Maite tiene 45 años y asegura estar harta de sus ardores de estómago. Desde que fue madre, comer es un suplicio para ella y ha dejado de disfrutar de la comida. Con el omeprazol como su mejor amigo, dice que no puede vivir sin él. Tras varias pruebas, le han diagnosticado una hernia de hiato que le ha cambiado hasta la voz. Hablamos con Ángela Quintas, autora del libro '¿Por qué me duele la tripa?' y nutricionista de Maite para que nos explique qué lo causa, cómo podemos mejorar los síntomas y cuál es la alimentación más adecuada.
La hernia de hiato es una de las patologías digestivas más comunes, incluso es posible que la tengas y no lo sepas. En muchos casos es asintomática y se descubre al hacer un estudio de otras patologías, pero cuando las molestias empiezan son muy desagradables. La sensación más común es la del reflujo y la acidez. También sentirnos llenos sin apenas haber probado bocado y también la inflamación de la laringe, que puede incluso llegar a cambiar la voz del que la padece, como le pasó a Maite. "La hernia se produce cuando el estómago atraviesa el músculo del diafragma y deja de ser estanco, lo que genera que todos los ácidos de los que están recubierto se impregna en los alimentos y se produzca una regurgitación", nos explica la nutricionista.
La forma de diagnosticarla es a través de una gastroscopia y, desgraciadamente, no tiene cura como tal. "Es algo físico que ha ocurrido en el cuerpo y la operación no es muy común, se hace solo en casos muy muy concretos. Lo que sí podemos hacer es intentar que ese reflujo que estoy teniendo me dañe lo menos posible".
Hay casos en los que la hernia de hiato se debe a una malformación congénita, sin embargo, hay dos que están muy asociados al envejecimiento. Por un lado, la edad en sí influye en esta patología ya que las fibras que componen el diafragma se debilitan. Por eso, muchas de las personas con hernia de hiato superan los 50 años. Por otro lado, se sabe que el exceso de grasa corporal puede producir presión en los órganos del aparato digestivo y facilitar la aparición de una hernia, como también lo hace el estreñimiento.
Parte del tratamiento más común pasa por la receta de inhibidores de la bomba de protones, es decir, de medicamentos como el omeprazol, para que el reflujo sea lo menos ácido posible. "Lo que hace es bajar el PH del estómago, hacer que esas salpicaduras sean menos irritantes, de tal manera que se pueda sobrellevar mejor este reflujo".
Con la hernia de hiato lo que hay que llevar es una alimentación suave. Pero, antes de nada, debemos fijarnos en la báscula. Si tenemos sobrepeso lo primero que habrá que hacer es adelgazar para evitar la presión en el abdomen y también que el reflujo aparezca cada dos por tres. "La hernia de hiato es como una herida que tenemos en el estómago, por eso no debemos echarle lo que jamás pondríamos en una herida en la piel. Hay que olvidarse del alcohol, de los alimentos grasos, de las verduras y hortalizas que produzcan gases. Por otro lado, las legumbres tampoco son recomendables, ni la comida picante y frutas cítricas".
En cuanto a la frecuencia de las comidas, es importante respetar las cinco diarias. La idea es realizar ingestas poco copiosas que faciliten la digestión y no llenen en exceso nuestro estómago. A la hora de cocinar hay que pasarse a las cocciones suaves, olvidarse los fritos y emplear, en su lugar, preparaciones hervidas, al horno, al vapor, al microondas o al papillote.
Los probióticos son también otra pata importante del tratamiento, las cepas que mejor nos funcionarán en estos casos son las de Lactobacillus plantarum y Lactobacillus salivarius. Junto con estos, también funcionan bien las enzimas digestivas, que se toman antes de las comidas más copiosas y siguiendo las indicaciones de cada laboratorio.
Por otro lado, algo que está en nuestra mano es ejercitar el diafragma, lo que permitirá que nuestro estómago se mantenga en su sitio. Palomas Quintas nos cuenta en su libro cuáles son los más efectivos.