Hay quienes cuando llega el verano no le temen al calor, más bien tienen otro enemigo principal que intentan evitar al máximo: los mosquitos. Por un lado está el molesto ruido que hacen cuando se ponen a revolotear por la habitación de noche, ya no hablemos si les da por meterse en el oído, pero cuando encendemos la luz, desaparecen por arte de magia. Mientras, por otro están las picaduras que hacen que, por mucho que lo intentemos evitar, nos rasquemos la zona. Pero, ¿por qué nos pican? ¿Es verdad eso de que van a por las personas que tienen la sangre más dulce?
Es de lo más común quedar con tus amigos un día para ir a comer a la sombra de una terraza y que al quejarte de las picaduras de los mosquitos alguno suelte eso de que "tienes la sangre dulce". Se repite tanto que es una creencia popular que la mayoría ya da por cierta, pero realmente nada tiene que ver eso con que una persona sea una diana para esos insectos. Lo que sí es verdad es que hay otros factores que sí nos hacen más propensos a recibir su picadura.
Lo primero que deberíamos conocer es que realmente no todos los mosquitos pican. Pueden ser de lo más molestos, pero lo cierto es que solo algunas especies nos chupan la sangre, siendo las hembras las que nos generan las erupciones cutáneas que no podemos evitar rascarnos, y cuanto más rascamos, más pica, como el pez que se muerde la cola.
A diferencia de los machos, que se alimentan del jugo de plantas, las hembras que nos pican necesitan proteínas para producir huevos, proteínas que encuentran en la sangre de los humanos, por eso somos su víctima perfecta. Ahora bien, otros factores hacen que los mosquitos lleguen hasta nuestra piel y succionen cual vampiro nuestro jugo para conseguir esas proteínas, que nada tienen que ver con el azúcar.
El dióxido de carbono que exhalamos es como un cartel de neón para los mosquitos hembra que necesitan de nuestra sangre para su descendencia, según expone un trabajo publicado en la revista Nature. No todos exhalamos lo mismo y, precisamente los que más expulsan son sus mejores víctimas, ya que van buscando el mayor rastro de CO2 para conseguir esa sangre tan deseada. Por lo general, las personas más corpulentas o las embarazadas son, por este factor, los que más pude sufrir las consecuencias, o aquellos que más grasas ingieren en su alimentación.
Tanto la temperatura corporal como el olor también tienen mucho que decir. Por una parte, los cuerpos que más calor desprenden se convierten en blancos perfectos para su picadura. Mientras tanto, algunos tipos de olor corporal les llama especialmente, como cuando se hace ejercicio físico y sudamos más , produciendo ácido láctico, algo que hace que al mosquito le parezcamos aún más apetecibles.
Por su lado, algunas investigaciones han apuntado que las bacterias y microbios de ciertas zonas de nuestra piel también resultan atractivos para los insectos, como los pies, ¿o nunca has tenido esa picadura infernal en el tobillo o el empeine? Y cuidado con el alcohol, porque se ve que cuando nos bebemos unas cañitas el calor que emitimos y el sudor contribuyen a que los mosquitos nos elijan como víctimas para alimentas sus huevos.
Los repelentes o pulseras crecen en ventas en estas fechas, por eso la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha desarrollado una guía para elegir el mejor producto y no nos vendan pulseras que, más que repeler, son aromáticas. Además, también recuerdan que es importante alternar productos y no utilizar exclusivamente las pulseras.