La mayoría de los encurtidos son verduras como pepinillos, cebolletas, aceitunas o banderillas que normalmente suponen una alternativa más saludable que otros aperitivos fritos, pero se suele recomendar moderar su consumo si se sufre hipertensión. ¿Es cierto que conviene mantener una prudente distancia con estos alimentos? La respuesta corta es que sí, pero con matices. Ni mucho menos estamos ante el producto más dañino para una persona con la tensión alta.
El nutricionista Aitor Sánchez explica en una nueva entrega de ‘¿En qué quedamos? Por Mi dieta cojea’ por qué a veces se ha demonizado injustamente a los encurtidos. Cuando se tiene hipertensión es importante que la dieta esté controlada en sodio, uno de los minerales que forma parte de la sal común. Por eso el hipertenso vigila tanto la cantidad de sal que se le pone a la comida.
Sin embargo, la mayor parte de la sal que tomamos no es la del salero, sino que viene en alimentos como los quesos, los embutidos, los snacks salados y las salsas. Los encurtidos son producto de una técnica de conservación que utiliza sal y vinagre. Por tanto, sí tiene sentido limitar su ingesta por su contenido en sal, pero tampoco deberían ser la primera opción a eliminar. Tiene más sentido vigilar esos otros alimentos que hemos mencionado.
De hecho, los encurtidos son muy beneficiosos por su efecto saciante, ideales para comer entre horas cuando queremos perder peso, favorecen la digestión por sus enzimas digestivas y refuerzan el sistema inmunológico. Además, aportan potasio, que contrarresta parcialmente el efecto negativo del sodio.
Por supuesto, la mejor forma de tomar verdura sería en otras preparaciones no tan saladas (al horno, en ensalada, gazpacho, cremas, hervida...), pero si los encurtidos nos gustan mucho hay un truco para reducir su cantidad de sal en casa: remojarlos, dejándolos sumergidos unos minutos para reducir la cantidad de sal. Como se perderá algo de sabor, se puede compensar ligeramente con limón o vinagre.
Otra moda relacionada con poner alimentos en remojo es la de 'activar' los frutos secos. Nueces, avellanas, almendras o anacardos son ricos en grasas saludables, proteínas y vitaminas, aunque algunos defienden meterlos en agua durante un tiempo variable para presuntamente aumentar sus beneficios.
Quienes defienden esta práctica sostienen que al remojar los frutos secos se activa su proceso de germinación y sus nutrientes van a ser más fáciles de digerir, pero algunos estudios realizados concluyen que las diferencias que se obtienen, nutricionalmente hablando, son mínimas, y además no siempre positivas, ya que algunos nutrientes del fruto seco terminan perdiéndose.