La Covid-19 ha entrado en las residencias de mayores con mucha fuerza. Demasiada. Allí encontró a sus víctimas más propicias: personas de más de 80 años, con enfermedades crónicas y un sistema inmune débil; desprevenidos y sin medidas eficaces de protección; utilizando espacios compartidos, y sin escapatoria, ya que los centros no disponían de los recursos sanitarios para atender a los enfermos que los hospitales rechazaban. Resultado, cerca de 18.000 muertos. Todos los expertos indican que el modelo de cuidado de nuestros ancianos tiene que cambiar. Pero, ¿hacia dónde?
La mayoría de los expertos coinciden en que lo sucedido ha sido consecuencia de la saturación del sistema de salud en el pico de la pandemia, y no tanto responsabilidad de las residencias, que ni estaban preparadas ni se les proporcionaron medios de protección adecuados. Pero las imágenes del ejército entrando en varios centros han extendido una oscura mancha sobre la imagen de las residencias que tardará tiempo en limpiarse. En modelo tradicional de atención residencial ya suscitaba muchas dudas y esta crisis le ha dado la puntilla.
El doctor Josep María Vía lleva casi 20 años trabajando desde la Fundación Edad y Vida para mejorar la calidad de vida de los más mayores. "El problema no es lo que ha pasado en las residencias, el problema venía de antes. Nosotros manejamos datos que dicen que sólo 4 de cada 100 residentes están allí por voluntad propia. Yo cumplo este año 62, soy del baby boom total, y no hay nadie de mi generación que vaya a querer ir a una residencia así", explica.
Para Mayte Sancho, experta en gerontología y cuidados y una de las impulsoras del modelo de Atención Centrada en la Persona en nuestro país: "es preciso cambiar ya el modelo residencial en España. Esto no significa que haya que destruir este sistema y construir uno nuevo, sino que hay que reformular lo que tenemos en un itinerario de cambio, como se cambió en la mitad de Europa hace más de 50 años y como cambiaron todos los modelos americanos que también están en esa línea. Las generaciones que ahora tienen 50 o 60 años ya conocen alternativas a las residencias convencionales, y van a requerir otras formas de cuidados. Es un reto formidable, pero también una gran oportunidad", señala Mayte.
Es preciso pues cambiar de modelo, pero ¿hacia dónde? Los expertos coinciden en una frase que se repite como un mantra en los últimos años: la 'Atención Centrada en la Persona'. Se trata de un cambio de perspectiva que propone que las personas sean cuidadas teniendo en cuenta su identidad, su trayectoria vital, y su desarrollo personal, facilitando que sigan creciendo y realizándose independientemente de las limitaciones que acarrea el envejecimiento y la dependencia. En definitiva, procurar que quienes nos vayan a cuidar se adapten a nuestras circunstancias, y no al revés.
Dentro de la gran variedad de fórmulas que pueden ajustarse a este planteamiento, los expertos señalan dos escenarios como los que más probabilidades de crecimiento tienen en los próximos años.
Josep María Vía lo tiene claro: "la mayoría de la gente quiere envejecer en su casa, y vamos a querer atención domiciliaria hasta el límite. Una atención con servicios sociales y sanitarios, aprovechando todas las posibilidades de la tecnología mucho más allá de la teleasistencia convencional, usando la domótica, la telemedicina, con entornos adaptados, y con cuidados paliativos al final de la vida que nos permitan morir en casa de manera más natural", prevé el experto de la Fundación Edad y Vida.
Para que eso sea posible se necesita ampliar el concepto de ayuda a domicilio actual y construir una verdadera red de apoyos coordinada y conectada que nos ofrezca las ayudas o los servicios necesarios. La red debe estar tejida con las familias, los servicios sociales, la atención primaria y especializada de salud, el sector de empleo del hogar y los cuidados, los asistentes personales, el voluntariado, los servicios de proximidad y las iniciativas de participación comunitaria. Es decir, utilizar todos los recursos públicos y privados que ahora funcionan de manera independiente, de forma conectada y coordinada.
La figura de profesionales de referencia por barrios o zonas, que conozcan por un lado las circunstancias vitales y de salud de las personas que requieran cuidados, y por otro los recursos disponibles en la zona se hace imprescindible, tanto para diseñar itinerarios personalizados de atención, como para asignar los recursos más adecuados a cada cual.
El modelo propone una cartera de servicios provistos por entidades públicas y privadas, a las que los ciudadanos podremos acceder libremente. Los servicios estarán supervisados por los organismos públicos quienes garantizarán su calidad. Existirán unos servicios básicos, que deberán ser financiados públicamente en su mayor parte, y que podrán ir completándose en función de las posibilidades de copago por parte de los ciudadanos.
La implantación de esta forma de cuidar a domicilio puede suponer la creación de gran cantidad de puestos de trabajo estables, y el crecimiento de una industria del cuidado especializada que deberá cubrir las demandas de un público cada vez más exigente. A los puestos ya existentes, como los asistentes domésticos, que ayudan en las tareas de limpieza o comidas, o los personales, que acompañan en el aseo, los desplazamientos o con la medicación, surgirán nuevos perfiles, como lavanderías a domicilio, podólogos, peluqueros, fisioterapeutas, entrenadores de ejercicio personalizado, tanto físico como mental, asistentes personales para salidas de ocio... sin contar con los empleos que se generarán con la adaptación de los hogares, o en la instalación de mecanismos domóticos de teleasistencia y telemedicina.
