Ha pasado ya más de un año desde que la Covid-19 irrumpió en nuestras vidas, pero por fin podemos ver la luz en el horizonte. Con más del 70% de la población vacunada y casi 69 millones de dosis administradas, España avanza hacia la normalidad. A pesar de que el Gobierno todavía no ha dado una fecha para el fin de las restricciones, varias autonomías han comenzado a levantar algunas de las medidas más duras del confinamiento.
Es el caso de Madrid, que recientemente ha anunciado que planea eliminar la limitación de aforo de cines y teatros y permitir el horario completo en discotecas y bares, o de Extremadura, que hacia finales de septiembre planea acabar con todas las restricciones. En Galicia, pese a que el Tribunal Supremo ha avalado el pasaporte Covid, las restricciones se han rebajado al nivel medio bajo, y en Valencia, comunidad donde todavía permanecía el toque de queda, finalmente se ha reabierto el ocio nocturno. Así, solo en Cataluña se mantiene el cierre del ocio nocturno a las 0:30, aunque en las últimas semanas se ha aprobado la eliminación del límite de 10 personas para las reuniones sociales, así como el aforo del 70% para las ceremonias civiles y religiosas.
La vida pre-pandémica parece volver poco a poco a nosotros. Pero mientras algunos ansían recuperar su antigua vida social, otros muchos se ven abrumados por esta vuelta a la normalidad. Es lo que se conoce como resaca social, un término coloquial que hace referencia a “un estado emocional intenso o de malestar, asociado al esfuerzo, cansancio o agotamiento tras un contacto social”, según nos define la doctora María García Salinas, psicóloga de bluaU de Sanitas.
A pesar de que ya se utilizaba antes de la pandemia del coronavirus, especialmente entre aquellas personas que tienen dificultades para socializar y relacionarse con los demás, esta expresión ha ganado una gran popularidad a partir del confinamiento del pasado marzo, ya que muchas personas han experimentado ese cansancio al retomar su vida social.
Para la doctora García, esta sensación es normal e incluso esperable. “Tras un período de aislamiento donde los contactos sociales disminuyen notablemente y los que se hacen se producen de forma indirecta (vía online o telefónicamente, pero no en persona), es esperable que quedar con nuestro grupo de amigos nos suponga un mayor esfuerzo y nos genere más cansancio, especialmente si tenemos en cuenta que la Covid-19 se puede transmitir por acciones cotidianas”, explica. “La enfermedad sigue ahí y debemos tener presentes las medidas de prevención para evitar el contagio”, añade, por lo que es normal que sintamos este malestar.
La doctora García señala que, tras la pandemia, nuestra forma de relacionarse ha “cambiado” y que “debemos adaptarnos” a esta nueva realidad, de ahí que nuestro cuerpo nos mande “alguna señal, por decirlo de alguna manera, para avisarnos de que es necesario reajustar la forma en la que nos comportamos”, apunta. Para ella, la vuelta a la normalidad supone un proceso de readaptación, en el que, inevitablemente, tendremos que hacer cambios y reajustes. “Dependiendo de cómo abordemos este proceso y de las herramientas y el contexto en el que nos encontremos”, señala, “este proceso de readaptación puede suponer un mayor o menor esfuerzo y se realizará con más o menos éxito”.
Volver a la normalidad también supone enfrentarse de nuevo con todas aquellas cuestiones que se quedaron en stan-by con el confinamiento, como la vuelta al entorno laboral. Por ello, para evitar sentirse abrumado con el cambio, la doctora recomienda que se haga un “ejercicio de reflexión sobre los aspectos del confinamiento que nos resultaron beneficiosos” para eliminar “aquellos aspectos de la socialización que nos resulten más agotadores y reajustar nuestra rutina actual”. “Se trata de ajustarnos al contexto, respetando nuestros propios límites, tiempos y necesidades, sin dejar de estar en contacto con nuestro entorno”, explica.
En este sentido, la doctora recuerda que la resaca social no es una enfermedad o patología, sino un proceso de readaptación cuyos síntomas desaparecerán conforme se realice este cambio. Al ser un trastorno que afecta a cada persona de forma distinta, no se puede dar una fecha concreta para el fin de este proceso de reajuste, aunque sí se pueden dar recomendaciones para intentar superarlo.
En este caso, la doctora hace hincapié en la importancia del ejercicio de reflexión y de descubrir qué es lo que nos funciona a cada uno de nosotros. “No hay que asumir como propias las necesidades de otras personas”, sentencia. Además, afirma que es probable que necesitemos establecer límites con nuestro entorno para poder superar esta resaca social, ya que no todo el mundo puede entender nuestras necesidades. “Es importante establecer límites de forma asertiva, clara y directa, pero sin atacar o juzgar a los otros”, explica. De este modo, evitaremos sentirnos presionados y cansados, dos aspectos que pueden afectarnos a la hora de relacionarnos con los demás.
El proceso de readaptación no tiene por qué ser lineal. A la hora de volver a relacionarnos con nuestros contactos, es probable que algunas veces nos resulte agotador y otras, fácil. Esto no significa que hayamos retrocedido, sino que es algo perfectamente normal que demuestra que el proceso sigue activo. Por ello, no te desanimes. Sé realista y compasivo contigo mismo: el cambio llegará antes o después si te lo propones.