15,7 años. Es la edad media de inicio de consumo de cannabis en nuestro país. Es la droga más consumida por los jóvenes de entre 15 y 24 años, según revelan los datos del Ministerio de Sanidad del año pasado. En 2018, prácticamente el 20% de los adolescentes de esta edad reconoció haberla consumido. Por detrás se sitúan la cocaína (2,7%), el MDMA (1,7%) y las anfetaminas (1,2%). Unas cifras alarmantes que asustan, cada vez más, a los padres. Asumir que tu hijo consume drogas puntual o recurrentemente es complicado. Pero en muchas ocasiones lo es mucho más descubrir que lo hace.
"Al principio se suele tratar de consumos esporádicos en momentos de ocio o fiestas. Pero cuando se trata de menores de edad supone un gran riesgo aunque sea experimental", apunta Rocío Paños, Jefa de Equipo de Actuaciones en Familias de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Te contamos las opciones para descubrir si tu hijo se ha dado a los malos hábitos y qué hacer una vez que lo sabes.
Las farmacias españolas disponen, desde hace años, de pruebas para detectar si hay restos de hachís, cocaína, opiáceos y anfetaminas en la orina o en el sudor. Se trata de unas tiras de papel reactivo que cambian de color cuando entran en contacto con restos de dichas sustancias. Funcionan incluso frotándolas contra prendas en las que pueda haber restos de sudor.
"Son una herramienta complementaria y nunca excluyente. Es importante, antes de hacer ningún test, hablar con el menor. Si después de la conversación tu sensación es que te miente, son una buena opción pero no son fiables al 100%. Lo mejor es intentar explicarle que lo vas a hacer porque estás preocupado y con su conocimiento. Ante el resultado, si es positivo, hay que acudir a un centro especializado para realizar una analítica", afirma Paños.
Se debe partir de la base de que la adolescencia es una etapa complicada, en la que el menor está en una búsqueda de identidad continua y que los cambios se suceden uno tras otro. Sin embargo, existen una serie de conductas o alteraciones físicas que pueden resultar alarmantes. La experta nos explica cuáles son:
"Pese a todo lo anterior, la comunicación se convierte en la clave fundamental sobre todo si se trata de una posible adicción", apunta Rocío Paños. Para ello hay que estar preparado. Es importante actuar rápido para evitar que el problema se agrande y los peligros sean mayores. "Hablar de forma serena y abierta es un buen punto de partida. Tratar el tema desde el cariño y el afecto, siempre con intención de ayudar y evitando el drama, el enfrentamiento y el alarmismo", asegura la portavoz de FAD.
Para ello practicar la escucha activa es uno de los pilares. Es decir, tratar de buscar un espacio cómodo y libre de móviles, sin distracciones. "Para conseguir respuestas sinceras suele funcionar hablarles desde la primera persona con mensajes como 'estoy preocupado'. Es la forma de decirles que estamos ahí, que nuestro apoyo es incondicional, aunque le ayudemos con críticas constructivas".
No perder la calma. Parece un imposible pero resulta clave para enfrentarse a una situación de este tipo. Después hay que buscar ayuda de un experto. "Desde la fundación ofrecemos un número gratuito de consultas para que llamen las familias (900 16 15 15) y en el que se les ofrece todo tipo de recursos", comenta la Jefa de Equipo de Actuaciones en Familias de FAD.
Dependiendo del tipo de consumo y de su frecuencia existen diferentes modus operandi. Por un lado, buscar ayuda de un psicólogo especializado en adolescentes que ayudará al menor a entender lo que le está pasando y lo que le ha llevado hasta esa situación. Por otro, si es una adicción grave, un centro especializado ofrecerá los tratamientos necesarios para abandonarla lo antes posible. En cualquier caso, la actitud de la familia siempre debe ser positiva y de apoyo desde el respeto y la comprensión.