Son incómodas, dan calor y huelen mal. Son las tres quejas más comunes en lo que a mascarillas se refiere. La última se repite cada vez más en redes sociales. Pero realmente, ¿es la mascarilla lo que desprende un olor desagradable o es nuestro aliento? Según datos de la Sociedad Española de Periodoncia y Osteointegración (SEPA), el 30% de la población adulta padece o ha padecido en alguna ocasión halitosis o mal aliento. Hablamos con la Dra. Carmen Martín Carreras-Presas, secretaria de la Junta de Gobierno del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de la I Región (COEM), para que nos saque de dudas.
Las mascarillas están hechas de un material que al venir de fábrica no huele, pero debemos tener en cuenta que su función es evitar que las pequeñas gotas que salen de nuestra boca se queden suspendidas en el ambiente. "Esos restos de saliva se quedan retenidos en la mascarilla y al secarse pueden generar un olor desagradable. Cuando hablamos de mascarillas quirúrgicas, que son las recomendadas para la población general, su vida útil es de 4 o 5 horas. Si superamos esa indicación, se satura y deja de filtrar y el olor fuerte se incrementa. Para evitarlo hay que darle el uso para el que están programadas", explica la doctora.
Si hablamos de las FFP2 su durabilidad es mayor, de unas 24 horas. Esas mascarillas evitan que contagies y que te contagien. "La podrías volver a utilizar hasta cinco días en periodos de 4 horas y dejándola secar al aire durante un día tras cada uso", añade Martín Carreras-Presas. No obstante, ese olor fuerte suele estar relacionado con un caso de halitosis o mal aliento, del que ahora, al utilizar mascarillas, somos más conscientes.
El 90% de los casos está relacionado con problemas de la cavidad oral, específicamente, la causa principal suele encontrarse en la lengua o en las encías. "Las papilas de lengua retienen restos de alimentos, por eso es tan importante el cepillado de esta zona tras la ingesta. Lo ideal es que si una persona detecta mal aliento es que vaya al dentista ya que puede necesitar una limpieza o estar enfrentándose a una infección que no duele habitualmente, pero puede terminar complicándose, como la enfermedad periodontal", asegura la dentista.
Pero ¿qué ocurre con el 10% restante? Esa parte mínima suele estar relacionada con causas sistémicas, es decir con enfermedades. "Por ejemplo las personas con una diabetes mal controlada pueden tener un aliento que recuerda a manzanas podridas. En el caso de problemas gástricos los nitratos pueden dar un aliento característico, al igual que si se padecen problemas hepáticos o renales, o en personas que siguen dietas muy estrictas y entran en cetosis metabólica".
Para evitar un problema de halitosis, Carmen Martín Carreras-Presas recomienda "acudir al dentista de forma regular y utilizar hilo dental para eliminar cualquier resto de comida y evitar que se descomponga entre los dientes".
Es uno de los recursos más comunes para hacer frente a un problema de halitosis. Termino de comer, chicle. Me huele mal el aliento, chicle. Es un buen recurso si estamos fuera de casa y no podemos lavarnos los dientes, pero cuidado, porque en exceso puede incluso empeorar la situación.
"Su uso prolongado, por ejemplo, durante hora y media puede ser perjudicial. Engañas a tu estómago, que empieza a fabricar ácidos porque considera que va a recibir comida y al no hacerlo, esos ácidos generan no solo mal olor de boca sino que pueden incluso generar una gastritis por hipersecreción ácida", expone la secretaria del COEM.
Antes de buscar como locos un tratamiento en una farmacia o por internet es importante conocer la causa que ha provocado ese mal olor de la cavidad bucal. Hay determinados alimentos que generan esta halitosis y que tras ingerirlos se nota. "Hablamos de las proteínas de origen animal como puede ser la carne o el atún. Estos generan compuestos volátiles sulfurosos que afectan al aliento, como también lo hacen la cebolla o los ajos".
Una vez que hemos descartado que se trate de algo puntual, el dentista será el que con una higiene y un estudio bucal tome las medidas necesarias para eliminarlo. "Si tras esto, el mal olor persiste solemos derivar al paciente al médico de digestivo o al urólogo". Pero ¿qué pasa si todo está correcto y no existe problema aparente?
"En ese momento se busca un tratamiento de farmacia específico que suele estar basado en productos con peróxido de hidrógeno y antisépticos, y técnicas de higiene oral muy exhaustivas, pero antes de llegar a este punto debemos haber estudiado los anteriores para solucionar el problema de raíz y no solo ocultarlo", concluye la doctora.