Aunque los pies se suelen cuidar para mantenerlos hidratados, que no se hinchen, etc., hay un aspecto de ellos que se suele pasar por alto en muchas ocasiones, pues los pies soportan todo el peso corporal y es posible que nuestra pisada no sea la más adecuada para la salud de todo nuestro organismo. Una mala pisada puede afectar a huesos y articulaciones, en especial a la rodilla y la cadera, pero también a la espalda. Por eso mismo es importante saber cómo pisamos, porque una pisada correcta puede prevenir algunas patologías.
Cada pie es un mundo y no todas las personas lo tienen igual, por lo que la forma de pisar depende de cada tipo de pie, por eso detectar esos defectos que muchos tenemos al caminar es primordial para evitar futuras molestias en otras zonas corporales. Para ello existe el estudio biomecánico de la pisada, en el que especialistas someten a varias pruebas al paciente para detectar posibles anomalías en la pisada de cada persona. En esas pruebas se hace un diagnóstico sobre la huella y en especial sobre la distribución del peso al andar, lo que lleva a los especialistas a unas conclusiones que podrían explicar algunos dolores o problemas que puede sufrir el paciente.
Por norma general, estos aspectos se suelen corregir en la infancia, pero hay muchísimos casos en los que se llega a la edad adulta con problemas de la pisada que ni han sido diagnosticados ni tratados previamente. Se podría pensar que ya es imposible modificar la forma de caminar, pero realmente no lo es, aunque sí requiere de tiempo si se quiere mejorar la calidad de vida. Y en mayores más aún, pues tienen una mayor predisposición para sufrir patologías en los pies o deformidades como las del juanete.
Cuando se sufren patologías o dolores de las que no se encuentra explicación o causante en zonas como la espalda o las rodillas, puede que el origen esté en la simple pisada y, a pesar de tener un hábito ya cogido, se debe intentar modificar se tenga la edad que se tenga. Porque además, debemos conocer que no siempre caminamos igual y, aunque de niños no tuviésemos problemas, puede que en la vida adulta hayamos cogido una postura o una forma de pisar inadecuada que sí sea necesaria cambiar.
Una de las principales técnicas que los especialistas suelen plantear a los pacientes es el uso de plantillas personalizadas para cada pie y así corregir esos defectos que tenemos en la pisada. Este tipo de plantillas es utilizada en cualquier persona, desde los deportistas que tienen una lesión, a los niños, hasta los mayores a los que su pisada defectuosa les está provocando dolencias en alguna zona del cuerpo.
Además, ponerse en manos de un fisioterapeuta está aconsejado para que supervise los ejercicios que marca y que se deben realizar para recuperar la pisada idónea. Estas rutinas de movimientos y ejercicios pueden hacerse en la propia consulta del fisioterapeuta, pero también en casa una vez los interiorizas. De esta forma los puedes hacer de manera más cómoda, acudiendo cada cierto tiempo a la consulta para mostrar los avances en la pisada que se han ido consiguiendo.
Muchos de los trabajos del pie son muy sencillos y no requieren de grandes esfuerzos, solo de cierta constancia para poder mejorar la pisada. Entre ellos está el arco del pie, una zona que en muchas ocasiones es la culpable de esa pisada defectuosa. Para su trabajo se necesita una pelota del tamaño de las de tenis que sea dura, se coloca el pie sobre ella y se rueda de forma suave, no muy rápido, hacia delante y hacia atrás.
Otros ejercicio, en este caso destinado a separar y estirar los dedos cuando están engarrotados o se montan unos sobre otros es, mientras se está sentado, elevar los talones y solo apoyar los dedos, empujando para que estos se consigan estirar. La extensión de la fascia plantar es otra técnica que permite dotar de mayor movimiento al pie y por tanto mejorar su pisada. El ejercicio consiste en que sentado en una silla, colocas tu tobillo derecho sobre la rodilla izquierda, una postura parecida a si se fuesen a cruzar las piernas. Con la mano en la base de los dedos, tira de ellos para que no solo se estiren los dedos, sino toda la planta del pie.
Corregir la pisada no es tarea fácil, y más si se intenta en edades avanzadas, pero no es imposible. Eso sí, se requiere de constancia y trabajo para poco a poco conseguir caminar mejor y menguar los posibles dolores derivados de esa pisada defectuosa.