¿Te ves de mayor en una residencia? ¿Meterías a tu padre o a tu madre en una, si tuvieras alternativa? Seguramente la respuesta a esta pregunta es la misma. Por eso, las residencias de mayores en España están en plena transformación, y los expertos miran al espejo de los países nórdicos. El modelo ya se está replicando aquí. Te contamos cómo es este modelo y dónde funciona ya en nuestro país.
Las residencias nórdicas son lugares que recrean el hogar. Están divididas en módulos donde unas 15 o 20 personas comparten espacios comunes, como el comedor o la cocina, pero viven en su habitación individual que decoran como quieren, incluso con sus propios muebles si es posible. Uno ve las mismas caras y conoce la gente con quién vive y se relaciona, y también conoce a los profesionales que les cuidan, creando un entorno de confianza.
"La gente quiere vivir en sus casas, y si no es posible, en un lugar lo más parecido posible a sus casas" comenta Pura Díaz-Veiga, investigadora de la Fundación Matía, y que lleva más de 10 años trabajando a pie de campo en el desarrollo de este modelo. "Los centros del futuro se regirán por el modelo de atención centrada en la persona y tendrán cinco ejes principales: los espacios estarán organizados en unidades de convivencia, con grupos reducidos de personas con estados de dependencia similares, con habitaciones individuales, y espacios comunes; tendrán equipos profesionales estables, que permitirán un conocimiento de la historia de vida de los habitantes de los centros, y podrán organizar con ellos rutinas cotidianas en base a sus intereses y capacidades; las familias participarán activamente en la vida y actividades del centro; y los centros tendrán una organización horizontal y colaborativa entre sus diferentes departamentos", explica la experta.
Además de cambiar los espacios, cambian los conceptos. La idea es ir a una residencia a seguir viviendo, no a morir. Por ello se propone como fundamental dotar de un proyecto vital a los habitantes de los centros. Un proyecto vital compartido, que surja del individuo y de los profesionales, y se adapte a sus capacidades y a sus preferencias vitales.
El modelo nórdico marca el camino, y es la hoja de ruta que quiere seguir el Gobierno para el cuidado de los mayores que ya no puedan vivir en sus hogares. Tanto el Plan de Choque para la Dependencia, como el Componente 22 del Plan de Recuperación, Tranformación y Resiliencia aprobado por Bruselas proponen seguir este modelo.
"Nosotros pusimos hace 10 años ocho unidades de convivencia en diversos centros de nuestra Fundación, siguiendo este modelo, y los comparamos con otros ocho grupos que seguían el modelo de cuidados tradicional, el que se ha venido utilizando en los últimos 40 años, y lo que identificamos es que las personas que vivían según el nuevo modelo tenían mejor calidad de vida y la mantenían durante mucho más tiempo que los que eran atendidos de manera tradicional", explica Pura Díaz-Veiga.
Otros estudios en Europa y Estados Unidos también habían evidenciado los mismos resultados. "No sabemos si será el mejor modelo para atender a los que ya no pueden vivir solos en sus casas, pero sí está probado que es mejor que el que hemos utilizado hasta ahora, especialmente para las personas con demencia, que serán os que más utilizarán estos centros en el futuro", comenta la experta.
La pregunta del millón es si podemos permitírnoslo. Un reciente estudio de una de las patronales de las residencias, Ceaps, concluía que el cuidado de una persona en una residencia en el modelo tradicional cuesta algo más de 2.000 euros al mes, cerca de 70 euros al día, cuando en la mayoría de CCAA las administraciones pagan alrededor de 40 euros por plaza.
"Ofertar un mayor mix de habitaciones individuales frente a dobles, supone un coste mucho más elevado que habrá que tener en cuenta a la hora de plantear este tipo de exigencias. Lo mismo ocurre a la hora de hablar de la dimensión de las unidades convivenciales. Cuanto más pequeña es la unidad convivencial, más costoso es garantizar la presencia permanente de personal para ofrecer garantías y un servicio de calidad. Hay que mencionar que los modelos nórdicos de unidades convivenciales que habitualmente se usan como referente, requieren ratios superiores al 100% de personal gerocultor de atención directa", se puede leer en el informe.
El precio de las plazas en residencias de este modelo que están funcionando en la actualidad es siempre superior a los 2.000 euros. En Guipuzcoa, por ejemplo, el precio de una plaza para personas con demencias está por encima de los 3.000 euros, aunque la diputación pone un tercio del precio si se cumplen una serie de requisitos de renta.
La residencia de Sant Adriá, en Barcelona, cuesta algo más de 2.000 euros en personas con grados bajos de dependencia.
La implantación requiere una inversión importante. Se trata de reacondicionar las residencias, de manera que en vez de muchos espacios grandes haya espacios más reducidos con equipamientos domésticos, y la otra pata del modelo es la formación de los trabajadores actuales y los futuros, en nuevas competencias, no solo en el cuidado de personas frágiles, sino en competencias relacionadas con la promoción del bienestar, trabajo en equipo, competencias en relaciones sociales, etcétera...
Para Díaz-Vega "tiene que haber un compromiso de Estado, que creo que está habiéndolo en este momento. También dependerá de lo que quiere la ciudadanía. En nuestra experiencia, la gente quiere lo nuevo, no lo antiguo. Los fondos Next nos dan una oportunidad fantástica para empezar e impulsar el cambio que no podemos desaprovechar, pero luego hay que hacerlo sostenible".
El nuevo modelo ya está aquí. En Euskadi el proyecto Etxean Hondo promociona la implantación de este modelo. Todos los centros de la Fundación Matía siguen este modelo desde hace años.
En Valencia se ha puesto en marcha el Pla Convivint, y las nuevas residencias que construya la administración se harán siguiendo un modelo de pequeños módulos de convivencia de no más de 25 personas, donde las habitaciones serán individuales o dobles, y cada espacio contará con una pequeña cocina independiente.
En Castilla y León se está cambiando todo el modelo para que las nuevas autorizaciones de centros residenciales cumplan con los requisitos del modelo de atención centrado en la persona. Palencia es la provincia piloto donde se está testando el modelo, y ya cuenta con seis unidades en funcionamiento y otras cinco en proceso de adaptación de las instalaciones.
La residencia de Sant Adriá, en Barcelona ha abierto sus puertas recientemente y es pionera en Cataluña.
La pregunta es si los boomers seremos atendidos en estas residencias. Pura Díaz-Veiga no lo duda: "yo creo que el cambio es imparable, y cada uno lo hará en la medida de sus posibilidades, residencias van a seguir existiendo pero el futuro es el que estamos empezando a ver", concluye la investigadora de la Fundación Matía.