No pueden faltar en ningún aperitivo. Combinados con otros encurtidos o salazones, componen un dúo irresistible, sobre todo cuando van acompañados de una copa de vino o de una caña, alimentos poco nutritivos, pero muy muy sabrosos. Nos referimos al humilde pepinillo, ese representante de la familia de las cucurbitáceas, donde también encontramos las calabazas y calabacines, el melón o la sandía. El pepinillo destaca por su pequeño tamaño, así como por su piel blanda y comestible y su pulpa jugosa, detalles todos ellos que lo diferencia de su pariente cercano, el pepino.
Hasta la revista Time ha tenido que hacerse eco. Los pepinillos, en su versión fermentada, son muy buenos desde el punto de vista nutricional.
Se trata de una hortaliza muy hidratante, rica en agua, con grandes aportes de fibra, vitaminas y minerales, y que además no contiene grasa. Es destacable su contenido en vitamina A y C, así como también algunas del grupo B. Como sucede con otras hortalizas de su misma especie, contiene fitonutrientes con valiosas propiedades antioxidantes. Pero lo más interesante de sus beneficios nutricionales es que no genera picos de glucosa en sangre y tiene efecto probiótico.
Los pepinillos suelen tomarse encurtidos, un proceso de fermentación que potencia su capacidad antioxidante, antimicrobiana, antiinflamatoria y regeneradora de la flora intestinal. El desarrollo de los organismos probióticos depende en parte del método de conservación elegido. El vinagre, uno de los más habituales, suele ser malo para estos probióticos.
Los que llevan salmuera fermentada, una mezcla de agua tibia con grandes cantidades de sal, son más interesantes desde el punto de vista nutricional. Esta solución acuosa crea un entorno óptimo para los probióticos y el resultado será muy bueno para nuestra microbiota. Apenas tienen calorías, así que también son buenos para las dietas hipocalóricas, siempre vigilando el exceso de sal.
Como veremos, los probióticos no solo son buenos para la salud digestiva, aunque su principal función es mantener en buen estado la microbiota intestinal, esos millones de bacterias que nos ayudan a hacer mejor la digestión y absorber mejor los nutrientes.
Los probióticos también ayudan a proteger el sistema digestivo de organismos nocivos, mejoran la digestión y la función intestinal. Combaten y previenen enfermedades intestinales, como la colitis o la enfermedad de Crohn, fortalece el sistema inmunológico y previene alergias e intolerancias, entre otras funciones. También ayuda a digerir la lactosa. Pero lo más sorprendente es que una microbiota en condiciones favorece la salud mental.
Para incrementar el consumo de probióticos, basta con tomar yogur, kéfir, kombucha, chucrut, masa madre o levadura natural, y quesos curados como el roquefort, entre otros.