecha si los alimentos no se han conservado a temperaturas adecuadas".
Muy diferente es el caso de los alimentos que tienen en su etiqueta una fecha de consumo preferente. "Se pone a productos que son microbiológicamente estables y no tienen el riesgo de proliferar microorganismos en ellos. Es, por ejemplo, el caso de las galletas, que aun pasada su fecha de consumo preferente no suponen ningún peligro para nuestra salud. Pierden calidad pero en ningún momento seguridad”, asevera Carrera.
Un caso especial es el mencionado en las primeras líneas de este artículo, el del yogur. En este producto podemos encontrar ambos etiquetados, algunos fabricantes se decantan por la fecha de caducidad y otros por la de consumo preferente. "Debido a su composición –leche fermentada con dos tipos de microorganismos- no es posible que se desarrollen patógenos en él. Por lo tanto, si se mantiene la cadena de frío y no se rompe el envase, no se pone en mal estado. Puede acidificarse y variar su calidad pero no pone en peligro al consumidor aun caducado", concluye la doctora Carrera.