El suicidio es una realidad tan dolorosa como necesaria de abordar. Demasiado tiempo silenciada, demasiados eufemismos utilizados, demasiada pesadumbre y desasosiego en aquellos que lo sufren, tanto directa como indirectamente. En nuestro país es la primera causa de muerte no natural desde hace más de una década, según datos del Colegio de Psicólogos de Madrid. Las cifras están ahí y dibujan un panorama preocupante: según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2019 se suicidaron 3.671 personas, o lo que es lo mismo, 10 personas al día.
La pandemia de coronavirus no ha ayudado en este sentido. Especialmente, en el caso de los adolescentes: la ideación suicida, la ansiedad y la depresión o la tristeza aumentaron de forma significativa en los grupos de edad más jóvenes durante el año 2020 tras el confinamiento, según recoge el informe anual de la Fundación ANAR sobre la situación de adolescentes y niños en riesgo.
Conscientes de la necesidad de blindar la salud mental y con motivo del Día Mundial de la Prevención de Suicidio, acudimos al psicólogo Josep Maria Suelves, docente de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) para que nos comente qué pistas hemos de seguir a la hora de detectar comportamientos anormales en nuestros hijos, cuál es la línea que separa la tristeza de la depresión y por qué la depresión y la ideación suicida no deben vincularse directamente en todos los casos.
El término 'depresión' no debe utilizarse a la ligera, en tanto que constituye un serio trastorno mental que atraviesa y condiciona la vida del que lo padece, mientras que la tristeza es un sentimiento de desánimo o abatimiento con carácter más o menos temporal. "La depresión es un trastorno complejo y duradero: la situación afecta de manera significativa a quien lo padece", explica Suelves a Uppers. Es por ello que la principal forma de determinar qué es tristeza y qué es depresión es, precisamente, observar si se trata de un sentimiento pasajero o si, por el contrario, nos encontramos ante un comportamiento crónico o extendido en el tiempo.
Para el experto, resulta clave entender que ambos fenómenos no tienen porqué ir de la mano siempre. O dicho de otra forma: la depresión no es la única causa del suicidio ni tampoco una condición sine qua non "No son parejas de baile indispensables", resume Suelves. "El suicidio es un fenómeno complejo que afecta a personas de todas las edades, especialmente a partir de la adolescencia. No solo depende de la depresión: también aparece por problemas médicos, acoso en las relaciones sociales, abuso de sustancias, psicosis… Y tiene que ver con aspectos como el apoyo social".
La adolescencia es sinónimo de cambios a todos los niveles. Y es precisamente eso lo que puede suponer una complicación a la hora de detectar tendencias depresivas o de ideación suicida. "Las relaciones del chico o chica con sus familiares sufren cambios. Por tanto, puede ser difícil diferenciar entre aquello que es normal y propio de la etapa y aquello que no lo es", advierte el psicólogo.
A este respecto, debemos atender a ciertos comportamientos que, de extenderse en el tiempo, han de hacer saltar las alarmas, especialmente cuando la desazón interfiere directamente en su vida.
Pérdida de interés
Dejan de hacer actividades o practicar hobbys que antes les reportaban felicidad y que estaban integrados en su rutina. En este abanico encontramos, por ejemplo, el aislamiento y la separación de su grupo de amigos, así como dejar de practicar actividades que antes le llenaban, como la música, el deporte o los videojuegos.
Menor actividad
Va en concordancia con el punto anterior: hay una ruptura evidente con la rutina que realizaba anteriormente, pasando mucho más tiempo ensimismado y encerrado y rompiendo con su forma de ser.
Apatía
Deja de estar motivado con todo lo que rodea a su vida. Todo le cuesta mucho más que antes y desaparece su entusiasmo por todo aquello le rodea, como el instituto o las relaciones sociales y familiares.
Antes de abordar el asunto, Suelves deja claro que el alarmismo no es la mejor opción a la hora de divulgar acerca del suicidio y afirma que no se trata de asustar a los padres y madres, sino de conocer hasta qué punto un patrón de comportamiento puede significar una futura conducta a evitar. "Lo que debería preocuparnos es una ruptura en el curso del desarrollo de un chico o una chica que se desvía de lo normal que se esperaría de él o ella", afirma.
Estas son algunas pistas a tener en cuenta.
Expresiones sobre la muerte
Habla de la muerte como solución, con cierto tono desesperanzador o de abatimiento vital.
Mensajes de despedida
En este caso, tal y como nos recomendó el psicólogo Jorge Lareo, es importante echar un ojo a las publicaciones de nuestros hijos en redes sociales. Allí, la alerta debe saltar cuando encontremos mensajes de despedida, de excesivo positivismo o un tono melancólico general en las fotografías.
Autolesiones
No es lo más común, pero es uno de los indicadores más claros de que algo no está yendo bien.
En caso de percibir alguna de estas señales, lo más recomendable es abordar el tema desde la escucha activa y acudir a un profesional.
Teléfono de la Esperanza: 717 003 717