Si hay un alimento con el que es muy sencillo asociar a la generación del 'baby boom' ese es la leche. Durante mucho tiempo se le consideró prácticamente imprescindible por la cantidad de de calcio y proteína que contiene, no solo en la infancia sino también en la adolescencia y la edad adulta. Sin embargo, hace ya tiempo que se viene imponiendo una tendencia a limitar su recomendación, con el objetivo de que no desplace a otros alimentos, o desaconsejarla, especialmente desde el punto de vista ético, centrado en su impacto ambiental y en el sufrimiento animal que implica su producción. El mensaje viene a ser que si dejamos de tomar leche mejoraremos nuestra salud y la del planeta. Pero, entonces ¿los lácteos son buenos o malos?
"Ni una cosa ni otra, son simplemente un alimento más que no es imprescindible ni obligatorio consumir", nos respondía el dietista-nutricionista Aitor Sánchez en una entrevista con Uppers. Por mucho que haya quedado grabado en el imaginario colectivo que la leche y los lácteos son necesarios para conservar una buena salud ósea, la realidad es que lo que se necesita tener es una buena ingesta de calcio, "y eso se puede conseguir a partir de muchos alimentos diferentes". No olvidemos un dato curioso: los humanos somos los únicos mamíferos que consumimos leche de otras especies, y los únicos mamíferos que seguimos consumiendo leche en edad adulta.
Aproximadamente un vaso de leche de 200 mililitros nos aportaría unos 220 miligramos de calcio, una cifra que la convierte en un alimento versátil y completo a la hora de insuflar este mineral a la dieta, pero ese aporte se puede lograr también, sin problemas, a través de otros alimentos: sardinas en lata, almendras, brócoli, garbanzos, higos secos o la bebida con soja son también buenas fuentes de este mineral.
Y lo cierto es que, a pesar de lo que diga la publicidad, no todos los productos lácteos los tomamos en versiones saludables, por lo que es importante escoger bien, aunque a veces sea difícil, y no permitir que desplacen a otros alimentos más interesantes. "Tiene mucho más sentido que el espacio que le damos a yogures azucarados, postres lácteos o quesos de mala calidad lo ocupen las frutas, frutos secos o incluso legumbre", explica Aitor Sánchez. Las dietas sin lácteos son cada ve más frecuentes, y desde el punto de vista clínico, un ejemplo de dietoterapia en crecimiento.
En caso de tomar lácteos ¿es más aconsejable que sean desnatados o enteros? Hace ya treinta o cuarenta años que comenzó a recomendarse sustituir los lácteos enteros por su versión desnatada. La publicidad, en plena época de demonización de las grasas, los vendía como más sanos y con menos calorías. Pero lo cierto es que esta reducción es muy mínima. En realidad, "la grasa láctea no es tan relevante como se pensaba, y mucho menos en esas cantidades tan anecdóticas que se tomaban en la leche o en el yogur", indica el experto. Por tanto, recomienda "centrarnos en tomar lácteos mínimamente procesados sin azúcar añadido y, a poder ser, fermentados si es que se quieren consumir".