Salir a comer fuera y pedir fruta de postre es un reto que muy pocos son capaces de conseguir. De las natillas, el flan o el arroz con leche tradicional, pasando por el brownie, la tarta de queso o los profiteroles, las opciones son tan variadas que resistirse a ellas es prácticamente imposible. "Si son dos cucharadas y ya está", "un día es un día", "nos pedimos uno a medias" o "si es pequeñito, sí" son algunas de las excusas que nos repetimos en nuestra cabeza sin parar. Y es que es cierto que el disfrutoneo, ese que nos da la edad y la experiencia, el que llevamos por bandera desde que salimos de la treintena, pasamos por la cuarentena y vivimos en la cincuentena, no incluye el tener que cortarnos de nada, pero ¿realmente merece la pena? Hablamos con Luis Alberto Zamora y Alberto Herrera, autores del libro "Comer bien es fácil si sabes cómo", para que nos quiten de la cabeza la idea de que renunciar al postre es dramático y nos hagan unas comparaciones sencillas que realmente harán que, por primera vez, nos lo replanteemos.
Ensalada de primero, entrecote a la plancha de segundo y de postre… unas fresas con nata o, mejor, una tarta de la abuela, si es casera seguro que no es mala. "Si eres de los que come todos los días de menú del día, nosotros damos dos consejos muy fáciles de seguir. Por un lado, que nunca te pongan el pan antes de pedir porque, probablemente, te lo habrás terminado antes de la siguiente visita del camarero y que, de postre, siempre elijas la fruta o pases directamente al café. Lo que debes entender es que muchas veces el pecado del final, que viene en un plato pequeño y parece poca cosa, tiene más calorías que los dos platos anteriores juntos, las mismas que tres primeros", nos cuentan los autores.
Además de ahorrarte unas calorías innecesarias, en muchos casos también lo verás reflejado en tu bolsillo, basta con mirar los precios de los dulces en los restaurantes. "Nuestra recomendación es que, si no hay fruta fresca ni lácteos sin azúcar, pasemos al café o a la infusión. Durante estos años como nutricionista me he encontrado a mucha gente que dice comer muy bien y cumplir con lo recomendado pero que en los análisis les salen unos resultados poco esperados. Por eso, hemos decidido hacer comparaciones muy visuales que al final son las que ayudan al lector a entender de que va la cosa", explica Zamora.
El flan de huevo es uno de esos postres que te comes en dos cucharadas y que te recuerdan a tu niñez, al que te preparaba tu abuela en casa al baño maría, con caramelo casero y, en ocasiones, un poquito de nata montada. Es uno de postres más comunes en los restaurantes de comida mediterránea y, aunque te sorprenda, tiene 204 kilocalorías, exactamente las mismas que tres platos de gambas. Algo similar pasa con la famosa tarta de manzana. Fina, crujiente, calentita… no puede ser mala. Es ligera como el aire y da la falsa sensación de ser saludable. Nada más lejos de la realidad. Tiene 250 kilocalorías por ración, algo equivalente a tomarte cinco huevos, de esos que tanto nos gusta disfrutar en verano.
Si con estos dos ejemplos ya te hemos dejado sin palabras, espera a escuchar el siguiente. Directa de Estados Unidos, la tarta de zanahoria se ha convertido en uno de los 'must' de los restaurantes y, especialmente, de los menús del día. Un pedazo de ese bizcocho anaranjado y aireado relleno con crema de queso y un par de nueces por encima aporta la friolera de 362 kilocalorías, exactamente lo mismo que dos chuletones de buey.
Y por si todo esto fuera poco, el tiramisú con su crema de mascarpone y el bizcocho borracho de café es el mayor de todos tus males. Solo una ración o un vasito tiene cerca de 500 kilocalorías, concretamente 492, las mismas que esa pierna de cordero que tanto disfrutas en ocasiones especiales o los fines de semana y que jamás te plantearías comer a diario "porque es una locura".
Quizá, después de estos ejemplos, te hayamos convencido y, a partir de ahora, pienses dos veces eso del postre antes pedirlo. "No queremos que la gente siempre se resista a los dulces, pero sí que sea consciente de que es algo que a diario nos aporta demasiada energía y azúcar. Los postres deben dejarse para ocasiones especiales, son una bomba de azúcar, mantequilla y harina que nos hacen un flaco favor", concluyen ambos mientras bromean sobre lo bueno que le sale el tiramisú a Luis Alberto.