A estas alturas ya forma parte de las conversaciones de café. La vuelta de la heroína en España se da como una verdad irrefutable, respaldada por evidencias subjetivas y titulares tendentes al alarmismo. Pero no es verdad. España no sufrirá una nueva epidemia de heroína como la vivida en los años ochenta ni está a las puertas de una crisis de salud pública por del abuso de fármacos opioides como está pasando en Estados Unidos. Esta es la conclusión de un reciente estudio de la asociación de expertos Episteme, presentado este miércoles por su director técnico, el psicólogo social David Pere Martínez Oró (con quien hemos hablado), en la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. "Es mentira que haya un repunte de la heroína en España", afirma.
El rumor amplificado por los medios de comunicación, poco rigurosos e inclinados al tremendismo cuando se trata de informar sobre drogas, ha llevado al Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD) a financiar esta investigación, cuyo título zanja sin medias tintas la cuestión: 'Opioides en España. Ni repunte de heroína ni crisis de opioides a la americana'.
El impacto que tuvo la crisis sociosanitaria de la heroína allá por los ochenta en nuestro país forma parte del imaginario colectivo. Cualquiera que hubiera vivido en esos años en España recuerda las imágenes de 'yonquis' muertos por los portales, las campañas publicitarias con conciertos y partidos de fútbol, el relato de las madres contra la droga, las canciones y las películas cuyos protagonistas se descarriaban por la senda heroica. La identificación de la heroína con la muerte y la degradación social sigue activa en el imaginario y mantiene levantada una barrera desde hace años impidiendo el incremento de consumidores. Pese a lo que pueda parecer, la cifra de consumidores de este derivado del opio en España se mantiene estable desde 1997, en un porcentaje marginal del 0,1% de la población adulta entre 15 y 64 años.
Pero, ¿de dónde viene la creencia del retorno de la heroína? La investigación basada en estudios epidemiológicos, literatura científica y setenta entrevistas a profesionales, consumidores y exconsumidores profundiza en sus 136 páginas en los motivos que han llevado de nuevo la heroína a las portadas de los medios españoles. Por un lado, está la asimilación a la crisis de opiáceos que se está viviendo en EE.UU, por otro, la vuelta del menudeo a los centros de las ciudades, con los narcopisos como escandalosa evidencia, y el cambio de las rutas de la heroína que ha convertido a España en puerta de entrada, con un incremento de los decomisos.
La crisis de opioides en Estados Unidos provocó que en octubre de 2017 su Gobierno declarara la situación de emergencia nacional de salud pública. Ese año fueron 29.406 muertes (90 por millón de habitantes) por sobredosis de opioides sintéticos –principalmente fentanilo, un narcótico sintético entre cincuenta y cien veces más potente que la morfina y con un escaso margen de seguridad–, 15.958 por heroína y 3.295 por metadona. Unas cifras mucho más elevadas que las de nuestro país, donde la muerte por reacción aguda provocada por drogas alcanzó en 2017 a 8 por millón de habitantes, un total de 696 personas, en 404 de las cuales encontraron metabolitos de opioides.
Aunque históricamente lo que ocurría en materia de drogas en Estados Unidos acababa poco después reproduciéndose en nuestro país, esta crisis es consecuencia de una multitud de factores que, como detalla el estudio, no se dan en España. En primer lugar, un sistema de salud privado en el que se busca la fidelización del paciente, atendiendo con solicitud a sus demandas. La prescripción desaforada de fármacos opioides debida también a que, hasta hace bien poco y todavía, gozan en EE.UU de buena consideración entre facultativos, a lo que se une el estímulo de una activa industria farmacéutica que publicita sin freno sus productos y, como se ha demostrado, incita también a la sobreprescripción de los rentables opioides.
Ahí están el Doctor House y la enfermera Jackie, ambos con problemas de abuso de oxicodona y otros opioides, mostrando en la ficción televisiva la extensión de un problema real de enormes consecuencias y difícil resolución en un país como EE UU. No olvidemos que allí la fe en el libre mercado y la no injerencia del Estado dificulta las estrategias de protección comunitaria y establece unos sistemas de control mucho más laxos que los que tenemos en España.
