No son buenos tiempos para las aglomeraciones y los espacios reducidos sin ventilación, pero en muchas ocasiones no queda otra opción que coger el metro. Y tú, que solo piensas en los famosos aerosoles que tanto hemos oído durante estos meses y que constituyen una de los principales riesgos de contagio. Pero, ¿te imaginas que nadie hablase? ¿Que hubiera un silencio sepulcral para no expandir las posibilidades de contagio? Un estudio del Csic para el Ministerio de Ciencia ya explica que sería una gran forma de evitar la propagación del coronavirus.
Una de las principales exposiciones del estudio sugiere que las "emisiones de aerosoles están ligadas a las actividades de vocalización", lo que supone que algunas personas emitan "10 veces más aerosoles al hablar que otras". Esto significa que, tal y como recoge la OMS, estas partículas se emiten al hablar, cantar, toser, estornudar y respirar y pueden impactar en ojos, nariz o boca si la otra persona se encuentra a menos de un metro.
En este contexto, el Ministerio de Ciencia pide, bajo recomendación del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), "bajar la voz en espacios interiores, dada la mucha mayor emisión de aerosoles respiratorios al hablar que al respirar (10 veces más) y sobre todo al gritar o cantar fuerte (50 veces más)". La recomendación es a nivel general, pero también se recoge en el apartado de 'Transporte público', donde se recomienda "no hablar y sobre todo cantar y gritar en los transportes públicos". La medida se ha extraído directamente desde Japón, donde la sociedad, en el contexto pandémico, se mantiene en silencio para evitar la propagación del virus en espacios cerrados y, por tanto, proclives a ello.
Las otras medidas que se aconsejan son ya conocidas: mantener la distancia, incrementar al máximo las frecuencias de los transportes, instalar medidores de aforo, mejorar los sistemas de filtrado, incrementar la ventilación y desinfectar de forma efectiva las superficies pero especialmente los conductos de aire de los vehículos. Hay que reconocer que la mayoría de estas medidas ya se están llevando a cabo en los transportes urbanos.
Aún así, el estudio señala que no existen evidencias claras de que el transporte público pueda tener un riesgo invariable de infecciones, ya que no se ha podido demostrar que sea un foco relevante de las mismas. El hecho de demostrar que un individuo se haya infectado en un metro, tren o autobús es "extraordinariamente difícil". Sin embargo, reconocen que el riesgo "puede y debe reducirse mucho", así como que puede ofrecer "una alta seguridad, equiparable a otros entornos en donde no se atribuyen altos riesgos", como sí ocurre en el transporte público urbano.