La patata es uno de los alimentos más comunes y versátiles que usamos en la cocina. Es un producto barato y fácil de cultivar, que puede prepararse de muchas maneras y de forma sencilla, rico en nutrientes y con un sabor agradable que hacen de él el acompañamiento perfecto para cada plato. Ha sido y sigue siendo un alimento básico en muchos hogares, pero más allá de sus beneficios nutricionales, puede acarrear ciertos problemas.
Su consumo suele restringirse al mínimo en la mayoría de las dietas, incluso las patatas cocidas. Algunos médicos y especialistas las colocan directamente en el grupo de alimentos "peligrosos" junto con la pasta y el arroz blanco. Las patatas fritas son el alimento que más favorece la obesidad y el puré de patata cuenta con un índice glucémico altísimo, que favorece la aparición de diabetes tipo 2. Ni siquiera hervidas resultan tan saludables como se creía. Estos son los tres motivos por los que algunos expertos piden eliminarlas:
La patata es un tubérculo y por tanto un vegetal. Desde el punto de vista botánico se puede considerar una hortaliza, pero desde un punto de vista nutricional los expertos recomiendan no pensar en ella como una verdura. Estas son alimentos cargados de vitaminas y minerales, y además contienen una buena proporción de fibra.
La patata, sin embargo, cuando es despojada de su piel se queda sin una gran parte de los nutrientes interesantes para la salud, además de que tener una proporción muy baja de fibra. Por tanto, tiene más que ver con el grupo de los hidratos de carbono, como el pan o la pasta, que con las verduras.
Otra de las razones por las que la patata no puede ser considerada una verdura es su efecto negativo en la glucosa en sangre. Al final su nutriente más relevante es el almidón, un carbohidrato que se descompone rápidamente en azúcares simples que llegan a la sangre. Aunque las verduras también contienen muchos azúcares simples, su contenido en fibra hace que su entrada en el torrente sanguíneo se ralentice.
En el caso de la patata, la falta de fibra acelera su paso a la sangre, lo que obliga al páncreas a producir una cantidad proporcional de insulina en poco tiempo. Esto significa que la patata tiene un alto índice glucémico y puede aumentar el riesgo de diabetes.
Las verduras nos hacen sentir saciados y eso evita que comamos en exceso, ganemos calorías extra y aumentemos el riesgo de padecer sobrepeso. Las patatas, sin embargo, generan sensación de hambre poco tiempo después de haberlas comido, justo cuando el pico de glucosa en sangre cae en picado. Además, cuentan con pocas proteínas, un nutriente que llena de por sí.
Es cierto que la patata es menos dañina cuando se tiene un estilo de vida activo, pero podría ser sustituida por otras hortalizas similares como el boniato y la zanahoria, o con una guarnición de verdura.