¿Tienes la sensación que han pasado ocho meses del año sin pena ni gloria en tu vida? ¿Que realmente no sabes lo que es, pero hay algo que te impide ser totalmente feliz? Es lo mismo que le ocurre a Berta, Carlos, Maria, Jaime… a todas esas personas cuya vida ocurre sin sobresaltos y que, aun teniendo todos los componentes para estar bien, no lo están. Parece que desde que comenzó la pandemia estamos resignados a sobrevivir. Una guerra, crisis económica y de suministros, racionamiento energético… ¿Se puede realmente disfrutar con todo esto? A esta y otras preguntas nos responde Rocío Rivero López, psicóloga y autora del libro ‘Me cuesta estar bien’, un manual para encontrar el bienestar físico y mental.
¿Por qué nos cuesta estar bien aunque no nos pase nada?
Si nos cuesta estar bien es porque algo está pasando, aunque no sepamos qué es. A veces todo parece ir bien, pero la realidad no es esa y hay que encontrar qué está sucediendo en nuestra vida para que no nos terminemos de encontrar bien. Muchas veces eso es lo más difícil, encontrar la causa de nuestro malestar.
¿Qué nos impide estar bien?
Quien no sabe lo que quiere no puede ser feliz con lo que tiene, pero tampoco puede dirigirse o trabajar por aquello que desea porque no lo reconoce. Son muchas las personas que encontramos en la búsqueda de la felicidad, pero sin saber lo qué es realmente la felicidad. ¿Cómo vamos a encontrar algo si no sabemos lo que estamos buscando? Primero tendremos que identificar qué es lo que me hace feliz a mí para poder buscarlo o crearlo porque la felicidad también se crea. Un gran error es buscarla fuera de nosotros, en una pareja, en un trabajo, en un viaje y no, no nos engañemos, ahí no está y por eso no la encontramos porque estamos buscando en el lugar equivocado. La felicidad está dentro de nosotros y es ahí donde hay que trabajar para encontrarlo.
¿Cómo podemos identificar lo que nos pasa?
Eso es un trabajo de autoobservación y toma de conciencia. Es muy importante identificar, entender y definir las emociones. Encontrar los motivos de esas emociones, detectar señales, etc. Para ello, a veces, se necesita la ayuda de un profesional. Ningún escalador puede escalar a ciegas. Imagina que el paciente es un escalador que acude a terapia aquejado de algún tipo de malestar emocional. Se encuentra perdido, cansado, con pocas fuerzas para escalar una “montaña” de problemas.
El psicólogo o la psicóloga va a ser su compañero de escalada, pero no va a escalar la misma montaña. El profesional se sitúa en la de al lado para ir observando, de manera objetiva, qué recorridos conducen al bienestar del paciente y cuáles le generan malestar y los van trabajando conjuntamente. Cuando el paciente llega a la cúspide, está preparado para analizar y afrontar sus problemas por sí mismo porque ya ve todo el paisaje y domina el itinerario, pudiendo, de este modo, subir y bajar cuando lo necesite.
¿Con qué ejercicios podemos trabajar estas emociones?
Para trabajar las emociones lo primero es reconocerlas, eso quiere decir ponerle un nombre. No quedarnos en “me siento bien” o “me siento mal” Posteriormente vamos a buscar qué estamos pensando o qué ha sucedido para que nos sintamos así y también vamos a registrar lo que hacemos al respecto. Lo que pensamos, sentimos y hacemos está relacionado. Es lo que se conoce en psicología como triada cognitiva.
Así que podemos ir haciendo nuestro propio registro y a partir de ahí trabajar, por ejemplo, creando opciones que podemos hacer para solucionar la situación, expresando de manera asertiva lo que sentimos, centrándonos en un futuro más inmediato, etc. Estos son pautas generales, habría que concretarlas y adaptarlas a cada caso. La terapia es un traje hecho a medida, no olvidemos eso porque lo que le puede ir bien a una persona, no le va bien a otra.
¿Cómo influye lo que pensamos en cómo nos sentimos?
Si supiéramos el poder que tienen nuestros pensamientos en nuestras emociones, cuidaríamos muchos más de ellos. Así pensamos, así nos sentimos y aquí tiene mucha importancia la manera en que nos hablamos. El lenguaje indica y limita lo que pensamos. Cuando hablamos no solo lo hacemos para los demás, también nos estamos lanzando un mensaje a nosotros.
¿Cuándo es el momento de dar un cambio? ¿Es tarde a los 50?
Nunca, nunca, nunca es tarde. Y los 50 es una edad estupenda para hacerlo porque ya se han tenido bastantes experiencias vitales. Un buen motivo para cambiar es pensar que si tú estás bien, si eres feliz, vas a hacer feliz a los demás. Pero hazlo por ti.
¿Podemos desarrollar la constancia a partir cierta edad?
Sí, claro que se puede. Se puede comenzar planteándonos metas realistas a corto plazo e ir poco a poco. Tener muy presente cuáles son nuestros objetivos y nuestra motivación. La constancia es fundamental para conseguir lo que quieres en la vida. Nada, absolutamente nada se consigue sin ella y no hay que pensar en constancia como sinónimo de sacrificio porque no lo es y, sin embargo, suele ser esa asociación las que nos hace abandonar nuestras metas.