A Leopoldo Abadía (89 años) le gusta leer antes de dormir, pero enseguida le vence el cansancio y unas líneas se hacinan sobre otras. Al cabo de un rato, su mujer (88), que se acuesta algo más tarde, le quita las gafas, cierra el libro, le recoloca la almohada y apaga la lámpara. Lo hace con tal delicadeza, que nunca interrumpe su sueño. ¿Existe una descripción más serena y bella del amor? Él lo suelta a vuela pluma, sin ser consciente de su valor, pero la escena sería suficiente para cerrar la moleskine con la alegría de llevar escrita la receta para una pareja feliz.
Es el gran gurú de la economía española y en una misma conversación nos puede contar, sin perder su fino sentido del humor, hasta 36 cosas para que una familia funcione bien y otras tantas para sonreír bajo la crisis. Nos habla de los misterios del bitcoin o de cómo llegar a los noventa con una sonrisa de oreja a oreja. De todo ello está publicando libros y, sobre todo de esto último, sabe un rato, aunque baja la voz al confesarlo no vaya a ser que su esposa o alguno de sus hijos le replique. "A veces me dicen que debería aplicarme lo que escribí en ‘Cómo hacerse mayor sin volverse un gruñón', uno de mis libros", bromea.
Si su currículum profesional es apabullante, en lo personal nos deja sin palabras. Tiene doce hijos y, entre esposa, prole, nietos, bisnietos, yernos y nueras, su familia suma casi tantos miembros como él años de vida. Nació en Zaragoza en 1933. Es ingeniero industrial, escritor, profesor, conferenciante y, desde los 75, influencer (aunque no le guste la palabreja). Es decir, toda una celebridad. "La vida me está sorprendiendo muy gratamente cada día", dice. La popularidad le llegó en 2008 por 'La crisis ninja', un artículo publicado en su blog que explicaba con un lenguaje muy elemental la crisis financiera mundial de las hipotecas subprime. Leopoldo creó una caja de ahorros imaginaria, la de San Quirico, en la que los clientes confiaban su dinero sin tener ni idea que al otro lado del Atlántico se estaban ofreciendo préstamos a personas sin ingresos, sin empleo fijo y sin propiedades.
El texto empezó a recibir decenas de miles de visitas de todo el mundo y el autor se convirtió en todo un fenómeno en las redes sociales. Empresarios de todo el mundo actuaban siguiendo sus consejos. Solo un año después publicó ‘La crisis ninja y otros misterios de la economía actual’, un libro que desarrollaba las tesis expuestas en el artículo. Igual que los títulos que vinieron después, se convirtió en best seller. A sus 75 comenzaba así una de las mejores etapas de su vida. Su blog supera los cinco millones de visitas y está considerado una de las voces de referencia en el análisis de los acontecimientos económicos mundiales.
Pero él le quita importancia: "El único mérito -advierte- es usar un lenguaje cotidiano. Muchos grandes problemas de economía podrían resolverse aplicando nociones muy elementales". ¿Alguna para salir de esta crisis? "Siempre digo que un gobierno prospera si ponemos en práctica algunas lecciones domésticas y la más sencilla es gastar y ahorrar con la cabeza. La austeridad no está reñida con la elegancia. Como el anuncio, luce mucho y gasta poco. Funciona igual en una familia que en un gobierno".
Leopoldo sonríe cuando le preguntan si saldremos de esta. Ha visto pasar casi un siglo de crisis, guerras, catástrofes y cambios y ahora se permite que algunos días su mayor preocupación sea cómo ha jugado el Real Zaragoza. "Esto también pasará. Lo que toca ahora es no rendirse. En tiempo de viento huracanado, hay que fabricar molinos. Pero no me gusta dar lecciones, sino transmitir serenidad. Los seniors podemos ofrecer tranquilidad en momentos tan disparatados y crispados". Es lo que él hace desde que se levanta. Escribe, habla en radio y en televisión cuando se lo piden, participa en campañas publicitarias, imparte conferencias, controla internet y se mueve en redes sociales casi como pez en el agua. "Estoy a punto de concluir mi próximo libro, junto al publicista Toni Segarra. Si nos lo proponemos, los mayores somos imparables", zanja.
Volvamos a la cuestión de cómo hacerse mayor sin volverse un cascarrabias. "A un gruñón -contesta- no le aguanta ni su padre. Es verdad que un día te duele aquí, otro te haces daño allí, que los años se amontonan, pero lo que importa es cómo te sientes. No hace tanto sonaba el despertador y me levantaba de un salto. Ahora los ochenta tiran de mí hacia abajo. Si tienes vejez de espíritu y anquilosis mental, entonces digo: ¡cuidado, estás en edad peligrosa, haz lo que sea para evitarlo. Un mozo de 80 con ánimo de viejo tiene que ser forzosamente un gruñón. Con 89 años, claro que soy mayor, pero tengo tareas pendientes, cariño, familia… ¿Qué significa entonces ser viejo si me encuentro físicamente bien y discurro bien?
Hace tiempo decidió que en casa y también entre amigos nunca dirían la coletilla "en mis tiempos": "Está prohibido. Mis tiempos son estos, como los tuyos o los de mis nietos. Si no te gustan, siguen siendo estos. Tampoco se puede hablar de la juventud como algo pasado. Si lo hacemos, abrimos más la brecha generacional. Hay cosas que ellos no entienden y otras que no entiendo yo, pero no sirve añorar el tiempo pasado. Soy el mismo que el niño de primera comunión de 1940, pero mejorado porque sigo en continuo aprendizaje para sacar el máximo provecho".
Es inevitable cerrar la entrevista retomando ese amor que dura ya 64 años. "No hay secreto -matiza-, sino el convencimiento de que esto es un tinglado para toda la vida. Lo tuvimos claro desde el primer día y ese compromiso nos permite resolver cualquier rencilla o momento difícil. El amor todo lo vence, pero hay que cuidarlo sin esperar a grandes ocasiones. A diario, con detalles sutiles, sorpresas inesperadas, complicidades, ternura, acompañar física y anímicamente y piropos, aunque tengo que admitir que yo le he dicho lo guapa que es bastantes veces más que ella a mí".