"Hay que encaminarse a un modelo más doméstico, basado en la personalización y con todas las atenciones profesionales necesarias adaptadas a los alojamientos que en el futuro se destinarán a personas mayores. Algunas llevarán cuidados dentro y otras cuidados provistos desde fuera, se trata de un mundo tan diverso como el número de personas al que se dirige", comenta Mayte Sancho.
En España algunas administraciones ya están poniendo en marcha estos nuevos modelos de atención residencial como alternativa al tradicional.
José María Toro, secretario de CEAPS, la confederación que agrupa a los empresarios residenciales de las distintas comunidades autónomas, explica que "vamos hacia modelos de unidades de convivencia, espacios compartidos por grupos de 20 o 25 personas, que tengan una apariencia más hogareña y donde los residentes se sientan más como en su casa. El problema es que el precio de la plaza se dispara, porque tienes los mismos gastos fijos con menor número de plazas. Ni siquiera la administración tiene capacidad para hacer centros muy pequeños. En lo que se está trabajando es en hacer unidades acopladas, con varios grupos que permitan ser rentables con un cuidado más personalizado", señala Toro.
Jesús Cubero, secretario general de AESTE, la patronal que agrupa a los grandes grupos residenciales como Domus Vi, Amavir, Caser, Eulen, Ilunión, Orpea, Ballesol, Asispa, Sanitas y Valdeluz no lo tiene tan claro "es complicado que el modelo de atención en unidades de convivencia sirva para todos. ¿De qué te vale tener una cocina para 15 personas si no van a poder hacerse la comida? Hoy en día las personas que ingresan en residencias son muy mayores y llegan muy tocadas, por lo que necesitan más atención sanitaria, y también más personal. Lo que se necesita es una financiación corresponsable por parte del Estado y las CCAA" comenta Cubero.
La Fundación Pilares, institución que defiende la implantación en España del modelo de atención centrada en la persona, explica las características del centro ideal. Serían alojamientos que combinan la existencia de espacios privados que garantizan tu intimidad con otros comunes para socializar, donde te puedes llevar tus muebles y pertenencias para construir un 'hogar propio'. Se intenta que el modo de vida sea parecido al que llevabas en tu casa, y se fomenta la realización de las actividades cotidianas, como cocinar, lavar la ropa, etcétera. Una vez dentro, puedes permanecer allí hasta el final, si así lo deseas, y no te verás obligado a trasladarte a otro recurso ante procesos de deterioro.
En cuanto a la organización, recomiendan pasar de organizaciones jerárquicas (director, equipo profesional, cuidadores) a un trabajo interdisciplinar de abajo-arriba, donde el personal de atención directa junto a las personas residentes y, en su caso, sus familias, deciden las rutinas cotidianas. Estos profesionales de atención directa tendrían muy buena formación y estarían bien retribuidos ya que desempeñan tareas polivalentes aumentando la productividad.
Josep María Vía es claro "con las condiciones de financiación actuales no podemos cambiar a mejor. En España las administraciones están pagando por plaza residencial entre 50 y 60 euros al día. ¡Qué atención integral se puede prestar a una persona dependiente con 50 euros al día! Si no se pone dinero público, no tendremos atención centrada en la persona, tendremos atención fragmentada en la persona", afirma Vía.
Pero la financiación pública está supeditada en gran medida a la Ley de Dependencia, que nació para ser la cuarta pata del Estado de Bienestar, junto a las pensiones, la sanidad y la educación, pero que nació coja y aún no se ha recuperado.
Por otra parte, varios fondos de inversión han entrado en los últimos años en los grandes grupos residenciales del país, DomusVi, Orpea, Amavir, Vitalia Home y Ballesol, que alcanzan ya el 20% de la cuota de mercado. La adaptación del modelo en estos centros puede verse entorpecida por la necesidad de conjugar rentabilidad con responsabilidad.
Para Mayte Sancho "es cuestión de dinero, pero también de cambiar los modelos organizativos, y eso genera muchas resistencias. A partir de lo que ha sucedido, los empresarios del sector son conscientes de que a esto hay que darle una vuelta, que es lo que se hizo en Suecia, Dinamarca y Holanda hace muchos años".
España será en breve uno de los países más envejecidos del mundo. El sector de la atención a la dependencia genera un gran número de puestos de trabajo, y es una industria que no se puede deslocalizar. Las generaciones del baby boom que ahora están llegando a la jubilación exigirán modelos novedosos de atención y cuidados más personalizados, y dispondrán de mejores pensiones para poder pagarlos. Se trata de una oportunidad estratégica de creación de riqueza y empleo ahora que se buscan alternativas al turismo como motor de la economía. En opinión de Mayte Sancho "este es uno de los grandes cambios pendientes y urgentes que necesita el país".