José María López (67 años) se jubiló hace dos años después de toda una vida dedicada a la sanidad. Jefe de medicina preventiva en el Hospital de Orihuela (Alicante) durante su última etapa laboral, no dudó en volver a ejercer su profesión cuando se declaró el primer estado de alarma en marzo. Es uno de los más de 50.000 sanitarios que se movilizaron en la primera ola para reforzar plantillas, según datos que el Ministerio de Sanidad ofreció entonces. Si bien esta cifra es global (incluía también a estudiantes de último curso, licenciados sin plaza, residentes MIR, o enfermeras), una parte de ellos fueron profesionales que ya se habían jubilado y que, llegado el momento, no dudaron en poner su conocimiento y experiencia al servicio de la salud pública del país en un momento crítico.
López se ofreció a trabajar en Murcia y a los pocos días le pidieron que generase los servicios generales de medicina preventiva de la región, en algunos casos inexistente. "Estaba desesperado. Yo soy epidemiólogo y preventivista, he estado toda mi vida dedicado a la sanidad. Que empiece una pandemia y te tengas que quedar en casa...", cuenta a Uppers por teléfono.
Pese a la dureza de estos meses, confiesa que su vuelta a los hospitales en el contexto pandémico ha sido "una de las etapas más bonitas" de su carrera como médico. Asegura, al mismo tiempo, que se quedará el tiempo que sea necesario mientras sea útil. Todo ello sin afán alguno de protagonismo ni búsqueda de reconocimiento. "Nosotros (los médicos jubilados que han vuelto a reforzar plantillas) somos pocos. Podemos aportar experiencia y ser uno más, echar una mano. Se hace lo que se puede", valora.
Con el final del primer estado de alarma, instrumento legal que ampara las nuevas contrataciones, López fue despedido. Ahora cuenta los días para reincorporarse, en un momento en el que muchas de las plantillas médicas demanan más personal para doblegar la curva de la tercera ola. "Yo trabajaría en las condiciones que me dijeran, tanto si me quitan la pensión como si vuelvo a cobrar", asevera López.
Junto a sus colegas de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, está desarrollando un proyecto sobre el control de las cuarentenas en los domicilios particulares. "Ahora mismo el personal sanitario no va a los domicilios por precaución. Parece lógico. El aislamiento y la cuarentena se prescriben por teléfono sin que nadie vea las condiciones reales de la casa. Nos fiamos de lo que dice el paciente y en ningún momento van a hablar a la casa. Si el contacto inicial se convierte en caso, se contagia toda la familia: un caso se convierte en tres, cuatro o cinco", señala.
El plan que plantea López es una supervisión presencial al estilo de países como Australia o Islandia. Se trata de dar instrucciones y ver si es posible que los contagiados las cumplan. Y de no poder hacerlo, trasladarlos a otros lugares seguros. "Si no es factible por problemas estructurales, se llevan a hoteles concertados o residencias donde puedan cumplir el aislamiento". Si bien reconoce que en el contexto actual de transmisión comunitaria no es posible, augura que lo será cuando la incidencia acumulada (número de casos por cada 100.000 habitantes) descienda, al menos, a 100, teniendo en cuenta que el personal sanitario ya ha sido vacunado. El proyecto se presentará próximamente a la administración competente.
En Catalunya, el doctor Joaquim Serra (66 años), especializado en medicina intensiva, volvió al Hospital Vall d'Hebron durante la primera ola. Las plantillas del centro médico necesitaban refuerzos de forma urgente y Serra tampoco dudó en poner sus conocimientos al servicio del interés general. Valora positivamente sus dos etapas laborales posjubilación, la primera de marzo a junio y la segunda desde noviembre hasta el día de hoy. "Hemos sido útiles. Hay mucho trabajo, si no hubiéramos venido habría más trabajo para el resto", explica a Uppers por teléfono.
Su función, como antes de su jubilación, está siendo la de médico intensivista. Desde que la pandemia comenzó a causar estragos en España, los hospitales han dividido las salas en pacientes covid y pacientes no covid. Serra atiende a los pacientes no covid que requieren un tratamiento urgente. "Aunque estaba jubilado, tenía la capacidad de volver. Pienso que mi obligación es estar", opina.
Como el resto de médicos que han vuelto después de haber cumplido su etapa laboral, su contrato está ligado a la vigencia del estado de alarma, prorrogado a finales de octubre hasta el mes de mayo por amplia mayoría en el Congreso de los Diputados. Mientras sea efectivo (hasta el mes de mayo), tanto el doctor Serra como el resto de médicos jubilados reincorporados para reforzar plantillas podrán seguir ejerciendo su trabajo.
Serra suspira al ser preguntado sobre si se quedará hasta que termine la pandemia. "No sé hasta cuándo, mi contrato está ligado al estado de alarma", explica. "Quiero decir, si a me me dejasen elegir, me quedaría mientras me necesitasen. Cuando no me necesiten, me iré". Dentro de poco cumplirá 67 años, en plena tercera ola y tratando a los pacientes no covid que requieren atención médica de forma urgente.