Que las personas necesitamos un empleo para sobrevivir no es ninguna sorpresa. Pero ¿y si te dijéramos que, además de los beneficios económicos, trabajar también puede ayudar a tu salud mental? Suena raro, ¿verdad? A fin de cuentas, ¿a quién le gusta levantarse todos los días a las ocho de la mañana para tragarse un atasco y pasar buena parte del día en la oficina? Dicho así, parece una locura afirmar que trabajar puede ser bueno para nuestra salud, pero si nos paramos a analizar el sistema en el que vivimos, la cosa cambia. No en vano, dentro del modelo capitalista, el éxito suele medirse en función de los logros laborales y el dinero resulta fundamental para tener techo y sustento. El trabajo, en definitiva, es prácticamente todo.
A raíz de las recientes crisis económicas que han asolado al mundo, en los últimos años se han realizado varios estudios que han analizado cómo afecta el desempleo a nuestra salud mental. Uno de ellos, publicado en 2019 y elaborado por el Observatorio Social de "la Caixa" en base a los datos de la Encuesta de Población Activa y de la Encuesta Nacional de Salud de 2006 y 2011, señala que el desempleo a largo plazo puede generarnos problemas de estrés, concentración y una sensación de creciente inutilidad.
En líneas generales se mueven otras investigaciones, que apuntan que no encontrar trabajo repercute en nuestra autoestima y puede aumentar el riesgo de que suframos depresión u otros trastornos. Sin embargo, ¿hasta qué punto necesitamos trabajar para ser felices? O lo que es lo mismo: ¿cómo debe ser nuestra jornada laboral para aportarnos estos beneficios?
Según un estudio realizado en 2019 por investigadores de las universidades británicas de Cambridge y Salford y publicado por la revista Social Science and Medicine, tan solo necesitaríamos trabajar ocho horas a la semana para sentirnos satisfechos con nosotros mismos y ser felices, es decir, muchísimo menos que las ocho horas diarias que solemos trabajar.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores han utilizado los datos del Estudio Longitudinal de Hogares de Reino Unido de 2009 a 2018, que incluía a un total de 84.993 personas con edades comprendidas entre los 16 y los 69 años, para examinar cómo los cambios en las horas trabajadas afectaba a su salud mental a largo plazo.
Durante su análisis, los autores del estudio volvieron a ver que aquellas personas que tenían un trabajo remunerado eran más felices que aquellos que no lo tenían. No obstante, y para su sorpresa, también descubrieron que no necesitamos jornadas de dos o tres días a la semana, como inicialmente se planteaban, sino que basta con que trabajemos un único día.
En concreto, la investigación encontró evidencias que demostraban que aquellas personas que se encontraban en situación de desempleo o dedicándose tan solo al hogar reducían en un 30% el riesgo de padecer afecciones mentales al encontrar un empleo de ocho o menos horas a la semana.
Sin embargo, no pudieron probar que trabajar más de ocho horas proporcionase más beneficios para nuestra salud. Al contrario, lo que vieron fue que las jornadas a tiempo completo, de entre 37 y 40 horas, no aportaban grandes cambios en nuestra salud mental. O lo que es lo mismo, vieron que aquellos que trabajan ocho horas a la semana tienen los mismos beneficios psicosociales que los que trabajan 40.
Según los investigadores, los resultados de su estudio pueden servirnos de ayuda de cara a un futuro en el que cada vez se automaticen más puestos de trabajo, ya que demuestran que no necesitamos pasar gran parte de nuestra vida en la oficina para sentirnos útiles.
“Sabemos que el desempleo suele ser perjudicial para el bienestar de las personas, que afecta negativamente a la identidad, el estado, el uso del tiempo y el sentido de propósito colectivo”, señala Brendan Burchell, sociólogo de la Universidad de Cambridge y uno de los líderes de la investigación. “Ahora sabemos cuánto trabajo remunerado se necesita para obtener los beneficios psicosociales del empleo, y no es mucho”, añade.
Por su parte, Daiga Kamerade, socióloga de la Universidad de Salford y otra de las autoras principales del estudio, defiende que, si bien el empleo debe mantenerse, las jornadas laborales pueden reducirse para redistribuir el trabajo.
“Si no hay empleo suficiente para todos los que quieren trabajar a tiempo completo, tendremos que replantearnos las normas actuales”, explica. “Esto debe incluir la redistribución de las horas de trabajo, para que todos puedan obtener los beneficios de salud mental derivados del empleo, incluso si eso significa que todos tenemos semanas laborales mucho más cortas”.
Las soluciones que aporta el equipo para mejorar nuestra salud mental incluyen los fines de semana de cinco días, aumentar las vacaciones anuales de semanas a meses, trabajar solo un par de horas al día o librar dos meses por cada mes de trabajo. Eso sí, para evitar que la desigualdad socioeconómica aumente, especifican que es necesario que esta reducción de horas sea igual para todos.