A este conjunto de factores sistémicos y malas prácticas se suma el malestar en sectores de la clase media que han visto como la crisis ha proletarizado su existencia y han buscado alivio en los opioides. Hay que entender que en EE UU conviven una cultura del fármaco que banaliza sus riesgos y una visión neutra del fentanilo y la oxicodona alejada de la mala prensa de la heroína. Aunque hay que decir que allí la heroína, ante las limitaciones que se han puesto recientemente para acceder a los opioides o por ser más barata, ha vuelto con fuerza. Un trasvase de consumidores sorprendente, en el que el 75% de los heroinómanos antes de emplear heroína habían consumido analgésicos opioides, según estimaciones del Center for Disease Control and Prevention (CDC).
Porque ante la crisis desatada, en lugar de desarrollar una política de reducción de riesgos y daños, las autoridades estadounidenses aplicaron los habituales controles represivos, cerrando el grifo y expulsando a miles de consumidores de opioides al mercado negro con unas consecuencias lamentables: "La lógica del control –dice Martínez Oró– en ningún caso ha conseguido los objetivos perseguidos. Todo lo contrario. La situación ha empeorado hasta cuotas infames: ha crecido el número de sobredosis, se ha acentuado la vulnerabilidad de los adictos, se ha perpetuado la criminalización de los enfermos, las redes criminales se han visto reforzadas, etc. Mientras las estrategias centradas en la seguridad sean la respuesta, la crisis norteamericana de opioides difícilmente remitirá".
Según este estudio, el consumo de fentanilo y oxicodona sin prescripción médica es totalmente inusual y su venta en el mercado negro es "radicalmente anecdótica" en España, en el que "el Sistema Nacional de Salud impide que se produzca una crisis como la de EE UU", señala Martínez Oró.
Sin embargo, la vuelta de la heroína a los medios de comunicación y a las conversaciones de barra de bar no ha estado solo alimentada por las noticias de muertes por sobredosis al otro lado del Atlántico. Desde hace unos años, el fenómeno de los narcopisos, con el trasiego de yonquis por sus calles aledañas, se ha vuelto visible de nuevo en ciudades como Madrid y Barcelona. Pero esta reaparición no tiene como causa el repunte del consumo de heroína, sino que se trata de una consecuencia imprevista de la política urbanística, un efecto de eso que se ha dado en llamar gentrificación.
La escalada de precios de la vivienda ha expulsado de los barrios céntricos a los vecinos con menor capacidad adquisitiva, quedando en manos de especuladores inmobiliarios y fondos buitres muchos pisos (parte de ellos desalojados por impago de hipotecas). Algunos de estos pisos, vacíos en espera de poder rentabilizarlos a precios de lujo, fueron ocupados ilegalmente por vendedores de heroína.
En ciudades como Madrid, la venta de heroína se centraba principalmente en poblados del extrarradio que mantenían lejos del escaparate del centro el pintoresco espectáculo del menudeo entre camellos y adictos. El cierre decretado por las autoridades de la mayoría de estos supermercados de la droga ha hecho que parte de la compra-venta que se realizaba allí retorne, ganando mucha más visibilidad, al centro de la ciudad, a barrios como Lavapiés o Vallecas. Es lo que los expertos llaman el 'efecto globo': la presión policial hacia la oferta no consigue el cese de la actividad sino su desplazamiento a zonas menos controladas.
En el estudio, que dedica muchas páginas a desmentir que los narcopisos sean consecuencia del repunte de la heroína, son concluyentes: "Mientras haya pisos, y sobre todo edificios vacíos, propiedad de empresas de inversión inmobiliaria, los 'narcopisos' continuarán formando parte del paisaje urbano. Cuando consideren que es el momento oportuno desalojarán sin miramientos los ocupas (con c) para convertir las antiguas fincas en nuevos edificios de alto standing. Entonces los 'narcopisos' desaparecerán".
¿Y el incremento de los decomisos?
Algunas noticias establecen una relación causal entre el incremento de decomisos de heroína en nuestro país y el incremento de su consumo. Sin embargo, se trata simplemente de un cambio de las rutas de distribución del narcotráfico.
Debido al férreo control fronterizo, las bandas criminales han buscado alternativas a la vía terrestre de los Balcanes, entre otras, y con especial protagonismo en los dos últimos años, la ruta marítima del Mediterráneo occidental. Así, España deja de ser destino final de la heroína que llega desde Turquía atravesando los Balcanes, a convertirse en puerta de entrada por donde pasa la heroína hacia Europa.
El informe está disponible gratuitamente aquí.
*Fidel Moreno es periodista y director de la revista Cáñamo.
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