En la vida hay dos bandos, a los que después de comer les entra la modorra y a los que no. Da igual si por la noche has dormido plácidamente tus horas correspondientes, porque una vez te levantas de la mesa sientes como los ojos se te caen y el sofá te llama para que, al menos, te eches una media hora de siesta antes de seguir con tu rutina y quehaceres. Esa somnolencia que te entra después de comer tiene explicación, y viene en tus genes, según el estudio Genetic determinants of daytime napping and effects on cardiometabolic health publicado en la revista Nature.
Este estudio explicaría por qué unos tienen la imperiosa necesidad de echarse la siesta después de levantarse de la mesa, mientras que otras personas, por mucho que tengan la oportunidad y el privilegio de dormir la siesta, ni queriendo pueden echarse esa cabezadita que tanto ansían para continuar el resto del día con las pilas cargadas. Y esta división en dos grupos de población parece estar en los genes, que también podría explicar eso de que a unos les siente de maravilla y a otros no tanto.
La investigación se ha llevado a cabo por científicos estadounidenses, pero han contado con la colaboración de la Universidad de Murcia y la catedrática en Fisiología Marta Garaulet. De esta forma, el estudio ha analizado bases de datos con infinidad de información genética y de estilo de vida que se relacionan con hábitos del sueño. Así, han conseguido identificar genes asociados a la duración del sueño, el insomnio y también a esa tendencia de ser un gran madrugador.
Gracias al análisis realizado, se han establecer hasta tres subtipos de personas tienen más predisposición a caer rendido ante la siesta por su genética:
Además, el estudio muestra que se encontraron varios subtipos genéticos sobre las personas que duermen la siesta que presentan algunos factores de riesgo para la salud cardiometabólica. Aunque harían falta estudios más concluyentes sobre esto, lo cierto es que las personas que duermen la siesta podrían sufrir obesidad abdominal o presión arterial más alta de la cuenta.
Sin embargo, algunos de los autores del trabajo, como Garaulet, apuntan a que estos resultados se obtienen de poblaciones extrajeras, no de españoles. Por tanto, ante esos efectos sobre la salud habría que hacer un estudio similar en España para llegar a unas conclusiones claras sobre cómo afecta la siesta a una cultura y genética como la española, muy diferente a la de otros países.
La siesta podría ser un arma de descanso en tiempos de covid, ya que el 84’7% de los trabajadores en España han visto su sueño alterado desde que estalló la pandemia, en parte debido al teletrabajo. Por ello, una siesta corta, de unos 15 o 20 minutos, puede ser suficiente para que recarguemos las pilas necesarias para afrontar el resto del día tras almorzar. Solo falta encontrar el hueco si te pilla trabajando y, por supuesto, estar predispuesto genéticamente a esa cabezadita de mitad del día.