Con nata u otros lácteos, al natural, en zumo y hasta en gazpacho para los más foodies. La fresa es una fruta de sabor exquisito que contiene una gran cantidad de nutrientes necesarios para el organismo, y a su vez aporta beneficios extras para la salud. Comer fresas comporta un extra de vitaminas C y E en grandes cantidades y vitaminas A, D, E y K y folato en menor medida.
En definitiva, aportan grandes beneficios en la salud y algún que otro inconveniente que debes conocer, ahora que comienza la época de mayor consumo. Empecemos por sus beneficios más conocidos, según la Unidad de Nutrición de Clínica Menorca.
Es una de las frutas menos calóricas del mercado. 100 gramos de fresas solo aportan unas 30 calorías; por tanto, son un buen aliado para las dietas de pérdida de peso. Si consumimos la cantidad habitual (unos 200 gramos), tan solo nos aportarán 60 calorías.
Además, la antocianina, la encargada de la pigmentación que produce el color rojo de las fresas, estimulan la quema de grasa almacenada. Los azúcares que contienen son totalmente tolerados por los diabéticos.
Poseen un alto contenido en fibra, tanto soluble como insoluble y están compuestas principalmente por agua. Por lo tanto, son un buen recurso para los picos de hambre entre comidas.
Las fresas son también una fuente rica en micronutrientes de gran valor, como son la vitamina C, E y betacarotenos, los tres antioxidantes por excelencia. Además, contienen fenoles, un compuesto químico conocido también por sus poderosas cualidades como antioxidante natural, el agente protector que mantiene la salud de las células.
Los fenoles ayudan también a luchar contra los procesos inflamatorios del organismo inhibiendo la producción de la enzima ciclooxigenasa, del mismo modo que lo hacen compuestos como la aspirina o el ibuprofeno.
Es también rica en ácidos, principalmente el salicílico. Por esta razón, las fresas son conocidas como la aspirina natural. Su aporte en grandes cantidades de salicilatos, derivados del ácido salicílico, ayudan a controlar la inflamación. Además contienen manganeso, un mineral que actúa como un potente antioxidante y antiinflamatorio natural.
Existen investigaciones que demuestran que un elevado consumo de fresas desarrolla la proteína C reactiva (CRP), un potente antiinflamatorio producido por el hígado. Por lo tanto, resultan un buen medicamento natural para enfermedades como la artritis y la gota. La fresa contiene aproximadamente 30 componentes antiinflamatorios. Debido a ello alivia las inflamaciones del intestino, limpia y purifica el aparato digestivo.
Su alto contenido en vitamina C las convierte en un poderoso antioxidante que potencia el sistema inmunitario. Tienen una gran capacidad bactericida y previenen las infecciones. También está vitamina interviene en la formación de colágeno y favorece la absorción del hierro de los alimentos y la resistencia a las infecciones.
Las fresas tienen un alto contenido en magnesio, potasio y vitamina K, que ayudan a potenciar la salud de los huesos.
Por último, favorecen la evacuación intestinal por su contenido en fibra. Las fibras dietéticas son importantes para alimentar a las bacterias buenas del intestino y para mejorar la salud digestiva. También son diuréticas, favoreciendo la reducción de ácido úrico.
Lo importante es que formen parte de una dieta sana y equilibrada, dentro de las cinco raciones diarias de frutas y verduras. Deben consumirse siempre frescas y maduras, el color intenso se asocia a la madurez y a su vez con un sabor más dulce.
Por sus propiedades depurativas, se recomienda su consumo por las mañanas, sobre todo en ayunas y sin comer ningún otro alimento, de esta forma limpiarán la sangre e intestinos profundamente. Así sacaremos todo su potencial, comiéndolas solas y con el estómago vacío, debido a que se digieren en aproximadamente 30 minutos. Lo ideal es esperar a que reposen y se digieran bien para luego tomar otro alimento. Las frutas ácidas o cítricas sólo lo son antes de consumirse; una vez que se comen, en el cuerpo se vuelven alcalinas (sin acidez).
Se mantienen frescas muy poco tiempo, por lo que deben comerse lo antes posible tras la compra. Se trata, además, de un producto con una susceptibilidad al hongo patógeno, el moho gris que aparece en la superficie. Cuando esto ocurre, las fresas afectadas deben descartarse. No basta con cortar solo la parte dañada, pues cuando el moho es visible significa que el interior puede estar ya muy afectado.
Pese a sus nutrientes, no se recomiendan introducirlas en la dieta hasta los 18 meses. Esto se debe a que son alergénicas y podrían provocar un daño serio. Liberan histamina, una sustancia endógena que contribuye a desencadenar migrañas en el sistema nervioso central. Fresas y fresones están descritos como frutos potencialmente alérgicos, al igual que otros frutos rojos como las frambuesas y las moras.
Por tanto, no descartes tomar fresas, ya que sus propiedades nutricionales son muy altas. Pero sí debes observar cuidadosamente el efecto que tienen en tu organismo. Y si eres de los que ya sufres ataques de migraña, no abuses de este fruto rojo.