El saludo se ha simplificado a poco más que un gesto. No hay apretones de manos, ni besos. Es la primera sensación extraña que percibe la doctora Gisela Castellano, gerente de la clínica madrileña que lleva su nombre, cuando recibe a sus pacientes, a muchos de los cuales le une una relación 'bucodental' de muchos años. A continuación, les invita a calzarse unos patucos y a desinfectarse las manos. Todo resulta extraño. ¿La mascarilla me la dejo?, pregunta una señora que ronda los 60 años. Es la última paciente de una jornada interminable, como vienen siendo todas en su adaptación a esa nueva normalidad.
La pregunta, cuya respuesta es obvia, se debe más a esa confusión de usos y desusos, fases y desfases que está creando la desescalada. "En general -advierte Castellano-, las personas están pidiendo cita con normalidad y asumen las normas sin ninguna preocupación o molestia. Al contrario, sienten alivio al comprobar que pueden continuar con el cuidado de sus bocas con absoluta seguridad y confianza".
Además, nos cuenta con humor que los odontólogos no se están encontrando, ni de lejos, en la boca de sus pacientes desaguisados similares a los que ahora intentan reparar los peluqueros en las cabezas de sus clientes.
Hay sectores, y la odontología es uno de ellos, que están habituados a trabajar en condiciones de asepsia, desinfección y esterilización absolutas. "Forma parte de nuestra rutina", puntualiza la doctora. Sin embargo, ahora las exigencias en materia de protección y prevención son extremas, con la peculiaridad de que, en esta profesión, por motivos obvios, ni se puede marcar distancia ni el paciente puede mantener su mascarilla. "Son, además, exigencias que se tienen que ir adaptando a una realidad cambiante, lo que te obliga a estar continuamente pendiente del último informe o normativa del Consejo General de Dentistas".
Este organismo que cita Castellano es el punto de referencia donde los profesionales se informan y comparten sus intereses por la salud bucodental. De él parten las normas y recomendaciones ante la situación creada por la pandemia del coronavirus. En España, hay unas 22.000 clínicas registradas. Los motivos fundamentales para acudir son revisión, limpieza dental y obturaciones, pero durante las semanas de confinamiento la atención se ha limitado a las urgencias: inflamación, sangrado importante, traumatismo del área, dolor severo o cualquier otra situación de emergencia que el profesional haya estimado inaplazable después de un triaje telefónico.
"El coste económico y humano de esta adaptación es alto". Aunque los equipos de protección individual y otros dispositivos de seguridad por fin van llegando a las clínicas, lo hacen con retraso y, sobre todo al principio, con una subida abusiva de precios. El Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de Madrid (COEM) ya expresó su preocupación al inicio de la pandemia por el alto riesgo que asumía el colectivo de dentistas, dada su proximidad al paciente, sin los equipos de protección adecuados.
Ahora van abriendo sus puertas de manera normal y con todas las garantías. Las primeras han sido las clínicas de menos de 400 metros cuadrados y fuera de centros comerciales. En este nuevo escenario, hay tres cuestiones que nos interesan especialmente:
Las medidas son excepcionales, de acuerdo con el nuevo protocolo de prevención frente al Covid-19, con técnicas de esterilización oportunas, si bien los productos de limpieza y desinfección habituales en la clínica son eficaces frente al coronavirus. El suelo del área clínica se limpia al menos en tres ocasiones: mañana, mediodía y al finalizar la jornada laboral.
Entre paciente y paciente, se desinfecta bien el entorno y se airea el espacio clínico entre cinco y diez minutos. Es aconsejable que la puerta esté cerrada y no se produzcan corrientes durante este tiempo. El problema se plantea para aquellos gabinetes interiores, sin posibilidad de ventilación natural, algo que no está aún demasiado resuelto, ya que ninguno de los sistemas disponibles para el filtrado del aire presenta avales científicos suficientes concretos frente al SARS-CoV2.
Al finalizar la jornada, todas las zonas comunes se someten de nuevo a una escrupulosa labor de limpieza y desinfección: suelos, pomos, puertas, mobiliario, apoyabrazos, interruptores, mamparas, ordenador, sanitarios, zona de trabajo, etc. Algunas clínicas están utilizando también
Los EPIs y demás material desechable se colocan en un contenedor de tapa dura, accionado con pedal y con bolsa plástica. El material que pueda ser reutilizado se descontamina y se trata debidamente antes de su almacenamiento.
Es aconsejable que acuda solo, excepto si es una persona dependiente o menor de edad. La puntualidad es fundamental, para evitar esperas. Deberá llevar mascarilla quirúrgica y a su llegada se le facilitarán unas calzas y gel desinfectante. Los pacientes con sospecha de enfermedad no deben recibir tratamiento odontológico. Antes de iniciar el tratamiento, se enjuaga la boca con peróxido de hidrógeno al 1%.
Una vez atendido, el personal de la clínica procede a una minuciosa limpieza y desinfección de superficies y zonas de contacto con él (sillón, apoyabrazos y apoyacabeza, zona de escupidera, zona de aspiración, bandeja porta instrumental del sillón, asa de lámpara del sillón, botones del sillón, etc).
Es preferible pagar con tarjeta bancaria. Después de cada uso, se pasa una toallita con solución hidroalcohólica por el datáfono.
Los dentistas llevan mascarilla FFP2, gafas, pantalla facial, guantes de látex o nitrilo, calzas, gorro y una bata impermeable de manga larga que les cubre casi hasta la rodilla. El cirujano viste, además, con un equipo de protección completo. Las gafas y pantallas de protección se desinfectan entre un paciente y otro con alcohol de 70º o agua con lejía (25-30ml lejía al 5% en 1 litro de agua).
Una vez finalizado el tratamiento, el dentista se retira el par de guantes externo (contaminado) y todo el instrumental es llevado al área de desinfección y esterilización, siempre llevando el EPI. Todas las protecciones, babero, paños y demás material contaminado son depositados en el contenedor.
La tarea no acaba aquí. Ya en casa, deberá quitarse los zapatos y dejar a la entrada cualquier accesorio e intentar no tocar nada sin antes lavarse bien las manos con agua y jabón. Lavará la ropa a más de 60º y limpiará bien el móvil y las gafas con agua y jabón o con alcohol. Se aconseja ducharse inmediatamente.
No obstante, la doctora nos indica que todas estas normas son válidas hoy. Cualquier protocolo no deja de ser un documento vivo que los expertos van mejorando con la práctica y la experiencia.