Haces una dieta. No funciona. Vas al gimnasio. Tampoco. Sabemos que perder peso a determinada edad puede ser un poco más complicado. Hablamos con el doctor Domingo Carrera, especialista en nutrición del Centro Médico-Quirúrgico de Enfermedades Digestivas, para que nos aporte luz sobre los cambios que sufre nuestro cuerpo a partir de los 50 que dificultan la pérdida de peso.
Maria E. tiene 63 años, mide 1.65 y pesa cerca de 80 kilos. Es autónoma y seguir un orden, en lo que alimentación se refiere, le resulta complicado. A los 50 dejó de fumar y desde entonces, la pérdida de peso es misión imposible. "En los últimos años he realizado cinco dietas diferentes pero siempre he terminado recuperando lo perdido. Perdí diez kilos para la boda de mi hijo y a los meses nada, estaba exactamente igual", cuenta.
El relato de María es el más común entre los pacientes que acuden a la consulta de un endocrino a su edad. "El metabolismo basal alcanza su punto máximo a los 30 años y a partir de ahí el cuerpo se ralentiza. Los primeros años no se notan cambios relevantes pero a partir de los 50 las hormonas se desploman y realizando la misma actividad se quema mucho menos. Esto favorece que se acumule grasa con más facilidad", explica el médico.
El proceso afecta tanto a mujeres como a hombres pero lo hace de forma diferente. En el caso de los hombres, el descenso de producción de testosterona, relacionado con la andropausia, suele tardar más en llegar. "Nosotros perdemos masa muscular, lo que provoca que nuestro cuerpo queme menos y que, donde había músculo, se acumule grasa", añade.
Las mujeres, por su parte, disminuyen su producción de estrógenos, especialmente durante la menopausia. "Los diez primeros años desde que se les retira el periodo son los más difíciles en cuanto a la pérdida de peso. Pasado ese tiempo el cuerpo se va adaptando pero el metabolismo está ralentizado", asevera Carrera.
Menopausia para María es sinónimo de ansiedad. "Necesito el azúcar y mira que nunca he sido de dulce. Antes prefería unas almendras o unas berenjenas en vinagre pero ahora no puedo estar sin chocolate", cuenta.
Su caso en es el único. Esta sensación agónica la sufre la mitad de la población mayor de 50 años. "El estrés está a la orden del día – por muy diversos motivos -, y eso genera ganas de comer azúcares porque tienen un efecto tranquilizante temporal e inmediato. Muchos pacientes que no tienen malos hábitos sufren esta ansiedad y les es muy difícil controlarla", apunta el experto. Pero esto supone una ingesta de calorías extra y a deshora, que se convierten directamente en grasa acumulada.
"Ni la dieta, ni el deporte, ni nada. La ansiedad está ahí. Cuando tuve a mi primer hijo pesaba 41 kilos y ahora prácticamente el doble. ¡Un horror y eso que como prácticamente lo mismo!", exclama María. "Es verdad que suelo buscar dietas rápidas con resultados prácticamente instantáneos porque si no me desespero", añade.
Este es precisamente uno de los mayores errores que se cometen a la hora de decidir perder peso. La mentalidad de 'estar a dieta'. "Hay que olvidarse de la operación bikini. A partir de cierta edad hay que planteárselo como un cambio de vida. No hay que agobiarse con el tiempo", sostiene Carrera.
La fórmula perfecta no existe pero desde luego el deporte entra en la ecuación. "Solo con la alimentación es prácticamente imposible perder peso. Siempre recomendamos un consumo mayor de proteínas y menos de carbohidratos pero el ejercicio hace mucho más de lo que pensamos. Es importante crear un hábito, que sea continuo, al menos 150 minutos a la semana, aunque sea de caminata. Esta es la única forma de ir avanzando", declara.